Para muchos, Warrior es la Rocky de otra generación. Cuando las Artes Marciales Mixtas se pusieron de moda alrededor del mundo (a pesar de haber comenzado a principios de los 90s), varias producciones de poca monta que tenían como eje a esta temática comenzaron a ver la luz, todas ellas enfocadas en la destreza de los luchadores y el uso de las Artes Marciales Mixtas. La gran mayoría fueron películas que no trascendieron de ninguna forma, y tal como lo dije antes, Warrior llegó para cambiar esa ecuación, porque en lugar de centrarse en las peleas, se centraba en los personajes. Las peleas, entonces, eran la consecuencia de una historia muy bien contada, de actuaciones magistrales, y de una dirección por la que, al menos yo, me saco el sombrero y aplaudo de pie.

Cada loco con su tema, suelen decir. Desde los 12 años hago artes marciales. Soy de la generación que creció viendo a los héroes de acción de los 80s, y Jean-Claude Van Damme fue mi ídolo durante muchísimo tiempo. Iba a entrenar y me sentía Frank en El gran dragón blanco (Bloodsport, 1988); me sentía Kurt Sloane en Kickboxer; me sentía Lyon en, justamente, Corazón de León. Con el paso de los años comencé a conocer a otros artistas marciales, quizás con mayores recursos que el querido Van Damme, tales como Jet Li, Donnie Yen (mi preferido), Tony Jaa, Scott Adkins o Iko Uwais.

Más tarde, el cine de acción y artes marciales tuvo un giro absoluto con la saga John Wick en 2014. Warrior tuvo su estreno en 2011. Por aquel momento me encontraba con 31 años y entrenando Jiu-jitsu, luego de haber hecho, anteriormente, otras 7 artes marciales diferentes desde aquellos inocentes 13 años. Warrior, al menos en mí, fue -y sigue siendo- de esas películas que quedaron marcadas a fuego en mi sangre. No es una película de acción, es un drama con todas las letras pero la atención al detalle hace que cada apartado tenga un cuidado meticuloso.

Tommy Conlon está encarnado perfectamente por un bestial Tom Hardy. No sabemos mucho del personaje en un principio, salvo que vuelve a la casa de su padre y lleva un enorme resentimiento, enojo y rencor para con su progenitor. Se anota en un gimnasio, y frente a la soberbia de uno de los luchadores estrellas del lugar, le propone hacer un poco de sparring y la forma en la que le enseña una lección es única. Ahí mismo, la película no solo marca el ritmo y la mirada que tiene el director por los momentos de combate, sino también la importancia que se le da a los contextos, al amor por el deporte, al respeto por el otro. Se establece, en menos de 5 minutos, que Tommy tiene un objetivo claro y que la película no va a ser otra de esas producciones baratas que carecen peso argumental.

Del otro lado tenemos a Brendan Conlon (Joel Edgerton), de quien sí sabemos todo desde un principio. Padre de familia, con dos hijas pequeñas, es profesor de física en un colegio pero tiene problemas con la hipoteca de su casa. En pocas palabras, lo están por dejar en la calle junto a su familia. Para juntar dinero, de noche se suma a peleas organizadas en bares de poca monta y lugares por el estilo, donde logra ganar algunos dólares más. La personalidad que se le imprime al personaje lo hace querible desde el principio, contrariamente a lo que hacen con su hermano, Tommy Conlon.

El hecho de ser un padre dedicado, buen esposo, y tener la presión sobre sus hombros de poder mantener a su familia, le otorgan un propósito con el que uno puede empatizar. El hombre lucha por su familia, por su hogar, por el futuro de sus hijas. Tiene un objetivo claro. Sin embargo, se lo nota muchísimo menos preparado que su hermano. Brendan Conlon tiene cojones, es un luchador inteligente, pero ni por cerca tiene la destreza, ni la fuerza, ni la contundencia de su hermano.

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El componente dramático de la historia cala profundo en el alma. Con la necesidad de Brendan ya establecida, se le comienza a dar mayor claridad a la búsqueda de Tommy, que también se calza en sus hombros un objetivo muy importante y desinteresado. Ahora hay un debate interno que nos plantea la película, porque aun con personalidades completamente diferentes, el objetivo de ambos hermanos es completamente válido y es algo por lo que vale la pena luchar, sin duda alguna.

Ahí, en el medio, comienza a levantar vuelo Paddy Conlon, el padre de ambos luchadores, interpretado magistralmente por un soberbio Nick Nolte quien, al menos para mí, nos regala uno de los mejores papeles de su carrera. Un hombre abatido por la vida, solitario, quien lleva una culpa y una pena enorme dentro de su alma, y que solo busca la redención. En ese camino, el perdón sincero de sus dos hijos es quizás lo más importante que podría tener en la vida, pero es una misión muy compleja de cumplir, ya que un pasado como alcohólico y golpeador lo condena frente a la mirada de sus dos hijos.

Otra review de personajes principales que cuidan a su familia: Shazam! Fury of the Gods (2023)

Cuando la película pone el foco en los combates, sigue siendo impresionante. Está impregnada de un realismo muy fuerte, no solo en lo que es el show de las Artes Marciales Mixtas, sino también los movimientos, la preparación de los competidores, las llaves, las posturas, hay un trabajo muy preciso sobre todo este apartado.

Pero una de las cuestiones que más destaca, a mi parecer, es en cómo mantienen esa diferencia tan tangible entre ambos hermanos. Tommy gana las peleas casi sin esfuerzo. Incluso deja en claro que nada de dicho deporte le interesa: él tiene una búsqueda personal y no le interesa ni la fama, ni las luces, ni el espectáculo. Por lo contrario, Brendan sufre las batallas. Nunca parece estar a la altura, y termina ganando por una combinación de técnica, coraje y disciplina. Se empieza a gestar entre ambos, de esta forma, la eterna rivalidad entre inteligencia y fuerza bruta. Nuevamente, me pongo de pie y aplaudo a Gavin O’Connor, director de la película.

Como venía diciendo, a cada uno le afectan las cosas dependiendo de sus propias experiencias. Eso está claro. Y si bien hago esta reseña desde lo personal, dejándome llevar por mis propios sentimientos, es dentro de ese contexto donde debo admitir que la mayoría de las escenas entre el personaje de Nick Nolte y alguno de sus hijos, son realmente desgarradoras. Dije en algún momento que las actuaciones de todos son muy buenas, y también remarqué que lo de Nolte es abismal.

Pero puntualmente, la escena donde se vuelve a volcar hacia el alcohol en el hotel mientras escucha los pasajes de la biblia, no solo tiene una emocionalidad impactante, sino que me resulta asombroso el manejo del personaje y de las emociones que logra Nolte. De nuevo, es una escena desgarradora, que no se siente de más. Responde a una búsqueda, tiene un propósito de estar ahí y ser cómo es. Dentro de su propia construcción, tiene mucho que ver con lo que viene contando la película, con esa redención que mencioné anteriormente, con esa reconstrucción entre las relaciones perdidas.

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En un análisis aún más profundo, el final de la película es una representación directa a todo lo que causó el comportamiento de un hombre cobarde. Dos hermanos separados a causa de las actitudes de su padre, donde ahora, ya adultos y ambos con una búsqueda clara y válida, se están moliendo a golpes como si no se conocieran. Uno mostrando un grado mayor de piedad, por tener la contención de su familia. Otro, desesperado, perdido, cegado en su propio plan de rencor y, por qué no, venganza. Alrededor de eso, el morbo de la gente por ver combatir a dos hermanos, el regodeo de los organizadores. Hay una mirada también a la violencia como parte del deporte. Ya no importa tanto quién es el mejor, sino quién lastima más al contrincante.

A uno de los hermanos lo aplauden por ser bruto, casi un animal, como si fuese el circo romano. Al otro, por lograr lo que nadie creía que podía lograr, por subestimarlo, por ser el sapo de otro pozo. Es una película que se centra en las relaciones, en la parte humana, en el drama de una familia, y el eje que aúna todos estos elementos se da en el único momento donde todo eso se olvida: al encontrarse dentro de la jaula. Ninguno de los dos pelea por placer, sino por sobrevivir. Aun siendo tan diferentes, ambos tienen una misión clara con mucho peso específico. Alrededor de todo esto, las metáforas y las ironías se cuentan solas.

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