Vampyres (1974)

El vampirismo, durante mucho tiempo, estuvo relacionado con lo glamoroso, con la sexualidad y la sensualidad, sobre todo cuando existían personajes femeninos. Las relaciones sexuales entre mujeres eran, incluso, una muestra de un “acto impuro”, relacionado muchas veces con Satán. Obviamente que hay exponentes que lo tratan de otra forma, y ejemplos hay muchos, pero el relato más clásico del vampirismo tenía estos condimentos, y Vampyres toma un poco ese camino. Incluso, se la conoce también como Satan’s Daughters, para cerrar el círculo de lo que venía diciendo.
Estamos frente a una coproducción entre Inglaterra y España, que bebe muchísimo del cine de terror inglés clásico, con detalles bien marcados de la época de oro de la Hammer, sobre todo en aquellas películas dirigidas por Terence Fisher. El estilo fílmico tiene una búsqueda muy particular, muy cuidada y prolija, como solían tener aquellos exponentes. Se nota que hay mucha consistencia tanto en los encuadres, como en los movimientos de cámara o la dirección en general. Es todo muy clásico, muy poco desenfrenado, pero no como algo negativo, sino todo lo contrario: la película sabe construir su propio clima, y a pesar de ser de 1974, se permite ser violenta e impactante, arriesgada visualmente para aquel entonces, donde a está se la consideró como una película erótica.
Por eso mismo, algo que destaca en esta producción dirigida por el español José Ramón Larraz (La muerte incierta, El fin de la inocencia, Los ritos sexuales del diablo) es el aspecto visual, que sinceramente es muy bueno. La fotografía, sobre todo, da un aspecto gris que se condice a la perfección con el resto de la película, con tomas al aire libre donde pareciera estar siempre nublado. Al mismo tiempo, maneja muy bien la paleta de colores, haciendo recordar al cine italiano de aquel entonces.
Y hablar de cine italiano me lleva a las escenas de sexo, que realmente parecen sacadas de una película porno italiana de bajo presupuesto. Entiendo que para la época debió haber sido una revolución, pero se nota todo demasiado burdo, la carencia absoluta de sensualidad -más allá de la propia sensualidad de los actores y actrices en esos momentos- hace que todo se note todo terriblemente forzado. Los personajes sobreactúan las escenas de sexo y no entregan ese aspecto libidinoso que uno pudiera esperar en una cinta de vampiros, sino algo demasiado ordinario.
La película nos presenta a varios personajes. Por un lado, tenemos a las dos vampiresas de turno, quienes viven en una mansión aparentemente sin dueños y salen todas las noches a engañar hombres que pasan por una pequeña ruta rural. Les piden un aventón, los llevan a dicha mansión, los seducen y luego de tomar mucho vino y tener sexo, los acuchillan para beber su sangre. Por otro lado, tenemos a una pareja que decide ir a acampar en su casa rodante y se instalan cerca de la mansión. El último personaje, es uno de estos hombres que resulta víctima de una de las vampiresas, pero a diferencia del resto, no es asesinado, sino que lo mantienen con vida y nunca se explica bien por qué.
Y hay que ser abiertos en este aspecto, porque no hay muchas respuestas a las ciento de preguntas que genera la propia historia. La mayoría de las cosas pasan porque sí, sin mayor contexto ni explicación. Incluso varias cosas no tienen sentido. Hay que aceptar lo que vemos y tomarlo como parte de la impronta del guion. Incluso, en algún momento se establece que las vampiresas conocen de algún lugar a la mujer de la pareja que fue a acampar, pero nunca más se retoma esa historia y los sucesos llevan a que no tenga resolución. Sí, la saga Emmanuelle con la bellísima Krista Allen, podría llegar a tener más sentido si le hacemos un análisis.
Entonces, queda claro que ni el argumento ni su narrativa son el fuerte de esta película, que como dije en un principio, apuesta más al impacto visual y a las escenas de sexo y terror. Incluso podemos ver un recurso narrativo muy utilizado, donde tenemos a la mujer que ve cosas raras y el marido que no le cree. Este recurso se utilizó hasta el hartazgo si lo vemos con los ojos de hoy en día, e incluso en aquella época, a mitad de los 70s, ya era algo común de ver, por así decirlo. Este recurso se utiliza generalmente para situar a la mujer como víctima incomprendida y al marido como un completo idiota que necesita ver para creer, que no confía en su pareja. Si nadie le cree, el problema pasa a ser solo de ella y nos desconecta, a nosotros como espectadores, del sentimiento de protección que le puede dar su pareja.
Al menos en aquel momento, donde todavía no era normal ver mujeres de armas tomar (Sarah Connor, Ellen Ripley, etc), la única protección que podía tener una mujer era el hombre que tenía al lado, su pareja en este caso. Por eso mismo -opiniones aparte- a nivel discursivo quitarle esta “seguridad” respecto a las cosas que le vienen pasando, abre la puerta a nuevas situaciones, cada vez más marcadas, donde el sentimiento de victimización se acentúa en búsqueda del terror que se quiere transmitir.
Vampyres es una película que dio que hablar en su momento, y si bien se la puede seguir apreciando hoy en día, el hecho de que solo haya apostado a su fuerza visual hace que, en los tiempos que corren, la película se haya quedado en el tiempo. Sé que es algo normal pensar que películas de los 70s se ven “viejas” para los estándares de hoy en día, pero es una mirada, en la mayoría de sus casos, simple y errónea. Temas como la religión, la discriminación, los cultos, los asesinos seriales y un largo etc., todavía siguen muy presentes en nuestra sociedad, e historias bien contadas de aquel entonces pueden encajar sin problemas con la modernidad, al menos desde el discurso.
El problema con Vampyres es que no tiene, ni siquiera, un discurso claro. Pero eso no hace que la película sea menos disfrutable. Es un exponente interesante de la época, que quizás no haya pasado a la historia como otros títulos de ese año (The Texas Chain Saw Massacre, Murder on the Orient Express, Chinatown) pero que permiten que los amantes del terror puedan rememorar, o encontrar, una original y diferente incursión en el mundo de los vampiros.