Trap (2024)

En algún momento, M. Night Shyamalan solía ser sutil y delicado. Quizás no tenga que ver con el tiempo propiamente dicho, sino con una elección propia. ¿Límites? ¿Capacidad? En The Sixth Sense (1999) hizo su magia y sorprendió al mundo. Con The Visit (2015) le dio un nuevo significado a su carrera. ¿En el medio? Diversas películas con resultados inconsistentes, que mantenían la marca del autor pero que no siempre brillaban. Está claro que Shyamalan no inventó el concepto del plot twist (giro argumental), pero sí que lo supo explotar. Hasta tal punto, que es difícil pensar en una película de su propiedad sin esta herramienta narrativa. Quizás Trap (2024) pueda tener muchas aristas convincentes, pero es una cinta donde el director se convierte en el epítome de lo poco sutil y de las actuaciones y diálogos forzados hasta el extremo.
La repetitividad de los elementos comunicacionales que existe en esta película termina abrumando. El irregular director nos perfora la cabeza con la misma información, una y otra vez por si no lo entendiste, para (según las reglas) hacernos sospechar de ciertas cosas, quebrar la cintura y cambiar el eje del foco. Es su gracia, y hay cientos de películas que hacen lo mismo y no hay ningún problema en ello. El verdadero drama para el espectador, recae en cómo nos lleva de la mano de principio a fin, con algunas decisiones extrañas incluso para Shyamalan porque en esta producción, no existe el quiebre de cintura. Quizás sus últimas películas no hayan sido de mi agrado, pero al menos mantenían el halo del misterio, no eran predecibles y la tensión que se genera con todo eso era bienvenida.
Sin embargo, Trap me hizo dudar. Nunca supe si estaba viendo una película producto de un director que lleva más de 20 años en la industria, o un trabajo práctico de un estudiante de primer año en la carrera de diseño audiovisual. Técnicamente se comporta irregular. Tiene algunas decisiones de composición, encuadres, fotografía y planos muy extrañas, que desentonan con el aire más cinematográfico del resto de la película. En cuanto al guión, tenemos a una historia presa no sólo de las casualidades, sino de las arbitrariedades y de la incoherencia. No voy a negar que la narrativa va tejiendo todo un entramado por detrás que es lo único que mantiene la esperanza de llegar a buen puerto, pero la forma de hacerlo y el manejo del absurdo por sobre la veracidad, me resultaron aspectos bastante negativos.
Justamente, porque el absurdo construye lo obvio. No hay sorpresa, todo está predestinado por lo manifiesto del guión. El personaje de Josh Hartnett ronda entre el Ethan Hunt de Mission: Impossible y un ninja de alguna película que se precie. Su actuar se ve potenciado por lo alelado de la escritura a manos de Shyamalan, que le da forma a una película sin ton ni son y se encarga, de la forma más burda, de subestimar al espectador. Es de esas cintas donde las diferentes situaciones que van llevando la trama carecen de una cordura creíble, y resultan ser una consecuencia que abraza la solución más sosa. Todo es redundante, repetitivo, forzado, tirado de los pelos.
Josh Hartnett también me levantó dudas. Este actor del que tenía un buen recuerdo por cintas como Black Hawk Down, Lucky Number Slevin, 30 Days of Night o Penny Dreadful, de repente se presenta errático. No sé si lleva a cabo una personificación acorde con la locura del personaje al que le debe dar vida, o es un cúmulo de sobreactuación intentando ser el legado de Norman Bates. Es como si ese mote de “irregular” con el que definí al director párrafos antes, se hubiese transmitido cual virus hacia otros apartados de la cinta. Mientras una de las hijas del director, Ishana Shyamalan, debuta como directora de largometrajes con The Watchers, su otra hija, Saleka Shyamalan, debuta como actriz siendo una suerte de coprotagonista en esta película. Y si bien se nota la falta de experiencia y carisma, el papel de Saleka es mucho más sólido en cuanto a interpretación que el de Hartnett.
El preconcepto de la obviedad por sobre la mirada previsible de una construcción cantada. M. Night Shyamalan se delata a sí mismo, sin darse cuenta, con esta película. Porque siento que no resiste un análisis. Y vale tener en cuenta que en ciertos aspectos de la vida no soy una persona demasiado analítica, ni siquiera soy una persona que rebose de inteligencia. De hecho, soy emocional y bastante ingenuo la mayor parte de las veces. Pero no tiene que ver con eso, es solo saber mirar con paciencia. Es observar cada elemento para darnos cuenta de lo que va a pasar. Es casi instintivo, podría decirse. Es algo tan intuitivo como conocer la herramientas más básicas de la construcción de historias. El ABC narrativo.
Trap no tiene mucho precedente dentro de la filmografía del director, llegando directamente al pozo de lo que menos me ha convencido. Sinceramente no recuerdo una película con una construcción tan paupérrima y fuera de tono. El paso del tiempo me confirma el hecho de que, al menos para mí, Shyamalan fue un tipo con suerte, porque pareciera que no intenta hacer una buena película, sino una película que impacte en el espectador mainstream, más allá del resultado. Knock at the Cabin (2023) y Old (2021) dejaron mucho que desear, y esta cinta no solo sigue el mismo rumbo, sino que se coloca varios pasos por detrás.