The Watchers (2024)

Ser “el hijo de” siempre conlleva un peso injusto sobre las espaldas. Brandon Cronenberg es el hijo del mítico David Cronenberg, y todos esperaron con los colmillos afilados su ópera prima para desangrar a este joven director. Sin embargo, Brandon supo tomar lo mejor del estilo de su querido padre e intentó forjar su propio camino, con un estilo demoledor. Regaló un poco de body horror, porque siendo hijo de quien es, seguramente creció alrededor de ese concepto. Pero supo darle una vuelta de tuerca a su narrativa y ofrecer algo un poco más personal, de autor, germinando una búsqueda propia. Así, regaló tres grandes exponentes como Antiviral (2012), Possessor (2020) y también Infinity Pool (2023), donde la bellísima Mia Goth se luce al lado de Alexander Skarsgård. Ishana Shyamalan corre con la misma desgracia en The Watchers (2024), pero no logra manejarlo de forma concisa.
Lejos estoy de creer que M. Night Shyamalan sea un gran director. De hecho, creo que es uno de esos personajes sobrevalorados. A mi gusto y entender, tiene más fallas que aciertos a nivel cinematográfico, y si bien muchos piensan que The Sixth Sense (1999) es su obra maestra, yo creo que la única vez que realmente tocó el cielo con las manos fue con The Visit (2015). Es un director preso de su propio acierto, ya que muchos lo tienen como si fuese “el padre del plot twist”. Lamento ir en contra de esa corriente, pero ese giro argumental que cambia todo el eje de lo que veníamos viendo ya lo había hecho David Fincher -me pongo de pie y aplaudo- con The Game (1997), y tampoco fue el primero. Más allá de mi apreciación personal, y retomando lo que buscaba decir antes, M. Night Shyamalan tiene su propio peso y esa particularidad de su narrativa generó presión extra en la ópera prima de su hija, Ishana Shyamalan.
Como si la hija fuese una extensión obligada del padre, la “prensa especializada” esperaba que la joven directora y escritora (quien basó esta película en la novela de A.M. Shine) sea un reflejo de su padre. ¿Por qué? ¿Con qué finalidad se sienta uno a ver una película y sostiene una percepción tan limitada? The Watchers comienza como una suerte de fábula oscura, codeándose con el folk horror. Presenta personajes, delimita tres o cuatro reglas a seguir, y deja que los actores y actrices den rienda suelta a lo que mejor saben hacer. En ese aspecto, Dakota Fanning (Man on Fire, I Am Sam, War of the Worlds) siempre es una actriz que convence. De la mano, Georgina Campbell (Barbarian, Bird Box: Barcelona) también entrega una personificación muy atinada, que abraza de forma constante la locura de la propuesta. ¿Su mejor interpretación? Sin duda, lo que logra en Lovely, Dark, and Deep (2023) es increíble.
Pero las cosas no quedan ahí. Las reglas siguen apareciendo en forma de charlas esporádicas entre los personajes. Aquellos que ya estaban en aquel bosque buscan educar a la recién llegada, pero todo se da de forma poco natural, como si fueran presos de las casualidades. Un grupo de humanos encerrados en una casa de la que no pueden escapar, siendo observados por unos seres extraños (tranquilos, no es spoiler, lo muestran en el trailer). Las semejanzas con Gran Hermano o cualquier otro de estos reality show es evidente. Incluso, la propia película se encarga de dejar bien claro el mensaje, por si no se entendió la sutileza.
El cine son imágenes en movimiento, como para simplificar la definición. Al menos a mí, me gusta ver una película que utilice todo el espectro audiovisual para contarme una historia. De forma apresurada, quizás por falta de experiencia, The Watchers tiene la necesidad de explicar todo lo que ocurrió, ocurre y va a ocurrir. Se desglosa mucho mejor mostrando a los personajes explicando todo lo que está ocurriendo, dando explicaciones y narrando verdades nunca antes dichas, que utilizando el poder de las imágenes para crear una narrativa. Y que no se malinterprete: tiene una búsqueda desde lo visual muy bien lograda, pero poco explotada a mi gusto y parecer.
Y es que a fin de cuentas, es lo que dije párrafos antes. Estamos frente a una fábula oscura que parece salida del mundo de Lost (2004-2010) en algún punto y que, dicho sea de paso, absorbe muchos de sus vicios. Tal como pasaba en la serie del querido J.J. Abrams (Mission: Impossible III, Star Trek, Super 8), muchas de las cosas no tienen explicación, o se conforman con un explícito “porque sí”. El guión lo propone y no preguntemos nada porque las explicaciones a esos detalles particulares nunca llegan. Así como Marvel utiliza la “fuerza oscura” cuando necesita justificar algo, en The Watchers directamente ignoran la premisa, la pasan por encima o dan una vaga explicación y hacen como si nada hubiese ocurrido. Es una buena forma de decir “no preguntes, cerrá la boca y disfruta la película”. ¿Pero realmente da resultado esta postura cuando se generan tantas preguntas básicas de las que depende la coherencia de la historia?
Claro que, en ese punto, entra el gusto personal de cada uno, y el significado que cada uno le dé al concepto de “disfrutar”. En lo personal, la película se me hizo larga, un poco densa por momentos por la falta de contenido y por ese afán que tiene de explicar todo. A decir verdad, se siente como si fueran dos películas diferentes, con un final extenso que redondea una idea que parece sacada de la galera a último momento. Los primeros 55 minutos plantean una premisa. Los siguientes 20 minutos, abren el juego nuevamente sobre algo que parecía haber finalizado y la premisa anterior, cambia. Los últimos 20 minutos se presentan como una vuelta de tuerca interesante, pero de sorprendente tiene poco y nada. La presión de ser la hija de “el padre del plot twist” le juega en contra y, nuevamente, en esa búsqueda desesperada de explicar todo lo que pasa, la directora nos regala un final para el olvido. Y, por si no lo entendiste, la imagen final te lo vuelve a remarcar (por las dudas, por si prestaste atención a todo lo que te explicaron tácitamente y con vehemencia los últimos minutos).
The Watchers no es mala. Tiene una premisa interesante que, en su primera búsqueda por ser una crítica a la sociedad de consumo y al morbo por sobre la vida ajena, me resultaba sumamente atractivo el hecho de ver para dónde iba la narrativa. Lamentablemente (al menos para mí), todo eso queda en la nada y la historia comienza a mutar hasta llegar a un empaste con sabor amargo, que abre muchas puertas de forma adrede y no logra cerrar ninguna. Se siente apresurada en muchas decisiones, y la falta de contundencia en lo que quiere transmitir le termina por jugar en contra. Sin embargo, hay algo ahí. Quizás, si la próxima vez Ishana Shyamalan busca ser más ella y menos su padre, el resultado terminaría siendo mucho más alentador.