The Town That Dreaded Sundown (1976)

La película comienza con una introducción casi documental, con una voz en off que nos pone en contexto histórico y nos avisa que lo que estamos por ver fue una historia real. El plano cambia y vemos a una pareja que estaciona el auto en medio del bosque. El hombre tiene ganas de unos arrumacos y ella lo ignora por completo. De repente, ella siente un ruido y aparece nuestro asesino de turno agachado delante del auto, abre el capó y arranca algo del motor. Ella grita, su novio intenta arrancar el auto, sin éxito. El asesino se posiciona al costado del vehículo, mientras el asustado adolescente le dice que “se equivocó de auto“. Acto seguido, el asesino rompe el vidrio y saca por la ventana al hombre, mientras su pareja sigue gritando.
No sabemos qué pasa, pero ella sigue gritando. El asesino aparece por la otra puerta, donde se encuentra la pobre mujer que sigue gritando de forma descarnada (y realmente molesta para cualquier oído sano). Rompe el vidrio, se sube al auto y, lenta y delicadamente, cierra la puerta. Corte, ahora es de día. Ella aparece tirada al costado de una carretera, con vida. Un auto que viene a lo lejos la ve y para frenar casi pierde el control del vehículo, pero luego se baja lentamente, sin intención rápida de socorrerla. Así son los primeros 7 minutos de The Town That Dreaded Sundown, que van a marcar el estilo por momentos exagerado, por momentos absurdo y por momentos irreverente, del resto de la película.
Y en el párrafo anterior utilicé la palabra “asesino“, y no fui del todo sincero. La verdad es que, en esa primera escena, no mata a nadie, quizás porque no tenía ganas o quizás le dieron ganas de ir al baño, vaya uno a saber qué lo motivo a comportarse así, de forma violenta, pero no tanto. Al hombre lo golpeó, y a ella la mordió. Literalmente, la “mastica“, como dice el doctor que la ve en el hospital. Vale recordar, y tiene mucho que ver con eso de “esta película está basada en una historia real“, que en esta época no se trataba del terror a lo desconocido, a monstruos o fantasmas, sino a un terror mucho más real: un psicópata, alguien impulsado generalmente por traumas del pasado que asesina sin miramiento alguno, sin motivo aparente. Era un miedo mucho más cotidiano, más cercano, de alguien que literalmente podía ser un vecino, el cartero, o el chico de las enmiendas, por solo poner algunos ejemplos.
The Town That Dreaded Sundown está inspirada tímidamente en un asesino real al que se lo conoció como The Phantom Killer, quien atacó a ocho personas en 1946 en Texas. La prensa dio a conocer el caso como The Texarkana Moonlight Murders, nombre que recibe por el pueblo dónde sucedieron los hechos. La película toma muchos de los datos reales del caso, como fechas puntuales, aunque cambia todos los nombres y se da varios permisos creativos a la hora de, obviamente, retratar los ataques que terminaron en asesinato.
Un detalle que la película mantiene firma, y que me parece muy interesante dadas las características mencionadas en el párrafo anterior, es la voz en off que, que, así como lo hizo en un principio, sigue poniéndonos en contexto cada vez que la historia lo necesita, como cuando hay algún salto en el tiempo o mejor dicho, una elipsis. Esto le da un aire muy documental, como si fuese un relato paso a paso de lo sucedido y no propiamente una película. De alguna forma, esta voz en off otorga una sensación cronológica muy coherente con la propuesta inicial, aunque no tanto del resultado final.
Esta voz narra la histeria colectiva que se desató en un pequeño pueblo donde estos crímenes revolucionan a todos los habitantes, que corrieron a comprar armas y a asegurar sus puertas. Repitiéndome, si me lo permiten, plantea ese miedo a no saber cuándo será nuestro turno. Expone el sentimiento de no saber si podríamos pasar la noche con vida. Quizás suene exagerado para muchos, pero nuevamente me aferro al contexto, donde se nos muestra un pueblo pequeño donde literalmente no pasaba nada extraño. Quizás de lejos, y al no tener cercanía con el caso, muchas cosas que pretende contagiar se escapan, al menos, de mi entendimiento. Pero todo esto, a mi gusto, la película lo plantea de una forma muy convincente y concreta. Construye sus propias reglas y las respeta, hasta que lo deja de hacer y todo se va por la borda.
En un principio se establece que, en el primer ataque, el asesino no mata a sus víctimas, pero si muerde a una de ellas. En el segundo ataque, al parecer mata a ambos tortolitos, pero se nos deja ver cómo ha mordido a la mujer de la pareja. En el tercer ataque ya hace lo que tiene ganas, asesina de una forma super compleja a la mujer utilizando un instrumento musical que encuentra en el medio del bosque y al hombre le dispara. En el cuarto ataque ya no estamos en un bosque ni con una pareja dentro de un auto buscando un lugar solitario para lograr intimidad, sino que el asesino acecha desde afuera a una casa de campo, disparando a través de la ventana. En este punto es donde digo que crea sus propias reglas y luego las rompe. Incluso, en cierto momento se establece también que el disparador de estos asesinatos es por placer sexual, pero no hay nada que sustente dicha afirmación.
Como dije en la reseña de Black Christmas, este comportamiento poco estructurado del asesino, depende cómo lo quieran ver, se lo atribuyen a su locura y a lo imprevisto de una mente enferma. Es como que por un lado la película intenta convencerte de que hay un patrón en los asesinatos, pero al mismo tiempo te muestra lo contrario. Quizás todo esto no esté atado a la mejor narrativa que podamos esperar, y por eso creo que se vuelve un tanto confuso, porque en ningún momento se entienden los verdaderos motivos del asesino. Además de que, como podemos ver al final, nunca lo lograron atrapar.
De todas formas, en esa narrativa reposa quizás el punto más flojo de la película. Como dije antes, está muy bien ese aspecto documental que se le quiere imprimir. El problema es que la película parece el resultado de un montón de escenas inconexas puestas una detrás de la otra, como para dar un hilo de continuidad y no mucho más. En algún momento se pierde de vista la búsqueda que pretende el director. ¿Quiere documentar los hechos? ¿Quiere contar una historia? ¿Quiere exponer el fracaso del caso? Si a todo esto le sumamos unas actuaciones paupérrimas en muchos de los personajes, situaciones que no tienen nada que ver con nada, y un ritmo entrecortado y demasiado pausado para mi gusto, The Town That Dreaded Sundown resulta ser una película que tiene un gran título, pero que no condice con lo que es como exponente cinematográfico.
Pero la frutilla del postre, ese detalle que me sacó de mi propio eje, viene por otro lado que, seguramente, no se imaginan. Y castíguenme si sueno repetitivo, pero por favor, la comedia en el terror. ¿Por qué así? The Town That Dreaded Sundown tiene algunos momentos volcados a la comedia que parecen circenses, como sacados de una película de Chevy Chase, con una corporalidad que intenta ser la de Buster Keaton pero se queda solo en el intento, y la poca gracia de Shaquille O’Neal en la película Kazaam. El tono se pierde por completo, me resulta imposible lograr entender lo que pretendía el director y el guionista metiendo todas esas escenas, potenciadas por sonidos y música acordes a la situación. Y estamos hablando de una película que, para muchos, es un clásico del cine de terror. Otros la consideran una película de culto. Otros, la ponen entre lo mejor del género en aquellos años por el caso que relata.