The Signal (2014)

La película comienza mostrando a un niño queriendo agarrar a un muñeco de peluche en una de esas máquinas en las que controlamos a un brazo con unas pinzas, lo colocamos en su lugar, presionamos un botón, el brazo baja, las pinzas se cierran y casi nunca obtenemos nada. Es de conocimiento popular que estas máquinas están tan manipuladas, que a nivel estadística solo un porcentaje ínfimo logra obtener una recompensa. En pocas palabras, una estafa del consumismo extremo para quitarnos nuestro dinero y disfrazarlo de azar. Una mentira que nuestro protagonista logra descifrar en pocos segundos, definiéndolo como alguien inteligente. El hombre que expone la mentira. El hombre que llega a la verdad no por necesidad, sino porque puede hacerlo. Una maravillosa metáfora de lo que será el desenlace de esta película.
Me sabrán perdonar, pero The Signal es de las mejores películas de ciencia ficción que vi en mi vida. Es una sumatoria de detalles que encajan uno con otro a la perfección, con una narrativa sólida, un ritmo que en ningún momento cae, y una historia realmente increíble. No hay dobles varas para medir las cosas en este título: es lo que es, y no pretende ofrecer más de lo que tiene. Y con esa mirada, logra estar entre lo mejor de la ciencia ficción siendo una película completamente subestimada, que pasó por debajo del radar teniendo que estar codo a codo con otras joyas modernas del género, como podría ser Edge of Tomorrow, Predestination o Ex Machina, por solo nombrar un par.
Uno de los aciertos más grandes de esta película es su dualidad. Porque se planta como una película de ciencia ficción, pero comienza como si fuese un drama romántico adolescente, con una mirada contemplativa al mejor estilo coming-of-age. La música, el encuadre de los paisajes… se siente muy indie en su forma de ser. Ese contraste entre géneros da por resultado un fuerte apego con los personajes, con sus miedos, sus búsquedas personales, e incluso sus miserias. Te pone cara a cara con la humanidad de cada uno para luego dar vuelta el tablero y continuar en otra dirección, pero con las fichas ya dispuestas en la mesa. En este aspecto, hay que destacar el trabajo del director y guionista William Eubank, quien también hizo Underwater, otra gran película que pasó sin pena ni gloria pero que también merece más reconocimiento. ¿Será esto, por algún motivo, una constante del director?
El quiebre argumental es no solo repentino, sino contundente y de alguna forma, nos deja boquiabiertos. Salta de la A a la Z y lo hace de una forma espectacular, planteando nuevas preguntas y dándole un giro a la historia, pero manteniendo el tono contemplativo de su narrativa. Y con esto, viene de la mano otra de las cosas que hace muy bien The Signal: dosificar sus recursos. Es muy inteligente a la hora de mostrar o no mostrar elementos que no solo afectan a la historia, sino que requieren también una gran inversión en efectos especiales. Lo que hace, entonces, es dar a entender cosas, utilizar la oscuridad, las cosas que ocurren fuera de plano. Genera expectativas y tensión manejando muy bien el misterio. Y solo cuando es realmente necesario, mete unos asombrosos efectos especiales que nada tienen que envidiarle a grandes producciones de la época e incluso de hoy en día, teniendo en cuenta de que hablamos de una película de 2014. Los efectos están realizados por Spin VFX, una empresa que también supo regalar su magia a producciones como Doctor Strange in the Multiverse of Madness, Uncharted, Midnight Mass, Foundation, Stranger Things y cientos de ejemplos más.
Todo está pensado al milímetro. The Signal es la prueba de que no se necesitan grandes presupuestos para hacer una gran película. La ciencia ficción lo sabe. Siendo uno de los géneros que por su impronta más fuerza visual necesitan, es al mismo tiempo, uno de los géneros que supo evolucionar mejor en esto de “menos es más”, y aprendió a contar grandes historias sin necesitar ser parte de un proyecto de proporciones millonarias. The Vast of Night es un claro ejemplo de esto. Cada escena y cada diálogo en The Signal importa, es trascendente. Por eso no aburre en ningún momento. Es como un rompecabezas que lo armamos desde la primera hasta la última pieza, y nunca deja de perder el misterio. Las posibilidades de entender o descubrir lo que está pasando aumentan a medida que pasa el tiempo,
Las actuaciones también acompañan. En el papel protagonista lo tenemos a Brenton Thwaites antes de ser Dick Grayson (Robin/Nightwing) en la serie Titans. Lo acompaña Olivia Cooke (Ready Player One, Sound of Metal, House of the Dragon), junto al gran Laurence Fishburne, quien creo no necesita introducción (Laurence siempre es gigante en lo que hace). Además, podemos ver un pequeño papel de Lin Shaye, la famosa médium de la saga Insidious. Todos aportan algo valioso a la película. Ya sea frialdad, locura, desidia, desesperación, emocionalidad… cada uno de ellos cumple un rol importante y lo saben llevar muy bien. Le creemos a cada uno lo que está haciendo, incluso cuando nada de lo que hacen tiene sentido.
El buen gusto cinematográfico, por favor. El director logra algunas imágenes que mezclan la belleza absoluta con un impacto visual grandilocuente, una master class de todo lo que el Zack Snyder del presente quiere ser y no puede. La emocionalidad enmarcada desde lo épico, resaltando los momentos justos para crear una emoción palpable. Y mientras tanto, la narrativa sigue ahí, impecable e impoluta, persiguiendo su búsqueda primaria sin perder de vista su propuesta. Las escenas se suceden una tras otras logrando captar nuestra atención al 100%, en una tribulación existencial a la que pocos exponentes pueden llegar dentro de este género. Ciencia ficción de la buena, señoras y señores.
The Signal es realmente increíble. Se sabe constantemente que algo pasa, pero nunca llegamos a imaginar cuál es el desarrollo completo. Con dos primeros actos muy buenos, todo el tercer acto es impresionante. Es cuando la película decide tirar toda la carne al asador y redobla la apuesta con creatividad, ingenio, y un nivel de imaginación realmente envidiable para cualquier escritor de ciencia ficción. No le falta nada ni le sobra nada. The Signal es redonda con lo que propone y no quiere ser más de lo que puede ser. Y en esa apuesta, es donde sale ganando.