The Return of the Living Dead (1985)

Seguramente mi amor por el cine de los 80s tenga algo de nostalgia. Quizás. Pero creo que también se le suma el hecho de que en aquellos tiempos se manejaban un montón de matices diferentes en el cine de lo que se maneja hoy. No había gente quejándose si los zombies son lentos o corren, no había reglas a seguir para que nadie se ofenda. Había una libertad inmensa, y una creatividad sin igual para poder plasmar esas ideas de forma visual, con las limitaciones de la época.
Si, también existían sus connotaciones negativas, no lo vamos a negar, pero creo que en los 80s había esa soltura de entender que el cine es cine, que es ficción pura, y que, dentro de la misma, cosas que hoy parecen absurdas, se podían tomar de forma muy seria. Y eso es lo que pasa justamente con The Return of the Living Dead: muchos creen que se trata de una comedia de terror, pero no lo es. Aunque no parezca, la película se toma muy en serio a sí misma y plantea varias cosas que, más tarde, se tomaron como referencia en el cine de zombies.
Incluso, hasta se permite jugar con el canon de la obra de George A. Romero, de una forma muy respetuosa siempre, pero apelando a muchos de los clichés de la época. El director es Dan O’Bannon, un hombre injustamente poco conocido, que escribió clásicos como Alien, Lifeforce o Total Recall, y dirigió sólo dos películas: The Resurrected y la que nos reúne en esta reseña. The Return of the Living Dead tiene un guion básico, pero que deja plasmar toda la creatividad que el director pretendía. El uso de los efectos especiales prácticos le dan vida a su idea.
De esta forma, hay escenas memorables, como la zombie cortada al medio sobre la camilla que admite que comen cerebros para aplacar el dolor que les genera estar muertos, los zombies pidiendo más paramédicos y más policías, y el famoso zombie negro (más conocido como “Zombie Tarman”) que solo grita “BRAINS”. Son películas que no se pueden medir con la vara de hoy en día, sería un error absoluto. Eran películas que buscaban entretener desde su propia impronta irreverente, pero sin hacer reír, sin llegar al ridículo dentro de su propio verisímil, sin buscar destacarse en nada, pero logrando el mejor de los resultados. La música, sin regalar una gran banda sonora, es memorable por lo amalgamada que se siente respecto a lo que vemos. Esos sintetizadores son amor en estado puro.
La película, al día de hoy, es un clásico del cine de terror, al menos para mí. Y no porque exista una fórmula para serlo, sino porque su paso por la industria dejó una marca. Si nos ponemos a analizarla, la película tiene todos los condimentos que se solían usar en aquella época: los desnudos, los personajes variopintos, y los militares haciendo experimentos secretos que siempre salían mal. Con un presupuesto de 4 millones de dólares, logró recaudar más de 14 millones, y aunque parezca poco, no olvidemos que estamos hablando del año 1985 y de una película de nicho. Su secuela, que si buscaba ser una comedia de terror, costó 6 millones de dólares y apenas recaudó 9 millones, matando así, momentáneamente, a la franquicia.
Volviendo a esta primera entrega, algo increíble que se puede ver, es lo poco que le importa seguir las reglas y las estructuras clásicas. Nos presenta de entrada a varios protagonistas, pero todos tan exagerados en sus comportamientos que si bien algunos nos caen mejor que otros, son todos olvidables, para poder hacer con ellos lo que quieran y que no tenga un impacto real en el espectador. Por otro lado, juega incluso con las pocas reglas que había hasta el momento en el cine de zombies, y propone algunas ideas nuevas bastante interesantes. Para que se den una idea, acá los muertos corren, hablan, e incluso sin inteligentes.
Este tipo de películas es de esas donde creo que es preferible que vayas a verla, porque lo que puede decir de ella seguramente sea poco. No es una película que permita un análisis profundo. Es un festín visual para quienes disfrutan del terror, de lo grotesco, de lo irreverente, de los buenos efectos especiales prácticos de la vieja escuela. Porque como dijimos en un principio, The Return of the Living Dead no tiene ni un buen guion, ni buenas actuaciones, ni una historia rebuscada ni grandes vueltas de tuerca. Pero tiene alma, tiene pasión por el terror. Es, quizás, de esas películas que no podés explicar exactamente por qué son geniales, es algo que simplemente lo sabés. Menos palabras y más cine, por favor.