The Last Voyage of the Demeter (2023)


Hay una herramienta narrativa visual que se suele ver mucho en el cine de terror, cuando el monstruo de turno se lanza sobre la cámara como si fuese a morderla. ¿Les conté alguna vez que tengo un rechazo muy particular por ese tipo de tomas? Siento que me descolocan como espectador, que solo buscan el golpe de efecto sin pensar demasiado en la narrativa que los contiene. Pero bien, empecemos por lo importante: lo primero que hace The Last Voyage of the Demeter, es comprender que no necesitamos ver el nacimiento de este personaje. Toma un capítulo del libro de Bram Stoker (el séptimo, precisamente), y establece todas las reglas.

Ya sabemos lo que va a pasar con el barco (si es que leímos el libro o vimos la película de Francis Ford Coppola), ya sabemos quién es el que va a bordo en esas cajas, se da por entendido lo de La orden del Dragón, y todo sigue su curso. No pierde tiempo en explicaciones que ya se dejaron en claro cientos de veces en el cine y la literatura. En ese aspecto, la película busca ser contundente, y no tanto narrativa.

The Last Voyage of the Demeter (2023) – Director: André Øvredal

Alguna vez escuché decir a alguien que la película Alien, tranquilamente, podría entrar en el género slasher, porque cumple con muchas de sus reglas. De la misma forma, esta producción tiene mucho no solo de ese concepto, con el cual adhiero, sino que incluso podría ser una suerte de Alien, pero en un barco en altamar. Siempre he creído que tanto en el espacio como en el océano, los climas que se logran generar son de los que me generan más pavor. Hay un sentimiento por sobre la inmensidad y la soledad, acompañada de la desesperanza absoluta de no poder escapar hacia algún otro lugar, que realmente puede crear historias muy concisas, con su eje en el encierro y, sobre todo, en la opresión que estos lugares provocan.

Si bien The Last Voyage of the Demeter está situada en un barco en el medio del océano, aplica, de alguna forma, el concepto anterior. La única salida es tirarse al medio del mar, en un panorama en el que claramente sería muy difícil sobrevivir, sobre todo con las fuertes tormentas que propone la película. Y si bien lo vemos varias veces a Drácula (ya desde el trailer), las muertes de los tripulantes van sucediendo una por una, creando un halo de suspenso bastante grande.

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Nosotros, como espectadores, ya sabemos lo que pasa de entrada, no hay grandes sorpresas. Sin embargo, los personajes van entendiendo de a poco lo que sucede, van aprendiendo sobre la marcha, y la propia incoherencia de lo que está sucediendo comienza a enfrentarlos, buscando al culpable entre la propia tripulación, generando rivalidades entre ellos. A diferencia de otras películas de terror, no se da por entendido todo de entrada, ni se acepta el aspecto sobrenatural sin cuestionarlo y negarlo casi hasta el final.

Por lo demás, André Øvredal, su director, hace un trabajo correcto en todos los apartados. El visual, por su lado, está realmente muy bien logrado. Desde su fotografía, pasando por los encuadres, las tomas, incluso los VFX, nos regalan una ambientación más que creíble y se siente acorde a la historia que se nos quiere contar. El trabajo de luces, los diseños en general, la locación, todo parece estar medido con meticulosa exactitud. El apartado sonoro, los silencios, la acción, el suspenso, el terror. Todo cae con el peso preciso y en su justa medida. Y si bien todo esto no tiene nada de malo, el problema es que, al final de cuentas, la película termina siendo tan correcta que no se arriesga a mostrar nada nuevo, incluso teniendo todo el potencial para hacerlo.

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Como pasa en La tormenta perfecta (The Perfect Storm, 2000), sabemos el final de entrada, por lo que el eje de la propuesta se centra en contar el camino recorrido. En ese aspecto, la tensión que se le impregna a las escenas es realmente intensa, muy bien construida. Como dije antes, hay un aire a slasher muy fuerte, con un andar lento pero a paso firme. En todo ese desarrollo, el terror brilla. No hay que esperar nada del estilo James Wan, o un terror más visceral al estilo Saw. The Last Voyage of the Demeter tiene su propia impronta, con un terror que se sustenta en el desarrollo de su propia construcción y no en el golpe de efecto.

La película no es nada vehemente sino todo lo contrario, y ese es el único punto que podría marcar como punto inflexivo. Como también dije antes, esa búsqueda de que todo sea correcto le quita un poco la calidad de autor, haciendo un tanto predecible cada situación y sin quemar demasiadas ideas. Es muy contemplativa consigo misma, sin darle paso a ese toque más carnal y pasional que tan bien le hace al cine de terror. Y que no se malinterprete: no estoy diciendo que estos detalles la convierten en una mala película. No va por ese lado. Es solo que considero que, a veces, romper las reglas es el mejor camino para permitir la sorpresa del espectador.

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