The Blob (1988)

El cine de Hollywood, muchas veces, responde a cuestiones políticas. En algún momento los malos fueron los rusos, bebiendo directamente de la Guerra Fría, así como también fueron los orientales, los centroamericanos, el islam, los terroristas o los alienígenas, llegando a otros límites de la imaginación. Había como una necesidad implícita de buscar un culpable para justificar la violencia de una represalia. El ojo por ojo socialmente aceptado. Y The Blob se tiñe un poco de esa impronta, quizás de una forma un tanto superficial, pero plenamente efectiva.

La película comienza presentándonos al típico personaje maloso, con campera de cuero, motocicleta y un cigarro en la boca, queriendo emular la rebeldía que encarnaba James Dean. Después se nos presenta también a la típica parejita entre la cheerleader y el jugador de futbol americano, que son buenos estudiantes, aplicados y personas que se mantienen dentro del correcto comportamiento que delimitaban los años 80s. El destino hace que estos tres personajes tengan que cruzar sus caminos, y mientras el maloso demuestra que no es tan malo como todos creen que es, el jugador de futbol americano es de los primeros en morir por ser tan bueno. Pero tranquilos, porque esto tiene una explicación.

The Blob (1988) | Dirección: Chuck Russell

Muchas de estas películas de los 80s no solo castigaban la libertad sexual (el género slasher se encargó de demostrarlo en más de una ocasión), sino que, de alguna forma, promovían “la ley del más fuerte”. Los héroes, o los que se terminaban salvando, no lo hacían por ser buenas personas o correctos, sino por ser los más aptos para sobrevivir, concepto completamente diferente. Este tipo de terror no recompensa al bueno, sino al valiente, al que se arriesga a romper las reglas del sistema. Había un tipo determinado de personajes que, o morían como héroes por enfrentar su destino, o salían victoriosos por arriesgarse a más. El tibio, el que se adaptaba al sistema, por así decirlo, no tenía lugar en este mundo.

The Blob tiene un notable y excelente apartado visual. No sólo todo lo que tiene que ver con prostéticas, efectos de maquillaje y animatrónicas, sino con la edición y las tantas superposiciones que podemos ver. Con las limitaciones de la época, como siempre suelo decir, se las ingeniaban para superponer a la “gelatina asesina” en el mismo lugar que los actores de carne y hueso, con óptimos resultados. La película de The Stuff, que se estrenaba tres años antes, ya había tratado de hacer lo mismo en un contexto bastante similar, y me gusta pensar que The Blob aprendió de lo bueno y lo malo que hizo The Stuff.

Otra review de un clásico de terror de los 80s: The Howling (1981)

Y es que la película tenía muchos expertos en la materia. Por un lado, su director Chuck Russell, que se hizo cargo de A Nightmare on Elm Street 3: Dream Warriors; y también vimos su magia en The Mask, dos películas donde los efectos especiales fueron importantísimos. Además, el encargado de los efectos de maquillaje fue Tony Gardner, quien trabajó en otras películas como Aliens, Nightbreed, Darkman, Army of Darkness, Lord of Illusions, Zombieland y muchísimas otras. Junto a él, tenemos a Robert DeVine, otro que trabajó en grandes clásicos como Blade Runner, Total Recall, RoboCop 2, Stargate, Face/Off, Godzilla, Armageddon, y otras.

Desde el lado de los protagonistas, tenemos a Kevin Dillon (Platoon, The Doors, Poseidon), el hermano menos conocido de Matt Dillon; le sigue una gran heroína ochentera (al menos en esta película) como Shawnee Smith (The Stand, Armageddon, The Island) quien más tarde fue parte importante de la saga Saw; e incluso podemos ver a una muy joven Erika Eleniak (E.T. the Extra-Terrestrial, Bordello of Blood, Dracula 3000), quien se haría conocida gracias a la serie Baywatch, y a una icónica escena en la película Under Siege junto a Steven Seagal, cuando sale semidesnuda desde una torta de cumpleaños gigante.

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The Blob tiene la magia esa de la que siempre hablo, pero a mi gusto y entender, es una película bien hecha. Más allá de su guion, hay una estructura, hay una intencionalidad, hay una búsqueda, hay un cuidado de todos los elementos que componen a la producción. Las escenas de terror son muy buenas, e incluso hay toda una enorme referencia, u homenaje, como prefieran decirle, a la saga Friday the 13th. Una película redonda, que no es para nada pretenciosa, y que vale la pena tener en formato físico, porque es un clásico que, al menos a mí, me marcó la infancia y pre-adolescencia.

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