The Antichrist (L’anticristo – 1974)

La primera escena ya nos marca el tono narrativo del resto de la película, así como también su aspecto técnico. Entre primeros planos incómodos, muchos cortes de cámara y una edición apresurada, la escena se torna un tanto densa, no desde el aburrimiento sino desde lo que se quiere contagiar. El actuar exagerado de los diferentes personajes, y lo presuroso y poco acertado de las situaciones en sí, rompen un poco con los climas pretendidos, pero aún así, hay un halo macabro en todo lo que vemos que, mínimamente, nos deja con mucha incertidumbre.
Como muchas otras películas de la época, la historia nos plantea la dicotomía entre el bien y el mal. Pero, a diferencia de otras premisas, acá vemos a una joven con un problema físico que está cansada de pedirle a Dios que la ayude y nunca recibir una respuesta, como nos puede pasar a cualquiera de nosotros. Su entorno, extremadamente religioso, la presiona para que encuentre la salvación, justamente, en el salvador. Sin embargo, un día luego de asistir a una suerte de misa pública con extremistas religiosos que lo único que tienen es la fe como escudo, a nuestra protagonista le llega un claro mensaje de lo que ella interpreta que es el Diablo. A diferencia de Dios, este la ha escuchado, ha sido concreto con su mensaje y, en consecuencia, ella comienza a sentir que esa es la salida.
Dicho esto, se plasma algo sin demasiado precedente en aquel momento. En otras películas, el Diablo (y digo Diablo de forma simbólica, porque se puede tratar de cualquier otro demonio o entidad) se apoderaba del cuerpo de inocentes o débiles que lo que menos querían era creer en estas fuerzas del mal. Sin embargo, en The Antichrist, se plantea una interesante vuelta de tuerca donde nuestra protagonista, por necesidad o desesperación, elige caer rendida a la oscuridad. Como si todo esto fuese poco, su padre está formando una nueva vida con otra mujer luego de la muerte de su esposa, cosa que la afecta directamente porque no solo se siente dejada de lado, sino también se encuentra celosa de quien podría ser su futura madrastra.
El enfoque de la película es claro. Se habla de la pérdida de la fe, de la crisis espiritual, de la tentación, de la debilidad. También se exponen a las sectas adoradoras del demonio, que por aquellos años estaban tan de moda, e incluso se menciona el Concilio de Trento, como una metáfora de la iglesia salvando al pueblo. Pero, para ir un poco más allá de todo este contexto religioso, en cierto momento se establece que nuestra protagonista tiene poderes psíquicos, por así decirlo. Esto le da un nuevo matiz a toda la propuesta, ya que abre un camino nuevo dentro de la espiritualidad religiosa de la que se venía hablando, dotándola un poco más de cuestiones sobrenaturales.
De ahí en más, la historia comienza a hacer foco en la posible recuperación de la lesión de nuestra protagonista, que según un psiquiatra que irrumpe a último momento, puede ser a causa del poder de la mente, obviamente dejando de lado la creencia religiosa. Muchas de las explicaciones o justificaciones que van apareciendo dentro de la historia de la película, tienen la particularidad de estar ahí solo para acomodar la narrativa. Es como si el guionista repentinamente se da cuenta que algo no cierra e inventa un personaje nuevo o una nueva situación sin ningún aviso, solo para que todo pueda seguir adelante aunque parezca algo absurdo. Es como que va saltando de un lugar a otro, abriendo nuevas posibilidades que antes no se habían barajado. Ese arrebato más tarde se va acomodando de a poco, pero no deja de sentirse raro.
El cine italiano se supo caracterizar por su fotografía. Esta película maneja un diseño de producción muy bien adaptado a lo que se necesita contar. Genera climas interesantes desde lo narrativo, y desde lo visual tiene una búsqueda más que intrigante. Tiene algunas cuestiones oníricas que no se sienten forzadas, como también algunos aspectos teatrales que logran muy bien su cometido por la puesta en escena, todo en pos de seguir alimentando el desarrollo del personaje protagonista. Recurre a varios momentos sexuales abrazando el cliché de que el demonio es impuro y sexualmente libre (al contrario de lo que proponía la iglesia) y tiene algunas escenas bastante fuertes, teniendo en cuenta que estamos hablando de una película de 1974.
No me quiero extender demasiado dentro de la historia ni en cómo se van desarrollando las cosas, porque no me gusta sentir que me expresó de más y le quito la sorpresa que puede tener la película. Solo me voy a limitar a decir que la sucesión de hechos es realmente arbitraría. Vamos saltando de escena en escena (como dije antes) sin mucha conexión más que una continuidad básica. Los hechos parecen inconexos, como si no hubiese consecuencias de los actos que vamos viendo. Esto tiene mucho que ver con lo que mencionaba anteriormente, con el hecho de lo arrebatado que van cayendo los diferentes personajes o los diferentes canalizadores de la historia. En síntesis, hay un gran problema con la narrativa y su continuidad.
En el primer párrafo hablé de los primeros planos que resultan incómodos. Eso se mantiene durante toda la película. Y también mencioné la calidad actoral de los personajes en general. Este apartado es el que, quizás, más te desconecta del verosímil de la película. Uno puede aceptar al Diablo, a las posesiones, a los objetos que vuelan por el aire. El problema es que la falta de emocionalidad de los actores hacen que nunca se vean realmente sorprendidos por nada. Todo lo que pasa es tomado con naturalidad, sin sobresalto alguno, incluso en los momentos más extremos. Los personajes se quedan parados, inmóviles, frunciendo el ceño solo cuando hay un primer plano y la cercanía de la cámara los pone en evidencia. Todo esto hace que el impacto que debería causar cada escena de terror pase casi desapercibida.
El primer acto nos pone a tono y se siente interesante. El segundo acto empieza a tomar todos los vicios planteados durante este análisis. El tercer acto tira todo por la borda. La película se hace lenta, tediosa por momentos. Todo se vuelve repetitivo, y los minutos finales son demasiado irregulares como para pertenecer a una película que expone al bien contra el mal. Algunos dicen que se parece a The Exorcist (estrenada un año antes), pero salvo por dos referencias, el resto no tiene nada que ver.