Tarot

Sé que estoy viejo. A mis 43 años no comulgo con gran parte de la mirada adolescente y no es algo que esté mal, de hecho, creo que es lógico. Ya pasaron más de 20 o 25 años del “Lucas adolescente” y el mundo ha cambiado muchísimo, a un ritmo frenético. Si hablamos de terror adolescente, tal como se postula esta película de nombre Tarot, es lógico que veamos de forma extrema y estereotipada, a un grupo de adolescentes haciendo estupideces. El problema de todo esto no reside en que yo como espectador no comparta la impronta de un grupo de adolescentes, sino que el error es creer que una película de terror adolescente tiene que tener sí o sí este tipo de estructuras, o de lo contrario no funciona. Hay dos caminos: caer en lo básico, como Tarot, o encontrarle la vuelta.

Talk to Me (2023), X (2022), Verónica (2017) o It Follows (2014) son perfectos ejemplos que llevan la adolescencia como parámetro protagonista pero no necesitan caer en el cliché, en la construcción trillada. Cuatro ejemplos de películas que supieron destacar, cada una con su propia impronta, justamente por arriesgar en diferentes decisiones creativas sin quedarse atrapadas en sus propias limitaciones. Pero Tarot es como esos periodistas que son tragados por su cadencia snob y plagian notas subestimando al lector, copiando el artículo original que alguien puso de su esfuerzo y virtud en escribir, con la finalidad de solo cambiar unas pocas palabras y pretender venderla como propia.

Tarot (2024) | Dirección: Spenser Cohen y Anna Halberg

La casona alejada de la civilización, las decisiones absurdas que se intentan justificar por el propio impulso adolescente, como si eso fuese la explicación de la maldad que los acecha. En el caso de Tarot, estamos frente a un grupo de personajes modernos, descontracturados, forzados, que adolece su propia adolescencia y están orgullosos de su plena juventud. Alquilaron una mansión para pasar unos días y, de repente, se quedan sin alcohol. ¿La solución? Romper una puerta con candado que tiene un cartel que dice “no pasar” (vale recordar que la casa es alquilada).

Esto les permite acceder, obviamente, a un sótano lleno de reliquias y objetos de colección, donde encuentran una caja con simbología entre astral y demoníaca tallada es su tapa, dentro de ella unas cartas de tarot extrañas, y como si eso fuese poco, la experta en tarot y astrología de turno dice que no es buena idea hacer una lectura con cartas ajenas. Incluso cuando se abre la caja, suceden cosas extrañas. Más tácito imposible, ¿verdad? Al parecer, a nadie le llama la atención porque están de fiesta y son jóvenes en la plenitud de su libertad, algo que al parecer para este tipo de película, logra romper con el sentido común y la coherencia necesaria.

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Pero claro, ¡son adolescentes! ¡Están de fiesta! ¿Cómo no van a tomar el camino más idiota posible? Esto lleva a que la experta tarotista tire las cartas al resto de sus amigos. ¿Para qué, se estarán preguntando? La pregunta se responde sola: la obviedad, lo predecible, la ausencia de creatividad argumental. Como se podrán imaginar, las cartas determinan los próximos eventos de cada uno de ellos. ¿Creen que esto que estoy diciendo es un spoiler? Los invito a ver la película y escribirme a cualquiera de mis redes sociales para contarme si no es algo que resulta obvio por su mera construcción. Literalmente nos explican no solo lo que va a suceder, sino cómo va a morir cada uno. Lejos queda el suspenso, la espera de un buen guión, de algún giro argumental inteligente. Preparemos nuestras mentes para un manojo de jump scares baratos y finjamos demencia con este nuevo exponente de ese terror moderno que hace años viene vapuleando al género.

Como dije antes, la película no es solo predecible por su estructura y construcción, sino porque el tarot le dio forma al destino de estos personajes. Incluso así, con todo tan digerido y explícito, se ven en la necesidad de explicar todo lo que va a pasar frente a la muerte de cada uno. Si aún no se dieron cuenta, es de esas películas donde de entrada sabemos quién o qué es lo que asesina, por ende la energía la ponemos en cómo van a ser esas muertes. La diferencia es que en Tarot, ni siquiera tenemos el factor sorpresa de esas muertes por lo que detallé anteriormente. No hay suspenso, no hay misterio, no hay sorpresa ni impacto. ¿Con qué nos quedamos? Con unos seres horrorosos muy bien diseñados, que son una representación viva de los dibujos que vimos anteriormente en el mazo de cartas maldito.

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Pero las cosas no se quedan ahí. Como son adolescentes, escuchan podcasts y tienen el teléfono celular como una extensión de su cuerpo (otro aspecto trillado del terror moderno cuando se siente forzado). Y frente al descubrimiento de que las lecturas de las cartas de tarot que hicieron al inicio de la película son las culpables de todo lo que viene pasando, buscan ayuda en Google. Sí, tipean una simple palabra en el buscador, entran al primer resultado que les parece llamativo e intentan contactar con una bruja que ha dejado su número celular y su mail en una web de dudosa calidad.

¿Mencioné que la bruja es mexicana? Porque obviamente, así como todos los orientales en las películas de producción estadounidense saben artes marciales, todos los latinos sabemos sobre brujería, magia negra y espiritismo. ¿Cómo manejamos la expectativa de la empatía frente a este tipo de sucesos? Es imposible generar algún tipo de conexión con estos personajes. No podemos empatar ni sus dolencias, ni sus pesares. Se siente como si la película nos estuviera tomando el pelo constantemente, pero no como parte de su búsqueda, sino como parte de sus falencias.

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Y como dije antes, el único punto positivo de esta producción es el diseño de sus monstruos, por así decirles. El resto es un descomunal sinsentido que intenta aferrarse al reposo cómico del actor Jacob Batalon (el amigo del Spider-Man de Tom Holland) pero termina siendo insoportable (hace el mismo papel insoportable que en las películas de Marvel). Los culpables de esta incordia son sus directores y guionistas, Spenser Cohen y Anna Halberg, ambos en lo que supone ser su primer largometraje, basándose en el libro titulado Horrorscope.

Quizás sea la falta de experiencia y el aspecto novel de ambos directores, no lo sé, pero me asombra el hecho de pensar que, primero, alguien escribió esto y le pareció una buena idea. Segundo, que alguien haya aceptado ese guión y haya puesto dinero en producir una película de este estilo. Como dije al principio, sé que estoy viejo, pero no soy de los que cree que todo está perdido. Son este tipo de películas sin alma las culpables, las que me generan una fuerte acidez audiovisual.

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Trap (2024)

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