Stopmotion

Los procesos creativos no se pueden cuantificar, ni estructurar. Ni siquiera poner bajo una lupa. Al menos para mí, la misma creatividad y el trabajo creativo están directamente conectados con el estado emocional de la persona, y muchas veces, el resultado depende de -justamente- la emocionalidad que el artista maneje en ese preciso instante. Su estado de ánimo, su presente salud mental. Los primeros minutos de Stopmotion (2024) me dieron muchísimo para pensar y decir. Me considero, de alguna forma, artista, y hay pequeños detalles que la película saca a relucir que interfieren directamente con el alma de alguien que vive -o vivió- del arte. Pero el eje de la historia se genera mediante una relación tóxica entre madre e hija, con la madre menospreciando el aporte que puede hacer su hija, generando tensión y opresión desde un ego inmenso por ser una reconocida realizadora. Esto marca, de entrada, una pauta de lo que será la necesidad de expresión psicológica que nos va a traer esta cinta.

No tengo mi propia voz”, relata la protagonista. Y es el indicador de lo oprimida que vive a manos de su madre. De alguna forma, ella eligió (o no le quedó otra) ser una suerte de “esclava” de la grandeza de su madre, que por cuestiones fisiológicas ya no puede manejar con precisión sus obras de stopmotion. Para eso utiliza las manos de su hija, pero sin confiar plenamente en su capacidad. La dicotomía que genera esta diferencia entre madre e hija se plasma incluso en los planos, en ciertos detalles como los cuadros que hay en la casa e incluso el trabajo que están realizando. Es como si hubiese una fuerza que las separa y las convierte, a cada una, en su propio némesis perfecto, creando una dependencia abusiva desde un claro maltrato psicológico.

Existe una gran diferencia entre presión y opresión. La presión, una vez que se dispersa, genera liviandad y tranquilidad. La opresión, que hurga directamente en nuestra psiquis, una vez que se dispersa puede dejar un hueco, un vacío que nuestra mente tiene la necesidad de rellenar. Una tarea pendiente que arrastra nuestra emocionalidad. Una obsesión en forma de maldición. Y todo se convierte en la estigmatización de una persona rota por dentro, que no puede escapar de ese vacío y en el fulgor de querer avanzar, la locura comienza a golpear la puerta de nuestra estabilidad. Cada marca de esa opresión normalizada empieza a dar sus frutos, mostrando unas fuertes raíces que se aferraron a nuestro ser como un cáncer siniestro que nos carcome por dentro.

Siempre creí que el apoyo del entorno, de las personas importantes, es clave para el desarrollo de la autoestima. Si durante toda tu vida te dicen que no servís para nada, eventualmente podés terminar creyéndolo aunque no sea así, y vas a responder a ese pensamiento inducido. Eso puede llevar a tomar malas decisiones, intentando fomentar tu creatividad mediante factores externos solo por no creer en tus verdaderas capacidades. Esa es una consecuencia de crecer eclipsado por la mirada o el trato de alguien muy cercano, que en lugar de fomentar esperanza, traslada miedos e inseguridades por igual. Todo esto sigue evocando a lo que comentaba en los párrafos anteriores: la estructuración de una persona rota que no puede escapar de lo que le dijeron que es.

Otra review de una película que opta por el género del terror para plasmar la locura: Lovely, Dark, and Deep (2024)

Dicen que quienes más dejan salir a su niño interior, más dejan volar su imaginación y, por ende, mayor será esa creatividad buscada. Stopmotion habla un poco de todos estos tropos, como si los metiera dentro de una licuadora y quedaran todos vertidos en el mismo platón. Dolor, pena, alivio, frustración, liberación, culpa, temor, fantasmas del pasado que aún resuenan, la búsqueda de la propia identidad sin poder ver con claridad el camino a seguir. Toda esta simbología pesa sobre una persona rota que abraza de a poco la locura, y termina siendo parte de esa mezcla intrínseca que hace Robert Morgan (The ABCs of Death 2), el director, en una constante metáfora con gusto a celuloide. 

Stopmotion habla de una artista obsesionada que, por todos los motivos ya expuestos, comienza a mimetizarse con su propia obra, dejando de distinguir la ficción de la realidad. Esto se traslada desde la pantalla hasta el espectador, jugando con los límites de la realidad para generar ese efecto de incomodidad y rareza constante. La película tiene muy buenas ideas, y sabe cómo llevarlas adelante. Sin embargo, extrapola más de lo necesario (a mí gusto y entender, claro está) la intencionalidad de plasmar todo mediante metáforas, lo que hace que, por momentos, la búsqueda se sienta un poco extraña, desconectada. El estilo narrativo está muy bien, pero pierde algo de fuerza en las formas.

Otra review, dentro del terror, que se aferra a la locura como consecuencia de los fantasmas del pasado: Nocebo (2022)

Hay detalles en los diálogos que dicen mucho más de lo que aparentan. En contraparte, hay detalles visuales que se sienten fuera de lugar, que parecen tener vital importancia pero que resultan ser intrascendentes, presos del impacto visual en una historia que centra su fuerza en el desarrollo psicológico del personaje principal. Seguramente, Stopmotion sea de esos exponentes que tienen cientos, miles de lecturas diferentes. Quizás, una diferente para cada espectador. Para una película llena de tanto mensaje en forma de alegorías, símbolos y figuras, el final se siente demasiado literal. El desplome de la ficción contra la realidad se hace demasiado tácito y se aleja del horror para meterse en la fantasía. Lo que venía siendo una pesadilla Freudiana se convierte en un cuento de los hermanos Grimm. Y no lo digo como algo necesariamente negativo. En este punto, cada uno sacará sus propias conclusiones.

Companion (2025)

Cuando acecha la maldad (2023)

Cuckoo (2024)

Demons (Dèmoni – 1985)