Society (1989)

¿Les pasó alguna vez eso de sentirse sapo de otro pozo con un grupo determinado de personas? De sentir que no encajan, que hay otros valores, otra mirada sobre la vida, otra forma de encarar el mundo. ¿Nunca sintieron que Uds. viven una realidad diferente a la que viven otras personas? De eso trata Society, o al menos esa fue mi interpretación de un argumento bastante absurdo que intenta plantear dilemas morales, pero lo hace una forma bastante particular.

Y cuando digo “particular”, no me refiero ni a que lo hace mal, ni a que lo hace bien. Bueno, no sé si logra su cometido realmente, pero siento que en gran parte es por las formas del director. Quizás, entonces, para entender lo que intento expresar, hay que hablar de su director, Brian Yuzna. Casi todo su trabajo se centra en el cine de terror, y así como Quentin Tarantino y Robert Rodríguez formaron una dupla cinematográfica juntos, Brian Yuzna hizo lo mismo, varios años antes, con otro director reconocido: Stuart GordonYuzna creo la productora Fantastic Factory junto al director español Julio Fernández, que era parte de otra reconocida productora española llamada Filmax.

Society (1989) | Director: Brian Yuzna

Bien, seguramente si no conocen el trabajo de estas personas y productoras, se estarán preguntando: ¿y que tiene que ver todo eso? La respuesta es simple: el director tenía su propia (y extraña) impronta. Todo comenzó con Society, donde marca una forma propia de hacer cine. El terror bien gutural, el body horror extremo llegando a límites absurdos, las situaciones enfermizas y perversas. Esas cualidades lo definían como director, y más tarde se pudieron apreciar nuevamente en películas como Bride of Re-Animator, Return of the Living Dead III, The Dentist, Faust: Love of the Damned o Beyond Re-Animator, entre algunas otras.

De nuevo, todas esas cualidades con las que definí al director, se dejan ver en Society, con ciertos altibajos. Es su primera película y se notan las influencias de otros directores del género, pero aún así, Yuzna logra crear su propio legado, si se me permite. Lo que intenta hacer en esta producción, es mostrar de una forma muy visual un terror mucho más metafórico del que se solía ver por aquellos tiempos, jugando con la psicología del personaje principal, con una verdad manipulada y personajes que no son lo que parecen ser. El problema es que la película pareciera nunca tomarse en serio a sí misma, y muchas escenas terminan teniendo algunos toques de comedia involuntaria que dejan todo a medio camino. Lo que queda en pie, entonces, es el carácter extremadamente bizarro.

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Hay muchas películas de terror adolescente que enfocan parte de la problemática de los protagonistas o de sus amigos, en las relaciones que tienen los mismos con sus padres, sobre todo cuando son parte de la alta sociedad. En este caso, el título de la película ya lo dice todo, o al menos nos da una idea de lo que vamos a ver. El conflicto del protagonista pasa, justamente, por tenerlo todo, pero, al mismo tiempo, sentirse ajeno a sus logros por tener unos padres que no le prestan atención. Este personaje es el clásico deportista, que resulta ser presidente del consejo estudiantil y, como si fuese poca cosa, también tiene éxito con las mujeres, o al menos así lo muestran en la película.

Y hago mención de esto último porque, en una película de adolescentes de aquella época, este punto era más que importante, era como un logro al que solo el macho cabrío de turno podía acceder, como si fuese una suerte de trofeo que marcaba la diferencia. De hecho, varios años después es algo que American Pie seguía dejando en claro. Dicho todo esto, el protagonista goza de popularidad y lleva una vida sin demasiados problemas, pero tiene unos padres que, por su comportamiento lleno de desidia hacia él, lo hacen sentir menos. Sobre todo, cuando se compara con su hermana, a la que tratan como una verdadera princesa. Todo esto es el disparador del primer párrafo que escribí, porque lo que nos dan a entender es justamente eso: nuestro pequeño deportista y presidente estudiantil, tiene todo menos el amor de sus padres, y eso lo hace sentir incompleto, diferente. Ajeno.

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Si bien la película establece el tono rápidamente con todo esto que comenté anteriormente sobre el director, a los padres se los presenta como elitistas, clasistas si se quiere, interesados solo por cuestiones más frívolas que las que el protagonista necesita. Pero eso no los hace malos, por así decirlo, hay una ambigüedad con la que también se juega mucho, esa diferencia de realidades en la que las cuestiones morales definen a cada uno de los personajes. Ahí es cuando el protagonista comienza a tener ciertas visiones extrañas, como alucinaciones, que lo hacen sentirse incómodo o extraño en momentos donde todo su entorno aparenta estar dentro de una normalidad que le resulta ajena. Esa va a ser la búsqueda del director durante gran parte del metraje: el contraste, la yuxtaposición de realidades.

El problema, al menos a mi gusto, es que la construcción del personaje es un tanto burda y poco definida, porque él ya es extraño por naturaleza. Se presta a situaciones incómodas por decisión propia, incluso cuando podría comportarse de una forma mucho más “normal“, sobre todo si tenemos en cuenta que busca la constante aprobación de sus padres. Tiene muchos comportamientos bien marcados, que van más allá de esas alucinaciones, que lo convierten, al menos en el primer tramo de la película, en un personaje bastante extraño y un tanto perverso, pero que, al final de cuentas, sirve como excusa para disparar las escenas de terror. Esta poca definición en el actuar del personaje afecta esa búsqueda de contraste de la que hablaba en el párrafo anterior. Y nos aleja, por completo, de poder generar alguna empatía hacia su persona.

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Y todo este problema se expande. El contrapié se genera también en el desarrollo de la historia. Si bien ya quedó en claro la clase de director que es Yuzna (incluso sin conocer su obra posterior), hay un equilibrio nulo dentro de la narrativa de la película, no tanto por lo que cuenta, sino por cómo lo muestra. Hay escenas que parecen salidas de una telenovela barata de sábado por la tarde, otras que son dignas de películas del estilo ‘Los bañeros más locos del mundo’ con Emilio Disi, Alberto Fernández de Rosa, Gino Renni y Berugo Carámbula, atravesadas por actuaciones que hacen muy complicado el disfrute, no solo por ser acartonadas, sino porque muchas escenas o diálogos son realmente irreverentes, de forma negativa.

Se puede catalogar a Society como una película de terror y comedia, pero claramente tiene muy poca gracia y sus intentos de comicidad pasan más por lo absurdo que por el comentario irónico y fortuito. Y sí, la película en sí es una gran metáfora a la clase alta, sus miembros y la sociedad que construyen como si fuese un imperio del que muy pocas personas pueden ser parte y, para ello, deben seguir ciertas reglas para pertenecer, haciendo alusión, por ejemplo, a los masones y su control social desde el poder y la manipulación de sus espacios comunes. Lamentablemente, esa metáfora con gran peso que se siente como parte importante de la historia, no se refleja de forma concreta en la narrativa que propone el director, haciendo que todo se reduzca a que recordemos la película por varias escenas gore con efectos prácticos bien logrados que rozan el morbo y parecen ser parte del sueño húmedo de un David Cronenberg adolescente.

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