Smile (2022)

El terror psicológico ha crecido en popularidad en los últimos años, eso no se puede negar. Y cuando digo “últimos años” quizás me refiero a los últimos 30 años, lugar al que Smile (película que nos reúne en esta oportunidad) ingresa tímidamente. El principal problema es cuando esta definición se confunde y se le comienza a decir “terror psicológico” a todo lo que no es, justamente, terror psicológico. Hay cineastas que supieron explorar los miedos más profundos del ser humano, a menudo empleando metáforas para abordar el trauma, la angustia y el terror existencial. Pero esto no es algo nuevo: exponentes como Funny Games (Michael Haneke, 1997) o The Machinist (Brad Anderson, 2004) sientan bien sus raíces. Películas como It Follows (David Robert Mitchell, 2014) o Hereditary (Ari Aster, 2018) supieron también destacar. Todas ellas son experiencias únicas que combinan tensión sostenida con un trasfondo psicológico sólido, haciendo hincapié en los climas y las atmósferas que se generan por la propia impronta emocional de los personajes.
Sin embargo Smile (2022), dirigida por el novato Parker Finn, no consigue replicar esa magia, ni esos tonos, ni esa búsqueda. Va a por el impacto visual, el jumpscare y la cosa más circense del cine, dejando de lado todo lo que significa ser “terror psicológico”. Pero como siempre suele pasar, la película tuvo éxito comercial y al parecer eso es una buena excusa para adorarla, aunque se vea lastrada por una trama predecible y una falta de profundidad que impide su trascendencia dentro del género. Quizás la falta de dignos exponentes a nivel comercial genera que cualquier cosa que sea pasable se destaque como única e imparcial.
Smile comienza con una premisa que podría parecer intrigante: una maldición que se transmite de víctima en víctima (It Follows, ¿sos vos?), dejando una estela de locura y muerte a su paso, aunadas por un particular detalle en común, que es lo que le da vida y gracia al aspecto visual (al marketing y a la promoción) de la película. ¿Sería lo mismo Smile sin las imágenes de las sonrisas forzadas? Sin embargo, este concepto, que recuerda a películas como The Ring (Ringu, 1998) también, rápidamente se torna derivativo y pierde su fuerza. No hay un origen claro o explicación convincente para la maldición o para la sonrisa en sí, nada que tenga peso suficiente para justificarlo, y esto resulta en una historia que no consiguió mantener, al menos, mi interés. La falta de una mitología coherente detrás de la maldición debilita su impacto, haciendo que los sustos sean meramente superficiales. Retomando lo que expresé en los párrafos iniciales, creo que la mejor definición es esa: Smile intenta ser profunda y consciente de sí misma, pero es meramente superficial.
Y es acá donde la comparación con It Follows me resulta inevitable. Ambas películas exploran la idea de una maldición transmitida, pero mientras que la película de David Robert Mitchell utiliza este concepto para crear una atmósfera sofocante y paranoica, Smile apenas da algunos pasos hacia su cometido. It Follows brillaba por su innovación conceptual y por la tensión constante que lograba al hacer que la amenaza siempre estuviera presente, incluso en los momentos más tranquilos, regalando un completo sentimiento de desamparo y vulnerabilidad. Smile no consigue lograr, ni por cerca, ese impacto, aunque pretende. Los intentos por generar terror son predecibles y la amenaza nunca se siente como una presencia omnipresente. Todo está hecho para el espectador y nunca se siente orgánico dentro de la narrativa. El resultado es una película que, aunque intenta emular el éxito de It Follows, falla al no tener su propia voz.
Porque a mi gusto y entender, uno de los mayores inconvenientes de Smile radica en la completa desconexión emocional entre los personajes. La protagonista, interpretada por Sosie Bacon (Charlie Says, The Last Summer, Mare of Easttown), es una terapeuta que, tras presenciar el violento suicidio de una paciente, comienza a experimentar sucesos paranormales. Aunque Bacon entrega una actuación sólida, el guión no le da el material necesario para explorar a fondo el terror psicológico que su personaje atraviesa. La relación de este personaje con los demás, especialmente con su pareja (interpretada por Jessie T. Usher), carece de química y profundidad, lo que hace que las interacciones entre ellos se sientan forzadas y poco naturales. Nulo, por así decirle, al desarrollo de los personajes, que son quienes finalmente nos deberían transmitir sus vivencias a través de sus emociones.
Esta falta de conexión emocional entre los personajes, como decía, afecta la narrativa de manera crucial. Los conflictos y las relaciones parecen estar ahí simplemente para cumplir con los requisitos de la trama, pero no aportan nada significativo. Las decisiones erráticas de los personajes contribuyen a que el espectador no logre identificarse ni preocuparse por lo que sucede, lo que debilita cualquier intento de construir una atmósfera emocionalmente fuerte y profunda. Obviamente, no pretendo sentarme a ver Smile y tener unos personajes del nivel de Mulholland Drive (que en paz descanses, viejito hermoso), pero mínimamente que cumplan el básico cometido de transmitirme algo.
Así como vengo escribiendo todos estos párrafos donde dejo bien en claro mi postura sobre esta película, es importante destacar que no todo en Smile es negativo. Hay momentos que funcionan bien, como la escena del cumpleaños, que logra crear una atmósfera de tensión genuina y que es una pena que no hayan mantenido esa composición y estructura para el resto del metraje. En esta secuencia, el terror psicológico y el horror visual se entrelazan eficazmente, brindando un momento memorable. Quizás no sea algo trascendente, pero al menos es memorable dentro de la propia película. Se siente la búsqueda, el tono, la construcción de una intencionalidad que se abraza a la historia. Sirve como un pequeño y breve cortometraje entre tanta arbitrariedad.
El desenlace, aunque pretende ser impactante, deja una sensación de decepción. ¿Qué es lo que estamos viendo y cómo encaja con todo el resto? ¿Cómo encaja esto con la narrativa? A pesar de crear una atmósfera de creciente desesperación, la resolución se siente predecible y carente de sorpresa. Al llegar al final, el espectador se queda con la impresión de haber visto algo ya explorado en otras películas, pero sin la misma creatividad. Además, los conflictos familiares y las relaciones que intentan dar un trasfondo emocional a la historia no logran tener el peso necesario en la trama, quedando como elementos decorativos sin verdadera relevancia. Parece como si el impacto visual tuviese más relevancia que la esencia del planteo.
El director parece no encontrar un equilibrio entre los momentos de calma y los de tensión, lo que termina afectando la experiencia general. Hay escenas largas con poco contenido y las escenas que necesitan adentrarse en cualquier tipo de desarrollo, desaparecen de forma veloz y repentina. El resultado es una cinta que, aunque tiene buenas intenciones, no consigue sostener la atención de manera consistente. Es de esas historias que intentan contar algo sin contar nada realmente interesante. Es como una arbitrariedad en la vida de los personajes que termina teniendo peso específico sólo cuando el guión lo necesita o cuando el espectador está cerca.
La falta de originalidad, como dije anteriormente, es otro de los puntos débiles de Smile (y seguimos contando). Parker Finn parece depender demasiado de fórmulas ya probadas dentro del género, completamente desgastadas, sin arriesgarse a ofrecer algo nuevo. Esto, sumado a su ritmo desigual y su final predecible, deja una sensación de oportunidad desperdiciada. Aunque el terror psicológico está lleno de posibilidades, Smile no explora ni se gasta en innovar dentro de ese espacio, quedándose en una zona de confort que no consigue generar verdadero impacto. De nuevo, no pretendo que cada película de terror me genere lo que me generó Host (Rob Savage, 2020), Hellbender (John Adams , Zelda Adams , Toby Poser, 2021), Cuando acecha la maldad (Demián Rugna, 2023), Talk to Me (Danny Philippou , Michael Philippou, 2023) o tantas otras, pero al menos me gustaría que no se construyan a partir de detalles soso y planos, presos de la desidia argumental.