Sick (2023)

Nunca fui amante de la saga Scream. Creo que la primera entrega me gusta, sin volverme loco, pero hasta ahí llego. Entiendo que para algunas generaciones se sintió como el revival del género slasher, pero yo nunca pude enganchar. Siempre sentí que tanto Scream como varios de los exponentes que llegaron más tarde, estaban más atentos a los juegos de cámara que al desarrollo de la tensión.
Es difícil explicar lo que siento. Creo que hay películas que utilizan a las cámaras y los encuadres como una herramienta para contar una historia, y otras películas que utilizan esto mismo como si fuesen un espectador que te está explicando lo que está sucediendo. Por ende, estas películas necesitan de las cámaras para generar algo, los encuadres y lo que sucede en ellos sólo tiene sentido para nosotros, los espectadores, pero dejan afuera a los protagonistas.
Por ejemplo: escena entre dos personajes. Uno está sentado en el sillón, y el otro parado de espaldas a un pasillo con una escalera. Charlan entre ellos, la cámara toma a uno, toma al otro, y en cierto momento, cuando enfoca al personaje que está parado, vemos de fondo la silueta del asesino. La cámara vuelve al que está sentado, y cuando regresa al otro personaje, la silueta ya no está. ¿Con qué necesidad un asesino serial hace eso? En la “realidad” que maneja la película no tiene sentido, no cumple una función que sea activa para con los protagonistas. Por ende, solo funciona para las cámaras. A eso me refiero.
¿Por qué traje todo esto a colación? Porque Kevin Williamson es el escritor de la Scream original, y también de Sick, donde repite toda esta formula de un asesino enmascarado con cuchillo que corre gente dentro de una casa y al que golpean con sartenes y otros utensilios de cocina. Si bien hay notables diferencias entre Scream y Sick, la principal es que esta vez el contexto pandemia le da forma a la historia y a su resolución.
Y creo que, en consecuencia también a todo este embrollo que intenté comunicar en los primeros párrafos, está el hecho de que se presenta al asesino como si no tuviese un motivo para asesinar más que el placer de hacerlo, pero en realidad hay una vuelta de tuerca que anula todo esto y, sinceramente, le quita bastante fuerza a la propuesta porque no tiene sentido. Es como que todo escala demasiado rápido y te hace pensar “¿era para tanto?”. Si, claramente hay algo en la mente del asesino que no está bien, pero en la película te presentan esa justificación como si realmente tuviese el peso necesario. Dentro de una aparente crítica social, la película justifica estos asesinatos.
Entre el principio y el final, donde se revela toda la cuestión, hay un montón de escenas completamente predecibles. Pero predecibles al nivel “seguro que aparece desde aquella puerta”, y el asesino aparece desde esa puerta. “Seguro que se tropieza con tal cosa”, y el asesino se tropieza con eso que viste ahí en primer plano. A mi gusto, no hay una construcción del suspenso como tal, muchas escenas están contadas como si se tratase de una comedia corporal, donde el timing de todo es perfecto. Tal cosa suena en cierto momento para que la protagonista mire hacia otro lado y el asesino pueda pasar por el fondo caminando sin ser visto. Además, hay muchas situaciones y diálogos que resultan absurdos si nos ponemos a pensar en el verosímil que plantea el director.
La película está dirigida por John Hyams, el responsable de títulos como Universal Soldier: Regeneration o Universal Soldier: Day of Reckoning, además de haber dirigido varios capítulos de series como Black Summer o Z Nation. En el guion, como ya dijimos, tenemos a Kevin Williamson (Scream, I Know What You Did Last Summer, The Faculty) junto a Katelyn Crabb, quien es parte del equipo creativo de Williamson y lo ayudó también a escribir la Scream de 2022. Las protagonistas son Gideon Adlon (The Craft: Legacy) y Bethlehem Million en lo que supone su primera participación en un largometraje. Ambas cumplen muy bien con sus respectivos roles, quizás siendo lo único que me atrapó de toda la película.
En resumen: creo que Sick no era para mí. La narrativa no me convenció en ningún momento, hay un montón de situaciones, como dije en un principio, diseñadas solo para que funcionen con el espectador, que le quitan credibilidad a todo lo que sucede. Hay decisiones del asesino que se contradicen, el típico “te persigo durante dos horas intentando matarte y cuando te alcanzo no te mato y te explico toda la trama”. Y no escribo esta reseña desde la postura de “¡slashers eran los de antes!”, sino más bien siendo consciente de que hay grandes exponentes en el género, que no caen en estas decisiones, más allá de los clásicos, como Cry Wolf, The Hills Run Red, Redd Inc., Stage Fright, The Scarehouse, The Town that Dreaded Sundown, y tantas otras. Dicho sea de paso, toda la “critica” a la pandemia y al comportamiento de la gente, se siente demasiado forzada.