Salem’s Lot (1979)

Salem’s Lot fue mi puerta de entrada al mundo de Stephen King. Empecé a leer y escribir cuando tenía 12 o 13 años, y mi tía siempre me hablaba de esta película. Conseguí el libro, lo leí, y quedé maravillado. Más tarde, y por insistencia, la dueña del videoclub de barrio donde siempre iba a alquilar películas, me consiguió el VHS de la cinta de Tobe Hooper. Para ser sincero, no recuerdo lo que sentí aquella primera vez que la vi. No tenía más de 14 o 15 años y una película que dura 3 horas no era algo común y corriente para aquellos tiempos. En aquel momento no sabía que no se trataba de una película per se, sino que era una miniserie. Había ciertos conceptos que aún no manejaba.
Sin embargo, al tiempo la volví a alquilar. Incluso, la grabé y la sume a la colección de películas en VHS que tenía en aquel momento. Años más tarde, en 2004, apareció una miniserie de dos capítulos, que tenía como protagonista a Rob Lowe junto a Donald Sutherland y Rutger Hauer. Aquella era una buena adaptación, pero no tenía esa mirada tan particular que tenía la original de fines de los 70s. A modo comparativo, volví a ver la cinta original e, incluso, volví a leer el libro. Por algún motivo que no sabría explicar, esta historia quedó grabada en mi cabeza, pero no volví a ver la película en cuestión en más de 15 años. Hasta ahora, y las cosas no resultaron ser como estaban plasmadas en mi mente.
Salem’s Lot arranca y, recién promediando la hora de metraje, comienza a pasar algo. Tal como pasa en el libro, la historia se toma su tiempo en presentar a todos los personajes y las situaciones que los rodean. Tenemos al personaje principal, un escritor que vuelve a su pueblo natal para escribir un libro basado en una casona antigua que siempre se creyó embrujada. Por otro lado, tenemos la historia de un niño que está preparando una obra de teatro para el colegio, y es fanático de toda la cultura del terror.
También tenemos a una pareja cuyo marido es engañado por su esposa; un hombre que trabaja en el cementerio local; y, por último, el interés romántico de nuestro protagonista. Poco a poco, a cocción lenta, la historia se encarga de mostrarnos todas las situaciones que envuelven a los distintos personajes, sus problemáticas, y las va resolviendo una por una, a pesar de que, en algún punto, todas se cruzan entre sí.
Quizás no sea necesario, pero me gusta aclarar que para sentarse a mirar estas películas siempre hay que entender el contexto, sobre todo lo que respecta a su fecha de estreno. No estoy diciendo que uno tiene que saber el contexto histórico de 1979, pero para no caer en críticas o análisis infundados, al menos hay que entender que por aquel entonces, el cine contaba con otra dinámica y el terror se entendía de otra forma, al menos cuando hablamos en general.
Obviamente hay excepciones. The Exorcist (El Exorcista) ya se había estrenado en 1973 y para el 79 ya teníamos Alien también, pero Salem’s Lot es de ese otro montón de películas que toda se regían bajo las reglas del terror de los 70s, e incluso me atrevo a decir, que aun para su época se sentía un poco vieja. Ya existían The Last House on the Left (La última casa a la izquierda, 1973), The Hills Have Eyes (Las colinas tienen ojos, 1977), incluso el propio Tobe Hooper había hecho The Texas Chain Saw Massacre (La Masacre de Texas, 1974), pero no hay que olvidar que, precisamente, Salem’s Lot se trata de una miniserie, y la cadencia de ese formato se siente en cada uno de sus segundos de metraje.
Dicho esto, hay algunas cosas a resaltar en esta adaptación. Las actuaciones, por ejemplo, si bien no es que sean malas todas (algunas dejan mucho que desear), la realidad es que se sienten bastante planas. No sé si es realmente parte de una búsqueda desde el lado del director, para crear algo tácito que rodea a la gente de este pueblo, pero es algo que se puede ver caracterizado en la forma de expresarse de los actores. Todos tienen miradas llenas de desidia, su forma de hablar, su forma de expresarse incluso en momentos donde la emocionalidad debería tomar las riendas del asunto.
Es como si muchos de ellos no tuvieran ganas de actuar, por así decirlo. Todo funciona a media máquina en este apartado, teniendo en cuenta la importancia que se le da a la construcción de todas las historias al menos en las primeras dos horas de metraje. No se nos invita nunca a generar empatía con ninguno de los personajes, y directamente, no nos llega a importar lo que les pueda llegar a pasar.
Otro de los problemas es que esta miniserie se siente vieja incluso para el momento en que se hizo, como dije antes. Hay toda una cuestión narrativa con la falta de consecuencias. En sus tres horas de extensión, ocurren muchas situaciones que no tienen un objetivo claro. No llevan a ningún lado, ni explican nada nuevo. Solo pasan por pasar, por el hecho de ocupar metraje y no tienen impacto alguno en la historia. Estos detalles, muchas veces, le logran quitar credibilidad a los climas o ambientes que se pretenden generar, afectando directamente la dinámica de la narrativa.
Salem’s Lot no era lo que recordaba. Yo no soy el mismo que en aquel momento, ni me generan miedo las mismas cosas y, claramente, tengo otras inquietudes. En otros exponentes, donde la melancolía me podría acompañar y los recuerdos podrían influir en mi análisis, las cosas seguramente son distintas. Pero Salem’s Lot no me llegó a generar ese terror que trasciende fechas, estados emocionales o contextos.
Me pasó cuando volví a ver de grande Pet Sematary (Cementerio de animales, 1989), Carrie (1976), Halloween (Noche de Brujas, 1978) o The Amityville Horror (Terror en Amityville, 1979), todas ellas volvieron a despertar eso que se había generado la primera vez que las vi. Pero con esta producción no me pasó lo mismo. Quizás sea lo acartonado que se siente el guión, la poca credibilidad de lo que sucede, la absurdo de las distintas situaciones planteadas, el poco amor en el detalle. No niego que Salem’s Lot sea un clásico, pero es uno de esos qué, al menos a mí, no me despierta nada.