Queen of the Damned (2002)

En los 90s se originó una seguidilla de factores que iban a terminar formando, culturalmente, mi personalidad. Nacido en 1980, los 90s marcaron mi preadolescencia y mi adolescencia. Ya me consideraba un fanático del terror, desde los 8 años cuando vi por primera vez A Nightmare on Elm Street (1984). Los vampiros eran (y siguen siendo) mis monstruos clásicos favoritos, por lo tanto, cuando empecé a hurgar el amor por la literatura, Anne Rice fue una de mis primeras opciones. Interview with the Vampire (1994) fue una película reveladora en ese sentido, con grandes actores y una premisa muy marcada. Pero las cosas no iban a quedar ahí.
MTV era el canal que forjaba las mañanas, tardes y noches de aquellos que amábamos la música. En aquel entonces, bandas como Guns N’ Roses, Sepultura o Pantera eran lo que, personalmente, más escuchaba, junto a otros artistas como Cypress Hill, Notorious Big, 2pac, Wu Tang Clan y tantos otros exponentes del rap. Slash me había conquistado y fue por él que empecé a tocar la guitarra. Cuando llegó el new metal de la mano de bandas como Korn, Deftones o Limp Bizkit, sentí como si se hubiera generado un espacio del cual me sentía parte. La mezcla de ritmos y géneros, los estribillos melódicos, el rap, las distintas afinaciones, el uso de otras técnicas en las guitarras, la ropa… estaba realmente enamorado de todo ese movimiento.
Por todo esto que cuento, Queen of the Damned (La reina de los condenados) fue amor a primera vista. Era el año 2002 y una nueva adaptación de Anne Rice llegaba aggiornada a la modernidad de aquellos años tan consumistas. Una historia de amor, vampiros, sangre, y new metal. La banda sonora original de la película estuvo a cargo de Richard Gibbs, un reconocido compositor que trabajó en exponentes como Los Simpson (1989-1990), Doctor Dolittle (1998), 10 Things I Hate About You (1999) o Battlestar Galactica (2003-2008), entre tantas otras. A su lado, encontrábamos, ni más ni menos, que al cantante Jonathan Davis, líder de la icónica banda Korn.
Además de esos temas originales compuestos para la película, donde participaron cantantes como David Draiman (Disturbed), Wayne Static (Static-X), Jay Gordon (Orgy), Marilyn Manson o Chester Bennington (Linkin Park), la misma tenía temas de otras bandas como Deftones o Papa Roach. Completamente obnubilado, sentí que era una película que estaba hecha para mí. A pesar de ser un exponente completamente alejado de la perfección, que no destacaba ni como cinta en sí ni como adaptación, Queen of the Damned se convirtió en una de esas película a la que le tengo amor no solo como exponente del cine de vampiros, sino como hito cultural dentro de mi vida. En ese aspecto, y con todo esto dicho, luego de un par de años sin verla, voy a tratar de dar lo mejor de mí para no caer en el fanatismo y poder dar una reseña lo más objetiva posible.
Mentira, no lo voy a hacer.
La historia se centra en Lestat, quien es, al menos en la saga Crónicas vampíricas, uno de los personajes centrales de la literatura de Anne Rice, (interpretado por Tom Cruise en Interview with the Vampire), un vampiro que se oculta de forma permanente de la humanidad, aburrido de la vida y la propuesta de su época. Las nuevas tendencias, la cultura moderna y, sobre todo, la concepción sobre la música y el arte en general, lo despiertan de su letargo. La música endiosa a sus protagonistas, y bajo ese manto él podía ser uno con sus poderes, ir en contra de todo lo establecido hasta el momento, en contra de todas las reglas que los vampiros tenían por sobre los humanos. De esa forma, se une a una banda que ensayaba en sus viejos aposentos y se propone a dar uno de los conciertos más grandes del mundo, dispuesto a presentarse personalmente con la intención de desafiar a todos esos vampiros que aún se aferraban a las viejas leyes y lo veían a él como una amenaza. En pocas palabras, Lestat es narcisista, con complejos de superioridad y necesitado de atención, casi como un influencer hoy en día.
Este personaje está interpretado por el actor Stuart Townsend (The League of Extraordinary Gentlemen, Trapped, Salem), a quien le calza a la perfección el papel. Su rostro, sus rasgos, la propia interpretación, la mirada, todo recuerda de alguna forma al Lestat de los libros, pero habiendo traspasado la pantalla luego de beber la sangre de todos los productos de MTV. Esto, para los más puristas, es algo inaceptable. Prefieren (por así decirlo) ese Lestat más victoriano y “cuidadoso” de Tom Cruise. Pero si somos sinceros, esta versión de Queen of the Damned se toma bastantes licencias creativas respecto al libro original, notando algunas diferencias importantes en personajes como Marius o Akasha, por solo poner dos ejemplos. Y cuando digo “bastantes licencias” me quedo corto, pero ya vamos a ahondar en eso.
¿Por qué hago tanto énfasis en la música? Más allá del gusto personal, las letras de los temas compuestos exclusivamente para la película cuentan parte de la vida de Lestat. Las letras reflejan las dolencias y contrariedades de un inmortal que reniega de serlo, que le duele no poder amar, o poder sentir nuevamente el contacto o la calidez de otro ser humano, salvo que quiera matarlo o, mejor dicho, beberlo hasta la muerte. Si bien la gran mayoría de los músicos, escritores o en general, artistas, inspiran sus obras en situaciones o experiencia de su propia existencia, el hecho de haber escrito y compuesto piezas musicales como parte de la narrativa de la película siempre me pareció un detalle muy comprometido y digno de destacar.
Si bien no es algo nuevo en la impronta de los vampiros, Anne Rice se encargó de darle mucha fuerza al concepto de la soledad y la desesperanza a la hora de enfrentar la eternidad. El “todo” como parámetro se ve acechado por un sentimiento de vacío a la hora de perder lo que nos hace humanos. Las reglas a seguir impiden una búsqueda real frente al sentimiento de tener el tiempo de nuestro lado. ¿Para qué festejar la inmortalidad si no se puede disfrutar de los placeres de la vida? Esta siempre fue una pregunta con un peso profundo para estos personajes, porque si nos ponemos técnicos, ellos ya no tienen vida. Deben adaptarse a vivir bajo ciertos parámetros que la nueva sangre jóven -como Lestat– no quiere aceptar. Lo mismo pasa en Blade con el Deacon Frost, e incluso pasa en Underworld, con la propia protagonista.
El vampirismo lleva en sus entrañas sensualidad, sexualidad, y el placer por la sangre y lo carnal. Si bien es algo que películas como The Lost Boys (1987), Near Dark (1987), 30 Days of Night (2007) o Stake Land (2010) dejan de lado, la impronta original de los vampiros tiene mucho de esto, como podemos ver en Daughters of Darkness (1971), The Hunger (1983), Thirst (2009), Bram Stoker’s Dracula (1992) o A Girl Walks Home Alone at Night (2014), entre tantas otras.
Quizás, mientras la mirada contemplativa sobre el género sea más gótica, más se acerca a esta afirmación que planteo más arriba. Sea como sea, Queen of the Damned lo tiene, desde el histrionismo seductor del personaje de Stuart Townsend, la belleza singular y refinada de la actriz Marguerite Moreau (Life as We Know It, Beverly Hills Chihuahua, The Tank), hasta el fuego visual y demoledor que aporta la sensualidad de Akasha, diosa indiscutible representada por la bellísima y talentosa cantante Aaliyah, fallecida en 2001. Entre ambos (Lestat y Akasha), tienen una escena de amor que derrocha todo esto que digo, al ritmo de Change (In the House of Flies), de la banda Deftones, en lo que es, para mí, una de las escenas más sensuales -aunque dure pocos segundos- que nos regaló el cine por todo el contexto con el que está armada, desde la puesta en escena, la fotografía y, obviamente, la música. De nuevo, todo esto debajo de una mirada muy personal.
Nobleza obliga, los efectos especiales de la película son, seguramente, el punto más flojo. Hay muchas decisiones a nivel visual que dejan mucho que desear, como la forma de desplazarse de los vampiros cuando vuelan, o incluso la mayoría de las superposiciones con pantalla verde o azul. En contraparte, la escena del concierto en el desierto está muy bien hecha (me refiero al hecho de replicar a una inmensa cantidad de gente) y el final, donde Akasha se convierte en piedra, está bastante bien, aunque se rompe la magia por no respetar eso de que, a veces, “menos es más”. Dicha escena fue realizada por R!OT Pictures, responsable de algunos efectos visuales de la serie Buffy the Vampire Slayer, o de películas como The Adventures of Sharkboy and Lavagirl 3-D (2005) o The Spirit (2008), la de Frank Miller.
La película fue un fracaso comercial y los fanáticos de Anne Rice la odiaron, al punto en el que la misma autora salió a decir que ella pidió que por favor no se lleve a cabo esta producción. Ella quería que se hiciera una película basada en Lestat el vampiro, el segundo libro de Crónicas vampíricas, pero no le hicieron caso y, tomando el nombre del tercer libro de la saga y algunos de sus personajes, escribieron otra historia que, como dije antes, se toma bastantes libertades creativas al punto de no parecerse en nada al texto original. Costó 35 millones de dólares, y recaudó 45 millones por aquel entonces, dejando en claro la postura de la gente. El director fue Michael Rymer, quien más tarde dedicó su carrera a las series (Battlestar Galactica, The Killing, American Horror Story), y quienes destrozaron la historia original fueron Scott Abbott, quien más allá de escribir algunos capítulos de la serie Rosemary’s Baby, tuvo una carrera muy corta; y Michael Petroni (The Chronicles of Narnia: The Voyage of the Dawn Treader, The Rite, The Pope’s Exorcist).
Comencé la reseña aclarando mi fanatismo desmedido, y comenté el contexto de la época. Desde chico la música y el cine me atraviesan de una forma muy particular, y al ser los vampiros mi subgénero preferido dentro de los monstruos clásicos (basta Lucas, ya lo dijiste), esta película fue una suerte de estandarte adolescente, con toda la intensidad que me caracteriza, a la hora de apreciarla. Pero sé, dentro de mi lado más crítico, que no es una película consistente… desde ningún punto de vista. El guión, si lo analizamos como pieza completa, hace agua por todos lados. Todo ocurre de forma apresurada, el personaje de Akasha casi no tiene peso, al igual que Jesse, la “protagonista” (interpretada por Marguerite Moreau). El existencialismo y la propia profundidad de estos personajes está completamente desdibujado, y la película se acerca más a un videoclip para MTV, que a una obra cinematográfica.
Sé que es un amor personal, soy consciente de eso, por eso mismo no la recomiendo poniendo el grito en el cielo. Prefiero decir lo que pienso, explicar por qué lo pienso, y dejar el resto en quienes decidan leer esta reseña. Que algo me guste, no lo hace bueno o potable para todos los demás. Si quieren ver una buena adaptación de la literatura de Anne Rice, vean Interview with the Vampire. Si quieren ver una buena película de vampiros, diferente, vean Let the Right One In (2008), Only Lovers Left Alive (2013), o incluso la genialidad llamada From Dusk Till Dawn (1996), entre tantas otras. Mientras tanto, déjenme seguir con mi propia fantasía de ser inmortal y encontrar a mi propia Jesse.