Night of the Demons (1988)

Algo muy común en el cine de los 80s, y que se puede ver con claridad en Night of the Demons, es que todo se trata sobre romper las reglas. Un poco la adolescencia de muchos es así, ir contra lo establecido, hacer lo que está prohibido. El acto de rebeldía supremo. En una sociedad tan conservadora como mostraba Hollywood en aquellos tiempos, salir de esa prisión y desatar los deseos más implícitos como el sexo, las drogas, el alcohol y cualquier exceso que genere un tabú social, era parte importante de los guiones que se podían ver en el género del terror.

Night of the Demons nos propone algo diferente a los slashers que estaban tan de moda en aquel momento. Varios adolescentes se juntan para una fiesta en Halloween, siguiendo la idea de Angela (la alumna “rara” del colegio) de festejarlo en lo que se supone es una casa poseída (hacen la diferencia entre embrujada y poseída según el lore de la película) que antiguamente funcionó como crematorio. Festejo por acá, festejo por allá, alcohol, desnudos, sexo, y todo se sale de control cuando un ente sobrenatural se escapa y comienza a poseer y matar al grupete de las hormonas descontroladas.

Night of the Demons (1988) | Director: Kevin Tenney

Acá no hay un asesino enmascarado que los persigue, ni un loco de pasado oscuro que los quiere matar. Literalmente hablamos de demonios, de poseídos, que persiguen y acechan a quienes van quedando vivos. Como ya dije en la reseña que escribí sobre The Return of the Living Dead, no hay que pedirle más a la película. Es un festín de sangre, efectos prácticos bien logrados, creatividad y terror. A pesar de esa suerte de “crítica social” que planteo en el primer párrafo, no estamos frente a una película profunda, ni de la que podamos sacar una reflexión. Porque tampoco es su búsqueda y funciona a la perfección siendo lo que es. La música, que resume toda una época en sus melodías, es, como pasaba en aquellos tiempos, protagonista.

Angela, por su parte, se convirtió en un ícono dentro del cine de terror. Quizás no tenga la relevancia de otros como Freddy Krueger, o Pinhead, o quizás Leatherface. Su participación en la película no es como protagonista ni mucho menos, reparte muy bien el tiempo en pantalla con los otros poseídos. De hecho, hay otros personajes que tienen más protagonismo o incluso que hacen cosas más relevantes, pero el contexto que se creo alrededor de ella logró que existan una segunda y una tercera entrega, esta vez sí con ella con un papel mucho más importante (aunque las películas no están ni cerca de ser lo que fue esta primera entrega) y, en su remake de 2009, cobra aún más relevancia, pero la película en sí es olvidable.

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El director de Night of the Demons es Kevin Tenney (Witchboard, Witchtrap), quien no tuvo una carrera prominente, aunque entregando dos clásicos como Witchboard (en 1986) y Night of the Demons (en 1988). Hizo otras películas, estuvo activo hasta 2009, pero nada que valga la pena mencionar. El escritor es Joe Augustyn (Night Angel, Night of the Demons 2, Exit) y, al igual que Tenney, tampoco tuvo una carrera muy prolifera, pero su corto paso por Hollywood le permitió dejar, al menos, un clásico.

Lo que tengo que volver a mencionar, antes de terminar, es que esta película sale del standard que se venía viendo hasta el momento. Soy de los que cree que Night of the Demons bebe mucho de algunos directores italianos como Lamberto Bava o Lucio Fulci, y hace muy bien en “separarse” del resto para entregar algo nuevo, distinto, diferente. Aun así, los condimentos siguen siendo los mismos: un guion básico (sin pretender ser más), actuaciones muy flojas, clichés a más no poder, y toda esa magia de este tipo de cine que, de nuevo, no se puede explicar. Está ahí, en estos exponentes, para vivir eternamente.

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Ah, una cosa más: la escena final parece sacada de otra película. Plasma una leyenda urbana que se suele contar en Halloween, pero no tiene nada que ver con la historia de Night of the Demons. Existe sólo para “darle su merecido” al clásico viejo gruñón que vive quejándose de las nuevas generaciones. Como yo, básicamente.

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