Little Bites (2024)

El terror siempre ha sido un terreno fértil para explorar las ansiedades de la vida cotidiana. La locura, la depresión, los miedos, los demonios internos, todos esos condimentos que siempre llevan al drama, demostraron que funcionan mucho mejor acompañados de metáforas o contextos que puedan ser interpretados como paralelismo y nos conduzcan a las peores de nuestras pesadillas, simplemente para retratar los estados emocionales de los personajes. Hay quienes gustan llamarlas “terror elevado” (sí, como ya saben, definición que detesto) y quienes simplemente le dicen terror, drama de terror, “art horror” o “sad horror”. Sea como sea, la productora A24 entendió que este camino conducía hacia películas con mucho peso emocional, a poder tocar temas sensibles y profundos desde un lugar diferente. En Little Bites, el músico y cineasta Spider One (hermano del gran Rob Zombie, además de líder y voz en Powerman 5000) nos sumerge en una historia claustrofóbica y perturbadora sobre los sacrificios extremos de la maternidad. Fiel a su estilo, maneja una estética oscura y una narrativa cargada de simbolismos, al mismo tiempo que juega con los códigos del cine de terror para entregarnos un relato tan grotesco como emotivo. Sin embargo, el director y guionista apuesta más a la experiencia sensorial de la propuesta, que a la coherencia y estructura.
Porque si retomamos lo que decíamos antes, vemos esta forma tan particular de arremeter contra una historia que logra captar su fuerza en las imágenes y en el sonido por sobre el verosímil. Los que me suelan leer seguido, seguramente sepan que soy un gran crítico sobre esas cintas que no respetan sus propias reglas, pero en Little Bites, ese quiebre del verosímil es la búsqueda del director. Y en este punto, podemos o no estar de acuerdo, no hay grises, es cuestión de miradas. Por ejemplo, si hablamos de un tema como el Alzheimer, podemos tener una mirada apacible, profunda y triste si acudimos a El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2001), con una puesta contemplativa y una narrativa compleja por sobre el personaje que aqueja esta enfermedad. Por otro lado, podemos tener una mirada como la de The Taking of Deborah Logan (Adam Robitel, 2014), que se centra más en los resultados de esta enfermedad y toma todo el contexto que genera para, al final, llevarnos a un desenlace inesperado que, de forma estructurada, rompe sus propias reglas.
No digo que una mirada sea mejor que la otra, solo señalo que llevar todos estos estadios físicos, mentales y emocionales hacia el terror, abre puertas donde la imaginación y la creatividad se pueden hacer un festín, y sin dejar de tratar a estos temas con seriedad, llevar al espectador hacia complejas pesadillas. En el mismo orden de las cosas, tenemos otros exponentes que destacan estas miradas, tales como The Babadook (Jennifer Kent, 2014), Relic (Natalie Erika James, 2020), Saint Maud (Rose Glass, 2019), Starry Eyes (Kevin Kölsch, Dennis Widmyer, 2014), Hereditary (Ari Aster, 2018) o el remake de Suspiria (Luca Guadagnino, 2018), entre tantas otras. Como se puede ver, todos estos son guiones que tienen grandes metáforas detrás de sus ideas como eje de cada propuesta.
Centrándonos en Little Bites, nos vamos a encontrar con Mindy, el personaje principal de esta historia interpretado por Krsy Fox, quien ya trabajó con el director en sus dos películas anteriores: Allegoria (2022) y Bury the Bride (2023). Ella personifica a una madre viuda que lucha contra una situación fuera de lo común: en el sótano de su casa, hay una suerte de monstruo/demonio/vampiro al cual alimenta con su propia sangre. En está ecuación aparece su hija Alice, interpretada por la joven Elizabeth Phoenix Caro (The Old Ways), quien se encuentra viviendo en la casa de su abuela mientras Mindy acomoda su vida sin decir la verdad. Con estas cartas en la mesa, y conociendo el comportamiento de la abuela en cuestión, empiezan a aparecer en nuestras mentes diferentes teorías. La sangre de la protagonista como parte del alimento de este ser oscuro y manipulador, se muestra como un acto de abuso físico y emocional, que refleja las luchas internas del personaje. La película es extremadamente críptica. No da demasiada información y establece pocas reglas.
En lo personal, lo primero que pensé fue que este monstruo sediento de sangre era una metáfora de la depresión o, quizás, de la locura. Un ser que solo existía en la mente de la protagonista y la llevaba a autoflagelarse. Más tarde, con el transcurso de los minutos, cambié mi parecer y comencé a pensar que todo apuntaba a una metáfora de lo que provoca el miedo a la maternidad. La progenitora de nuestra protagonista en ningún momento demuestra ser una madre afectiva y cariñosa, sino todo lo contrario. Y todo esto que estamos viendo podría referirse a los propios miedos de la protagonista en ser con su hija lo que su madre fue y es con ella. Pero no. En el tercer acto, la película encara un camino que, de alguna forma, borra todo lo que estaba pensando. Si bien el matiz de la maternidad queda presente, las situaciones llevan hacia otro lugar y la búsqueda cambia.
Cada vez que Mindy tiene contacto con este ser infernal, la historia se vuelve más angustiante y visceral, como si fuese un peldaño nuevo en una escalera hacia la tortura emocional, reforzando una mirada cada vez más oscura y, de alguna forma, potente e intrigante. Es verdad que se cocina a fuego lento y que, como dije antes, es una película que apunta más al estilo que a los sucesos. Apuesta más a lo que te quiere generar por dentro, que a respetar sus propias reglas. Porque, tal cual lo dice esta afirmación, todo el verosímil que construye el director durante casi dos horas, lo rompe sin reparo alguno hacia el final. Aniquila sus propias reglas, deja la coherencia de lado y se desata gustoso en su propia búsqueda. De nuevo, lo hace sin grises. Es aceptar lo vivido y dejarse llevar, o sentirse completamente frustrado. La película podrá ser lo que sea, pero no pasa desapercibida, genera mínimamente algún impacto.
Y es que la película deja en claro que Agyar (el nombre que le dan a este ser adicto a los glóbulos rojos) no es solo un vampiro, sino una metáfora viva, pero nunca aclara qué tipo de metáfora es, ni a qué se refiere, y desde esa premisa nace su tensión y misterio, porque nos abre la mente a cualquier posibilidad dependiendo la lectura que estemos teniendo de cada situación. Cómo expresé antes, puede interpretarse como la adicción, la depresión, o cualquier carga emocional que drena a una persona que lentamente va perdiendo la fuerza y las ganas de vivir. La decisión de Spider One de explorar el horror de la maternidad desde una perspectiva tan brutal y física es parte de ese contexto que explicaba en los primeros párrafos, donde lo sobrenatural funciona como reflejo de tormentos internos que lejos están de resolverse.
Krsy Fox es la protagonista, eso ya lo mencioné, pero también fue productora y editora, mientras nos regala una interpretación desgarradora y bastante convincente. Su rostro refleja la desesperación de una mujer atrapada en un ciclo de abuso del que no puede salir, donde su desgaste físico y emocional es palpable. Acá es cuando comencé a pensar en un personaje del que apenas se habla: su marido. Al principio sólo sabemos que ya no está con ellas, pero no sabemos qué pasó con él. Cuando todo esto se devela, nacen nuevas opciones de intentar comprender y darle forma a todo lo ocurrido, pero créanme que lo que puedan llegar a pensar, tampoco será la respuesta. Como decía, con Krsy Fox protagonizando, editando y haciendo de productora, se suma también en la producción Cher. Sí, esa Cher que están pensando, la de Believe, If I Could Turn Back Time, Just Like Jesse James y tantos otros éxitos. Como si fuese poco, hay cameos de la reina indiscutida de Barbara Crampton (Re-Animator, From Beyond, Castle Freak) y la icónica Heather Langenkamp, nuestra querida Nancy Thompson en A Nightmare on Elm Street (Wes Craven, 1984).
Hasta acá, todo parece marchar a la perfección, pero lejos de ir hacia ese camino. Como dije, el director en ningún momento busca una película perfecta, sino una experiencia que te retuerza por dentro como mínimo. En ese camino, y en consecuencia, no todo fluye perfectamente. Aunque el ritmo lento en los dos primeros actos ayuda a construir una atmósfera de angustia, algunas escenas se sienten desconectadas, no solo por su longitud innecesaria sino porque no logran transmitir nada y no suman ni a los climas ni a los ambientes del resto del metraje. Entiendo esto de buscar lo sensorial de una experiencia (y soy de los que compré esa búsqueda), pero en algunos momentos se siente bastante ambiguo el equilibrio. Al menos yo, me dejo llevar mucho por lo que me está contando la película, y no tanto por la impronta del director. Si pienso en Allegoria (2022), nada de lo que ocurre me debería sorprender viniendo de Spider One, pero sería como estigmatizar a una persona, condenarlo a siempre hacer lo mismo. Por mi parte, me dejé llevar por la propuesta y me encontré con una película que, por propia opción, establece sus propias reglas, las exprime para generar tensión, y luego las rompe para hacer lo que realmente le sale de sus propios cojones. En casos como este, al menos yo, aplaudo la sinceridad del director.
Little Bites está muy lejos de ser terror convencional y si llegan a ella con esa esperanza, no creo que la disfruten. Así como es una película complicada de explicar, también es difícil de catalogar. Es una propuesta que combina la desesperación de una madre con un terror físico y psicológico impactante, pero que nunca llega a abrazar los tropos típicos que solemos apreciar en otras historias “similares”, al menos desde su estructura. A pesar de sus tropiezos narrativos (que los tiene, hay que ser sinceros, sobre todo hacia el final), logra ser perturbadora por sus climas y atmósferas y, en algunos momentos, verdaderamente aterradora por la potencia de sus imágenes. Spider One sigue encontrando su propia voz como director, ya que su visión sobre el terror es lo suficientemente intrigante como para esperar con interés sus próximos proyectos. Sin poder decir mucho más sobre esta película, quiero cerrar con algo que repetí varias veces en este análisis: Little Bites es una experiencia a la que hay que aferrarse y dejarse llevar. Cualquier intención de querer estructurar la película dentro de las bases propias de la cinematografía, rompería el placer de quedar atrapado casi dos horas en esta pesadilla.