La noche del virgen (2016)

Ya desde el comienzo, la película setea el tono. Vemos la transmisión televisiva de lo que supone el festejo de año nuevo 2016, con dos presentadores hablando a cámara en una situación muy incómoda, llena de humor negro, marcando el terreno para proclamarse como algo que esta lejos de lo políticamente correcto. De ahí, pasamos a una fiesta donde conocemos a nuestro protagonista, el que le da nombre al título de esta película. Lo presentan como un ser repugnante, lascivo y asqueroso, aunque algo inocente e inmaduro.
No conocía la película. No sabía de su existencia ni leí nada sobre ella. Tampoco vi un trailer ni nada por el estilo. Solo me dejé llevar por un poster que, en mi palpitar, me transmitía una mezcla de terror y comedia, mezcla de géneros de la que no soy muy fanático, pero al ver que era de origen español, terminó de convencerme. España hace muy buen cine. Pero a los pocos minutos de metraje, me encontré con un par de detalles que me hicieron pensar que también se entromete un subgénero más: el gore. ¿Por qué? Porque aparecen fluidos, viscosidades, vómitos, sangre y suciedad.
Quienes sean asiduos al gore, sabrán que hay una predilección por estos elementos. Y no hablo del gore comercial, ese que hoy en día vemos en cualquier película. Hablo del gore puro, ese bien visceral que llega a extremos enfermizos. No hablo de cosas como Saw, The Human Centipede, The Woman, Hostel, ni siquiera de A l’Interieur o Martyrs. Hablo de pesos pesados como August Underground, Aftermath, la saga Guinea Pig, Premutos: Der gefallene Engel, y otras atrocidades por el estilo.
La noche del virgen no es como ninguna de las películas que nombré. Tiene una impronta más “comercial” como las primeras (comercial entre muchas comillas, hay una preocupación por el costado técnico, por la cámara, por la fotografía), pero buscando lo desenfrenado del gore más extremo. Es una película asquerosa, burda, que maneja un nivel de lo explícito bastante alto, e incluso llega a romper la cuarta pared.
Quizás podríamos pensar en películas como Bad Taste o Braindead, del querido Peter Jackson, pero esta película del español Roberto San Sebastián se termina inclinando más por el absurdo y por lo bizarro de una forma exitosa o no dependiendo del ojo que la mire. Como dije antes, el humor negro existe, y tiene aires escatológicos como concepto. Es una cinta compleja de digerir, pero no por su gore o su carácter absurdo, sino por el verosímil que predica escena tras escena. Lo aceptás o no lo aceptás.
Es difícil definir si la película es buena o mala, si me gustó o no me gustó. Tiene cosas muy interesantes y otras que pecan por su propia concepción, pero hablar de ese tipo de detalles sería meternos en una cuestión de gustos. Creo que, para aquellos que aman el gore, lo absurdo, lo incómodo, y el humor negro en plan comedia, van a disfrutar mucho esta película. El mayor problema, creo yo, se da con el protagonista. Y nótese que no hablo del actor, sino del personaje y su construcción. La cualidad de repugnante, lascivo y asqueroso que comenté en un principio, se sienten un poco desmedidas con la propuesta general dado que el personaje es un completo imbécil. No es necesario que sea así para que todo lo que sucede funcione.
Es verdad que, un personaje más complejo, más valiente y menos torpe quizás, tampoco encajaría en lo que el director pretende, pero creo que la impronta que se le da a este personaje (interpretado por Javier Bódalo) está un tanto fuera de foco. Además, se vuelve completamente insoportable. En ningún momento te importa si muere o si sobrevive. Entiendo también que seguramente esta fue la búsqueda del director, pero la verdad es que no hubo nada realmente que me haya hecho conectar con esa búsqueda.
El tercer acto es el más complejo de sobrepasar. Los personajes están gritando continuamente, la contaminación sonora y visual que se impone llega a generar rechazo. Y es una lástima, porque detrás de tanta inmundicia y de tanto capricho, hay una historia oscura que es muy interesante, pero que está llevada a cabo de la forma más anticlimática posible. Es como que a Rosemary’s Baby la hubiesen filmado en plan comedía los hermanos Farrelly, pero intentando mantener la oscuridad de la trama que hay detrás. O algo por el estilo, espero se entienda la metáfora. Se siente una historia desperdiciada por querer mezclar un montón de elementos que nada tienen que ver con esa narrativa.
Hay escenas que duran una eternidad, de forma completamente innecesaria. Esto la hace bastante densa por momentos. En un corto de 30 minutos se podría haber resuelto toda la situación con una dinámica mucho más activa. Es de esas películas que no tienen grises: para algunos será una completa aberración, y para otros, una obra maestra. Lo que sí puedo asegurar, es que es una cinta que no pasará desapercibida para quienes decidan darle play.