In a Violent Nature (2024)

No me tilden de ser preso de la nostalgia, pero no soy un gran fanático del presente del género slasher. Si nos ponemos a ver críticas, rankings y listas, en la actualidad, sagas como Scream o Terrifier están en la cima. A Halloween la destrozaron, a Candyman también, incluso The Texas Chain Saw Massacre tuvo la misma mala suerte. Ti West con X sacudió un poco el avispero, pero ya con Pearl había tomado otro rumbo. Al parecer, y según la prensa especializada, el escritor y director Chris Nash venía a revolucionar la industria con In a Violent Nature. ¿Era para tanto? ¿Qué tan baja está la vara?
Durante la primera media hora de metraje, la cámara sigue a un personaje que camina lento y pesado por un bosque. Se toma su tiempo, tiene un oído muy prodigioso pero a él, nadie lo ve ni nadie lo escucha. Las leyes del sonido funcionan diferente dependiendo quién esté en la escena. La cámara, como decía, lo sigue en tercera persona desde atrás, para luego girar alrededor de un grupo de adolescentes que se encuentran sentados frente a una fogata. Uno de ellos, cuenta la historia del origen del asesino de la cinta, y todos ríen y beben, mientras la cámara sigue girando. In a Violent Nature es una suerte de hijo no reconocido de la saga de Friday the 13th, con varios puntos en común y un concepto muy similar, aunque lejos están sus resultados. En este punto, entonces, es donde las aguas se dividen, porque tenemos que hacernos la pregunta obligatoria: ¿qué pretendemos ver de un slasher?
Y que no se malinterprete, cuando digo “pretendemos”, no me refiero a expectativas, sino a puntos de vista. Estructuras, calidad. Nunca fui un gran amante del terror que tiene como única excusa el morbo. Nunca me gustó el gore (el gore de verdad, no lo que ahora se considera “gore”) ni tampoco me llamó la atención nunca el subgénero snuff, por ejemplo. Películas de la talla de Guinea Pig, Faces of Death, Schramm, German Angst, Premutos, Violent Shit, Grotesque, y un gran etcétera. Personalmente, son películas a las que no les encuentro sentido y siento que solo existen por el impacto visual que generan sobre la morbosidad del espectador. Es como el transeúnte que se queda parado observando en primera fila un accidente de tránsito para ver el nivel de violencia con el que ocurrió el hecho. No digo que esté mal, son géneros o subgéneros que existen y tienen todo el derecho de existir porque hay público que los consume. Solo digo que, al menos yo, no los elijo.
Uno de los grandes problemas con In a Violent Nature es el mismo que rodeaba a la sandez visual llamada A Serbian Film en su momento: creer que realmente son películas que intentan dar un mensaje. Nada más alejado de la realidad. Y el problema no es el espectador que cree, sino quien se lo hace creer. Gracias hay que dar si intentan, mínimamente, contar una historia. Son producto del impacto visual y de la búsqueda más pervertida del ser humano. Buscan el choque, el impacto, la polémica o controversia por sobre el contenido. Pero no tienen un mensaje. No hay un criterio narrativo que las acompañe. No niego que para Chris Nash esto sea arte, pero no creo, para nada, que en esta cinta se represente algún tipo de mirada social o cultural, incluso psicológica detrás del personaje. Jason Voorhees mataba porque era su esencia, nadie buscaba ponerse muy profundo intentando justificar lo que hacía. Su premisa era: “sentate, apagá el cerebro, y disfruta de todas las muertes y sus formas”. Era una saga sincera consigo mismo, lejos de ser pretenciosa.
Pero, hagamos el experimento. Vamos a meternos en su juego y dejar de lado toda esta postura -justamente- pretenciosa. Pongamos el foco sólo en sus muertes. La primera, bueno, ocurre fuera de cámara. En la segunda, la edición hace su parte. La tercera ocurre debajo del agua mientras la cámara queda fija por sobre la superficie. Recién la cuarta se vuelve un tanto explícita, evidenciando un trabajo creativo medianamente interesante pero lo prostético que se vuelve bastante cuestionable. Ah, ¿era una comedia In a Violent Nature? El tono es muy raro también. Hay escenas eternas donde vemos una cámara siguiendo el lento y torpe caminar de nuestro asesino enmascarado para que el clímax culmine rompiendo algunas normas del sentido común. ¿Será esa la búsqueda de ahora en adelante?
Cuando la cámara no está siguiendo de cerca el caminar de nuestro enemigo protagonista en escenas que se sienten innecesariamente extensas y agotadoras, el director intenta poner un poco de creatividad y busca encuadres inusuales, planos abiertos y, en lo posible, siempre deja fuera de cuadro el rostro del asesino. Suena muy bello en la teoría, si toda esta construcción tuviese un sentido práctico, tal como generar más tensión, generar suspenso o, incluso, repercutir de lleno en algún aspecto de la historia y hacer que se amplifique el terror. Pero nada de eso sucede. Toda la búsqueda visual no tiene ningún impacto directo para con el espectador. Simplemente sucede, pero no aporta nada.
In a Violent Nature es lenta, densa, (y nuevamente) pretenciosa. No cuenta nada ni es tan violenta como dicen que es. Para ser un slasher se queda corto y en su intento de abrazar el splatter, también. Tiene una o dos cosas bien hechas, pero a nivel técnico deja bastante que desear. Algunas prostéticas se notan demasiado acartonadas, tiene algunos problemas con el sonido y, lo peor de todo, es su concepto general. Una historia que se contradice a sí misma y que no tiene mucho rumbo, una dinámica completamente situacional que no tiene ni pies ni cabeza, y el intento desesperado por ser como Hatchet (2006) aunque resulte estar a un abismo de distancia. Si esto es el futuro del género, prefiero que sigan explotando la saga Scream. Y eso, para mí, ya es decir demasiado.