House (1985)

House es, definitivamente, muy rara. Y me atrevo a utilizar el término en función a ciertos momentos o situaciones inexplicables que tiene la película. Esta cinta absorbe bastante del clásico The Amityville Horror de 1979, presentando una casa ¿embrujada? donde suceden extraños acontecimientos luego de una muerte inexplicable. Obviamente, la seriedad de la historia que tiene The Amityville Horror no la tiene House, y ese es uno de los problemas más grandes de la cinta: su ambigüedad. Es como que intenta tomar cosas de Evil Dead también, pero nunca termina de aceptar a la comicidad como parte de su construcción.
Para empezar, la película nos plantea dos situaciones iniciales que nos alejan de la posible empatía con el protagonista. Algo extraño, teniendo en cuenta que más tarde, todo se trata sobre el protagonista reviviendo los recuerdos de la guerra y de su hijo desaparecido. El trauma de la Guerra de Vietnam de la que fue partícipe, sumado al hijo que perdió de forma inexplicable, van a ser los dos ejes de todo el terror que va a descargar la historia. Si bien todavía no existía la definición, o al menos no se utilizaba de forma contundente, el “terror psicológico” tiene mucha presencia en esta película, pero tratado de una forma muy poco seria que se acerca demasiado a la comedia absurda o irreverente.
La película no es mala ni buena. Como digo siempre, no me gusta hablar en esos términos. Prefiero decir si me gustó o si no me gustó, pero con House es algo que se me complica. La historia nos plantea la muerte de una anciana por motivos desconocidos. Se suicida en su propia casa. El sobrino, quien hereda la casa, vuelve para intentar escribir su segundo libro. En aquella propiedad, años antes, se dio la desaparición de su hijo. Por ende, está claro que algo extraño pasa en aquel lugar, pero nunca se establece qué. No se dan indicios, no se marca una pauta tácita del disparador de ese mal. Simplemente las cosas suceden, no hay una búsqueda concreta, ni algo que se pueda analizar con sustento.
Por eso mismo, no existe equilibrio alguno. Tenemos unos 20 minutos iniciales serios, con muertes, dolor y pérdidas, pero de ahí pasamos, sin aviso, a una escena de comedia barata. Siempre relacionamos la comedia con la risa, algo muy lógico de ser, pero acá no se busca hacer reír a nadie, sino que proponen el contraste entre el terror y lo absurdo. Una escena aparentemente irreverente dentro de un contexto serio. Y al menos a mí, todo esto no me parece parte de una búsqueda concreta, sino parte del azar. Se siente como si el director y los guionistas fueron tirando ideas a medida que se les iban ocurriendo, sin planificación alguna.
Muchos personajes que aparecen en la película están como ajenos a la realidad, como si el “sentido común” de la historia estuviese completamente desfigurado. En consecuencia, y dependiendo de quien esté del otro lado mirando, esto puede ser una genialidad a una pavada inmensa, sin términos medios. Por eso decía, en un principio, que la impronta de esta película era su propia ambigüedad. Por momentos se planta como algo serio y profundo (o al menos lo intenta, claro), y por otros momentos se siente absurda, incluso paródica. Hay como un vaivén de emociones y situaciones que se le plantean al protagonista que son inconexas entre sí.
Porque podría entender, y tendría todo el sentido del mundo, si los recuerdos de la guerra sean los que puntualmente afectaran al personaje. Ni hablar de todo lo ocurrido con su hijo. Algo como lo que pasa en la excelente Altered States, por ejemplo. O incluso en Flatliners. Salvando las diferencias entre ambas, claro. Solo me refería a la forma en la que se tratan estos traumas o recuerdos para con el personaje. Volviendo a House, estos recuerdos de la guerra o de la desaparición de su hijo solo aparecen en ciertos momentos, mientras que en ciertos otros, aparecen monstruos que no tienen nada que ver con lo establecido, y ni siquiera se los justifica como parte de la casa, como parte de la maldición. Están ahí porque si hay terror, entonces hay que meter monstruos.
Y acá me veo obligado a hablar de los efectos especiales. Sobre todo, lo que se refiere a prostéticas, maquillajes y los trajes que le dan forma a la mayoría de los monstruos presentes. House es una película de 1985, mismo año que las ya reseñadas The Return of the Living Dead o The Stuff. Incluso más nueva que The Company of Wolves (1984), Scanners (1981), The Entity (1982) o incluso The Thing (1982), entre tantas otras, todas ellas con impecables efectos especiales para la época. House es, empíricamente, todo lo contrario. Los diseños de los monstruos son básicos, muy aniñados por así decirlo. Es como estar viendo a los The Muppets muchas veces, la goma se nota en su rigidez, en su textura, en la mala construcción. Es, como me gusta decir, la poca atención a los detalles.
Si lo pensamos desde toda esa elaboración entre “lo absurdo y lo irreverente” de la que vengo hablando, el apartado FX se siente casi como un chiste que se abraza a sí mismo festejando su propia victoria. Es como que existieran buenos efectos especiales en Los bañeros más locos del mundo: la baja calidad es parte de la impronta de la película y esto lo hace aun más gracioso. Tiene una razón de ser. Pero “bañeros” es una comedia. House, como ya dije, se plantea por momentos seria, quiere mostrar un terror bastante contundente. Pero, al final de cuentas, y con todo esto que expuse, no se termina entendiendo qué es lo que quisieron hacer.
Como suele pasar con estas películas, la ambigüedad las hace maravillosas, o un completo olvido. Como siempre digo, el cine es una cuestión de gustos. De quién esté del otro lado de la pantalla.