Godzilla Minus One

Me cuesta mucho comenzar a escribir. Muchas veces me pasa que, cuando me enfrento a algo que considero maravilloso, mis ojos, mi mente y todos mis sentidos se fusionan con el único destino de, en ese momento, rendirse al gozo. No sé cómo empezar a hablar de Godzilla Minus One (2023) porque es una película hermosa desde lo realizativo y desde todo lo que propone. En la primera escena, no sólo se marca el tono, el contexto, la fotografía y los increíbles efectos especiales, sino que aparece una potente cinematografía que precede a todo lo que podemos ver. No me tiemblan las manos al escribir que esto es poesía en formato celuloide.

La película tiene algo muy teatral en su comportamiento. El proceso de sus personajes, lo tácito de sus realidades desde su construcción. El manejo de actores y su propuesta frente a cámara por momentos me hizo recordar a Dogville (2003) de Lars von Trier, pero siempre dando vueltas sobre la idiosincrasia tan marcada que tiene el cine japonés, porque permite una intimidad muy marcada, una aproximación entre los distintos personajes que excede una cuestión de espacios y distancia. Existe una perfecta sutileza audiovisual, que parte desde el mensaje más crudo hasta la ficción más palpable para contar una historia alrededor de Godzilla. No se queda sólo en el concepto de monster movie, de kaiju, de saga clásica y franquicia memorable. Busca ir más allá, busca ser más que otra película donde el nombre Gojira hace presencia. Es un ejercicio de exposición cinematográfica de los que ya no se hacen, porque -desgraciadamente- el algoritmo termina venciendo al buen cine.

Godzilla Minus One (Gojira -1.0 – 2023) | Dirección: Takashi Yamazaki

Los dos personajes principales están atravesados por diferentes sentimientos. Uno por el deshonor, y el otro por la vergüenza de haber perdido el orgullo. Ambos se cruzan, y con miradas diferentes logran enredar sus caminos con un mismo objetivo. Ninguno lo hace para resarcirse, pero de alguna forma, quizás inconsciente, lo están logrando. No para la mirada ajena, sino para con ellos mismos. Es el camino para perdonarse, para enmendar sus propias heridas. La profundidad de los dos protagonistas brilla todo el tiempo, el desarrollo de los personajes es una delicia y es el cable a tierra entre tanto caos histórico. El camino de ambos es uno de los ejes de la historia, de cómo cada uno vive su presente. Uno de ellos atado al pasado, mientras que el otro proyecta a futuro.

La guerra, obviamente, también tiene su lugar. Esta versión de 2023 de Godzilla es una suerte de recreación de la primera entrega de 1954, que dicho por su propio creador, representaba con este icónico personaje el miedo del pueblo japonés por el impacto nuclear de las bombas que azotaron al país al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Se retoma el concepto de kaiju mutante que tuvo al inicio de la franquicia, algo que con el tiempo fue perdiendo foco y terminó siendo reemplazado. En Godzilla de 1998, dirigida por Roland Emmerich, nuestro querido kaiju es básicamente una iguana que mutó por culpa de pruebas nucleares en Francia, pateando el concepto original donde Estados Unidos es quien lanza las dos bombas atómicas sobre Japón. Vaya casualidad.

Otra review de un mockbuster que tiene que ver con el nuevo universo de los kaiju: Ape vs. Monster (2021)

En el “Monsterverse”, tanto Godzilla como King Kong y todos sus amigos y enemigos son seres que permanecieron vivos y datan de antiguos períodos. Pero Godzilla Minus One ignora toda esa comercialidad desmedida azucarada. Se propone ser una cinta profunda, que sabe manejar la acción, el drama, las emociones, la política y los conflictos bélicos con una maestría que podría ser la envidia de muchos cineastas. El director, Takashi Yamazaki, no es un improvisado. Fue responsable de otros grandes exponentes como Returner (2002), con grandes influencias del manga y del anime; Space Battleship Yamato (2010), la adaptación live action del space opera creado entre Yoshinobu Nishizaki y Leiji Matsumoto; y otra adaptación live action de Parasyte, que tuvo dos partes bien recibidas por el público en general, entre otras cosas.

Párrafo aparte, para todos aquellos gamers empedernidos que lean esta reseña, este mismísimo hombre dirigió la intro de Onimusha 3: Demon Siege, que encima tiene como director de acción y coreografías ni más ni menos que a Donnie Yen. Para mí, una de las mejores intro de la historia de los videojuegos.

Otra review de una película que también profundiza en las emociones de la protagonista: Lovely, Dark, and Deep (2024)

Volviendo a la película, con Godzilla Minus One, Takashi Yamazaki logra tocar el cielo con las manos. El hombre crea el Black Album de Metallica de su carrera como cineasta. Tiene una sensibilidad increíble para tratar cada tema, una concepción visual maravillosa para retratar cada escena. Tiene la alegoría de Akira Kurosawa, la crudeza de Takashi Miike, e incluso la poesía de Hayao Miyazaki. Pero sabe fusionar todo y encontrar un equilibrio justo para no parecerse a nadie y plasmar su propio peso como autor. Nada sobra, nada falta. Los sutiles movimientos de cámara, los encuadres, el énfasis visual en cada escena. Si la película original de Ishiro Honda utilizaba a Godzilla para representar el miedo a las bombas atómicas, Yamazaki utiliza el contexto que genera Godzilla para hablar del miedo a la muerte, de los fantasmas de la guerra, de las turbulencias de una destrucción que comienza a florecer. Habla del miedo a estar muerto en vida, a quedarnos quietos, el miedo a no poder levantarnos, quitarnos las espinas y comenzar desde cero, tal como lo hizo Japón. Además, como su exponente inspiracional, tampoco deja de lado las calamidades de las bombas atómicas con metáforas bastante tácitas. No se puede dejar de lado, es algo históricamente imborrable.

Otra review de una de las últimas películas que que también me volaron la peluca: Life of Belle (2024)

La película me mantuvo con la piel de gallina de forma in crescendo durante todo el metraje. Todo lo que vemos se vuelve cada vez más épico desde su propia iconografía, desde la sutileza de una obra de autor. En Rebel Moon, del ya vapuleado Zack Snyder, el peor error que comete el director es forzar los hilos para que todo sea magnánimo. En un lugar donde todo es magnánimo por definición, todo termina siendo igual y, por ende, tiende a perderse. Si todo es épico, deja de ser épico y pasa a ser algo “normal” dentro de su propio concepto, y falla en su propia búsqueda. Sin embargo, con maestría absoluta, Takashi Yamazaki logra construir una historia con bases sólidas, donde cada hecho, situación y elemento narrativo es consecuencia de algo que ya se cocinó previamente. Silencio, pausa, impacto. El director entiende completamente cómo generar clímax moviendo sutilmente las piezas narrativas.

Con todo esto entre manos, el hombre sabe viajar entre géneros, sabe cómo colocar cada detalle en su lugar, cuando acelerar, cuando frenar, cuando retroceder y cuando avanzar. De esa forma tenemos escenas que nacen desde la tranquilidad más absoluta y escalan en pocos segundos al impacto visual más imponente. Godzilla Minus One costó alrededor de 15 millones de dólares, y tiene particularidades que ningún tanque hollywoodense tiene. Los efectos especiales son increíbles, tienen un realismo absoluto incluso en los elementos que sabemos que no son reales. La atención a los detalles, como dije anteriormente, es sublime y resulta ser el eje de toda la cuestión. No por algo Yamazaki, además de director, es técnico de efectos especiales. Y se nota en cada frame de esta película. Cinematográficamente, supera por lejos a todas las grandes productoras que quieren imponer sus producciones a base de millones invertidos y una completa carencia de espíritu. Taquilleras, sí. Pero sin alma.

Otra review donde la atención a los detalles es clave: The Signal (2014)

Aunque suene irónico, todavía no logro encontrar las palabras justas para hacerle justicia a esta película. A nivel realizativo, es una cinta que grita cine por todos lados. Me encontré lleno de tensión por momentos, al borde de mi asiento, preocupado por varios de sus personajes. Alegre, triste, atravesado por los sentimientos más personales de su protagonista. Emocionado hasta las lágrimas. Enojado. Porque las batallas internas son las batallas más duras que una persona puede enfrentar. La dureza con la que nos logramos doblegar a nosotros mismos cuando sentimos que le fallamos a alguien más puede llegar a ser un dolor que se clava en el alma, y es muy difícil encontrar la forma de redimirse. Ser el héroe en Godzilla Minus One va mucho más allá de derrotar al enemigo, sino que resignifica aquellos motivos por los que realmente vale la pena luchar, y el camino que debemos atravesar para hacerlo. Quiénes nos acompañaron y, a pesar de todo, creyeron en nosotros. 

Takashi Yamazaki logra regalar un clásico moderno y, desde este ínfimo lugar, estaré eternamente agradecido por dejarme vivir una de las experiencias más potentes, impactantes y conmovedoras de los últimos tiempos, gracias a una exquisita visión cinematográfica que solo los grandes de verdad llevan en su sangre.

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