Cuando acecha la maldad

Antes de meterme de lleno en Cuando acecha la maldad, quiero contar una pequeña historia. La década del 2000 recién daba sus primeros pasos y me encontraba feliz, viajando desde Turdera hacia Avellaneda para estudiar cine. O al menos esa era mi intención, mi sueño desde chico. Ya había hecho un curso anual de fotografía y quería seguir expandiendo mis horizontes. La idea inicial era no solo formarme como director de cine, sino también estudiar todas las aristas que conforman a una película, así como fotografía, cámaras, música, sonido, guión, etc. En uno de esos viajes en el querido tren Roca, coincidí con un compañero que, desde su mochila negra con un parche de Marilyn Manson, sacó un CD en un sobre blanco y me lo regaló. “Mirá esa película”, me dijo, sin darme información. El CD ni siquiera tenía el nombre de la misma. Esa noche cuando llegué a casa, ansioso, puse el disco en mi computadora y vi, casi hipnotizado, una película llamada Moebius, del director Gustavo Mosquera R. que había sido lanzada en 1996.

En aquel momento ya conocía (de oído) toda la parafernalia de Plaga Zombie (Pablo Parés, Hernán Sáez, 1997), pero muy por arriba. Internet no era lo que es hoy y para conseguir información muchas veces había que ir a la fuente, o a nichos muy específicos. Para que se den una idea, el BARS (Buenos Aires Rojo Sangre) recién estaba dando sus primeros pasos. En lo que a mí respecta, en aquel entonces tenía un concepto bastante particular del cine argentino de terror, mínimo y reducido, alimentado por algunas películas que me mostraba mi padre en televisión, muchas de ellas en blanco y negro. El BARS fue escuela, no solo para mí sino para muchos de aquellos que supimos nacer en los 80s.

Más tarde, gracias al libro Cine Bizarro de Diego Curubeto se amplió todo este universo. Entre estas nuevas fuentes de información, fue como conocí a gente como los integrantes de FARSA, Adrián García Bogliano (Habitaciones para turistas, No moriré sola), Daniel de la Vega (La muerte conoce tu nombre), Fabián Forte (Legiones), al queridísimo Cristian Ponce (Historia de lo oculto) y, entre otros tantos que seguro estoy dejando afuera, también conocí a Demián Rugna, que para aquel entonces había hecho The Last Gateway (2007) y Malditos sean! (2011, junto a Fabián Forte). El resto es historia, y “comienza” de la mano de Aterrados (2017), siendo un completo éxito.

Y si me pongo a pensar en todo esto, junto a todas esas películas que supe consumir casi con obsesión, provenientes de cualquier parte del mundo y con cualquier tipo de presupuesto, el cine de terror me ha muchas sorpresas a lo largo de los años, pero pocas veces logrando el impacto que consigue Cuando acecha la maldad, de (me pongo de pie y aplaudo) Demián Rugna. Esta película es un mazazo directo al estómago: brutal, terrorífica y con una mitología propia que la hace aún más aterradora y consciente de sus propias reglas. Desde el minuto uno, Rugna nos mete de lleno en un mundo rural donde el mal no es un concepto abstracto, sino algo real, tangible y evolutivo. Y aunque la segunda mitad pierde un poco de fuerza, el conjunto es una experiencia tan intensa que deja huella. Con esto -sin duda alguna- el director deja su estela como una de las grandes voces del terror moderno. Y no se asusten, ya voy a volver a eso que dije de que “la segunda mitad pierde un poco de fuerza”.

La película arranca muy arriba y no da tiempo para pensar: dos hermanos que viven en un apacible y olvidado pueblo rural en Argentina, descubren que algo anda muy mal en sus pagos. Un vecino está infectado, o mejor dicho, “embichado” con una especie de huésped demonio listo para desatar el caos. La idea es sacarlo del pueblo antes de que sea demasiado tarde, pero las cosas no salen como se esperan. A partir de ahí, la historia se convierte en una espiral de terror puro, donde la historia juega con elementos del cine de posesiones y de infecciones, dándole una vuelta de tuerca que rompe con los moldes tradicionales del género. Para el director no hay límites a la hora de contagiar el terror pretendido, y utiliza todos los recursos posibles para plasmar sus ideas y que nada se sienta fuera de lugar

Otra review de una película que logra destacar dentro de su propio género por la habilidad de su director, siendo la Rocky moderna en cuanto a su amor por el deporte: Warrior (2011)

Porque lo que realmente hace especial a Cuando acecha la maldad es su capacidad de generar una atmósfera asfixiante, donde nadie está a salvo y las reglas del terror convencional no aplican, algo que genera una tensión mas palpable. Mis abuelos por parte de mi padre, e incluso mi propio padre y sus hermanas, nacieron en otra provincia, mucho más cerca de ese tipo de pueblos y de ese estilo de vida. Yo, criado en una ciudad, crecí escuchando todo tipo de historias de terror que ocurrían en el campo, y allí se quedaban. Por alguna razón inexplicable, este tipo de historias no aplicaban a la cuidad, como si algún tipo de magia filtrara los entornos y nos protegiera de aquellas creencias. Desde el momento en que aparece el primer “embichado”, el peligro se siente inminente, y la película no te deja respirar ni por un instante, como ya mencioné. Los primeros dos actos son dueños de una dinámica impresionante, mostrando el espiral de maldad que ocurre no solo en el pueblo, sino también mientras esta maldad abre sus puertas hacia la ciudad.

Como dije antes también, otro de los grandes aciertos de Demián Rugna es la construcción de su propia mitología, lo que le permite hacer y deshacer situaciones a su propio antojo, sin tener que quedar atado a ninguna regla establecida por el cine de terror. El término “embichado” tiene raíces en el lenguaje rural, evocando parásitos y enfermedades del ganado, lo que refuerza la crudeza del relato sin necesidad de entrar en explicaciones científicas o técnicas para validar su narrativa. En este universo, el mal no es un ente lejano o un fantasma en pena, sino que está metido en la tierra, en los animales y en la gente, haciendo que todo sea aún más aterrador por lo cercano y mundano del contexto. Quien tenga parientes o amigos en el campo, y haya ido a pasar unos días, seguramente sentirá familiar ese aire que se respira en un lugar ajeno al ruido de la ciudad y la soledad que eso genera.

Otra review de una película que marca un antes y un después en la forma de hacer cine, enseñándole al mundo que solo se necesitan buenas ideas: Godzilla Minus One (Gojira -1.0 – 2023)

Y sí, los animales también son víctimas en esta historia, lo que da lugar a momentos realmente impactantes que catapultan al concepto del terror más allá de lo que se suele ver en el cine. Lejos de hacer algún tipo de spoiler, hay dos escenas muy particulares con distintos animales que terminan siendo puro terror primitivo. No soy muy amigo de meter animales en las películas, porque siempre se siente como un golpe bajo para causar rechazo y no tiene mucho más contexto. Cuando acecha la maldad le da su propio lugar, su propio contexto sin caer en lo de siempre. Son detalles como este los que hacen que la película se sienta única y profundamente arraigada a su entorno, como parte de la mitología de la que hablaba antes. Porque el director no tiene miedo de romper tabúes, incluyendo también escenas de violencia explícita que, lejos de ser “solo para el impacto visual”, sirven también para subrayar el horror real de la historia, todo eso que toca la maldad y se hace tácito. La brutalidad que muestra no es solo para impactar (costumbre muy contemporánea del cine de terror sin contenido), sino que funciona también como una suerte de espejo de nuestra propia realidad.

Al principio utilicé la frase “la segunda mitad pierde un poco de fuerza”, y quiero hablar sobre eso. En realidad, es todo el tercer acto el que cambia de fuerza e incluso de tono, se podría decir. En otra ocasión, hablar de una película que “pierde su fuerzatendría una connotación negativa. De hecho, suelo utilizar mucho esta construcción gramatical para graficar a esas películas que se diluyen hacia el final. Lo que pasa en Cuando acecha la maldad es simple de explicar: pasados los 45 minutos de metraje aproximadamente, la película pierde algo de su impulso inicial, desacelerando desde los 200 km/h a unos 180 km/h, por solo marcar una metáfora. No es que la película suelta el acelerador, solo busca equilibrar su contenido. Justamente, aparece un personaje que se encarga de explicar la mitología de este mundo, dejando de lado el clima de misterio que hasta ese momento funcionaba de maravilla. Esto puede gustar o no gustar, depende de cada uno. Entiendo que en una película que comienza de forma tan intensa y se mantiene así durante más de la mitad del metraje, está “caída” hacia la exploración del “por qué” y del “cómo” puede resultar contrastante, pero no por eso negativa.

Otra review de una película que sin tener el reconocimiento que merece, muestra una completa frescura dentro de un subgénero completamente bastardeado: Life of Belle (2024)

Porque aún así, el tramo final de la película recupera su intensidad y deja algunas imágenes que difícilmente se olviden, sobre todo para aquellos que aún no se recuperaron de los golpes cinematográficos que Rugna aplica con tanta maestría. El director oriundo de Haedo muestra un manejo impecable de la cámara en complicidad con la narrativa, con una puesta en escena que va de lo contemplativo a lo desgarrador sin perder ritmo ni sutileza. Cuando acecha la maldad no es solo una gran película de terror Argentina, sino también una soberbia explosión de buen gusto y conocimiento sobre el género que le habla al mundo entero, desde una historia con identidad propia que, a la vez, puede resonar en cualquier espectador. No hay clichés forzados, ni concesiones al mainstream, ni jumpscares baratos y acartonados: solo terror puro, crudo y original.

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