No hay una regla de oro para las comedias románticas. Sí, hay ciertas bases. La mayoría de ellas tienen una historia de amor repleta de complicaciones hasta lograr la estabilidad emocional final. No lo considero un género “simple” como muchos dicen. Creo que para hacer una buena comedia romántica, lo romántico y la comedia tienen que tener un equilibrio. Algunas tienden a volcarse más para el lado de la comedia; otras, más para el lado de lo romántico. Pero siempre de una forma sutil. Anyone But You no es ni una cosa, ni la otra. Pero permítanme explicarme.

Hay ejemplos que son estandartes del género. 10 Things I Hate About You (1999), How to Lose a Guy in 10 Days (2003), Amélie (2001), My Best Friend’s Wedding (1997), Sleepless in Seattle (1993), Clueless (1995) o Serendipity (2001), son todos ejemplos, muy diferentes entre ellos, de comedias románticas que, a mi gusto, funcionan. De hecho, si afilamos el lápiz, Anyone But You tiene mucho de 10 Things I Hate About You, al menos conceptualmente. A través de mi paladar, este género tiene que tener algo de imperfecto en su equilibrio, pero siempre mantener un verosímil que haga empatizar no sólo con los personajes, sino con la relación en sí: tengo que creer en esa relación que se está formando. Lo extremadamente simple o esas historias que van sobre rieles, me generan un poco de rechazo.

Anyone But You (2024) | Director: Will Gluck

Anyone But You tiene muchos errores, más de los que me hubiese gustado encontrar. No voy a mentir, este es mi sitio y estas son mis palabras: amo a Sydney Sweeney y quiero que le vaya bien. De hecho, bueno, le va bastante bien. Pero me refiero a otra cosa. Si bien triunfó alrededor de cierto estereotipo en Euphoria y no se profundizó en su papel desde la crítica con una mirada más analítica, lo que hace desde pequeñas participaciones en otras series como Sharp Objects, The Handmaid’s Tale o The White Lotus, o incluso en películas como The Voyeurs, Nocturne o Big Time Adolescence, es convincente. Los papeles que elige los sabe llevar con gracia. Tiene una forma de ir de la felicidad a la tristeza absoluta en segundos, que es muy convincente. Puede pasar de ser la mujer más feliz del mundo a una depresión absoluta con los párpados caídos, y su actuación la encadena a esas sensaciones. No, no estoy diciendo que es la nueva Meryl Streep, solo digo que los personajes que interpreta son creíbles. Es una actriz del montón, agraciada por la naturaleza y los dioses paganos del olimpo, que cumple con lo que tiene que cumplir.

Y en esta comedia romántica funciona su personaje, como también funciona el de Glen Powell (Top Gun: Maverick, Hidden Figures, The Expendables 3). Pero son dos extremos, la película lo sabe y todos los cañones apuntan hacia ellos. Sydney y Glen son la pareja hegemónica que encontramos como representación gráfica de la palabra “hegemonía” en las enciclopedias. Y la narrativa de la película los propone todo el tiempo como pareja aunque no lo son, presos de coincidencias que son caprichos del guión. No hay sorpresa. Se nos cuenta en los primeros minutos el cómo se conocen y por qué ahora no se pueden ver, en una seguidilla de actos bastante cuestionable si se quiere desde el concepto de madurez. Luego, sus constantes peleas y discusiones, e incluso el disparador que aparece en su relación, es completamente forzado. Sí, lo sé, es la pareja que se muestra en el poster. Pero pudiendo elegir el camino de lo sutil, la película elige, justamente, la simpleza emocional.

Otra review con una pareja hegemónica pero de los 80s: Road House (1989)

Puedo parecer exagerado, pero el problema es que nada es producto de la naturalidad. Por momentos hay algunos gags dignos de la irreverencia de Napoleon Dynamite (2004), gags absurdos como los de Jump Street (2012), algunos gags picarescos como en Wedding Crashers (2005), humor incómodo como en There’s Something About Mary (1998), el clásico humor de familia medio disfuncional pero que en el fondo se quiere de We’re The Millers (2013), o esa cosa de padres de diferentes universos como en Meet the Parents (2000). Comedia física como en White Chicks (2004), y la búsqueda desesperada de parecerse, al menos desde lejos, a Crazy, Stupid, Love (2011). Pero nada funciona. Nada logra destacar por la propia falta de equilibrio que comentaba antes. Es todo un cambalache de ideas desordenadas. Está todo metido con calzador, a presión, en lugares donde no debería ir. Esto hace que poco a poco se vaya desintegrando el verosímil que maneja, y la historia se va arrastrando hacia un acantilado de caos retórico donde todo deja de tener sentido, siempre pensando en los parámetros de una comedia romántica (o una “rom-com”, como le dicen ahora).

Más allá de todo esto, Anyone But You no deja de ser simpática. Hay buena química entre los dos protagonistas, las miradas resultan sinceras, y de alguna forma, te hacen creer en ese amor incipiente que se comienza a formar de a poco. Cuando intenta ser romántica, la película funciona muchísimo mejor que cuando intenta ser comedia. Esa dicotomía en el equilibrio del propio género termina afectando al producto final, no voy a mentir, pero si tenemos en cuenta lo que venimos a ver, se deja disfrutar. Es predecible, claro, y resulta un poco imposible que no haya fuego entre ellos dos por cómo los presentan durante todo el metraje. Pero incluso en esa predecibilidad, hay lugar para las sonrisas, para soñar un poco. Cuando todo se vuelve sincero, las cosas se acomodan. Está lejos de ser perfecta, solo hay que aprender a quererla…

Otra review con unos padres complicados, que solo quieren lo mejor para sus hijos: Society (1989)

¡Pero no te deja! Los caprichos del guión siguen apareciendo. Los problemas que se interponen entre ellos son generados por ellos mismos, lo que hace que los personajes secundarios estén, prácticamente, de adornos. No intento negar la complejidad de las relaciones, ni el miedo al amor, ni el miedo a dejar que te vuelvan a lastimar. No quiero negar lo acomplejado que puede quedar un corazón luego de una relación poco fortuita. Entiendo, crean que entiendo, el miedo a volver a fracasar. Pero también siento que todo tiene un límite, y algunas actitudes extremadamente adolescentes de estos dos personajes principales, a veces se exceden del propio concepto de la banalidad. Es como que buscan estar en ese lugar complicado solo para que la historia funcione. No hay un disparador real de cada situación que lleve a que ellos dos tengan que deambular por un mar de problemas. Solo son ellos dos, tomando las decisiones incorrectas constantemente. No es creíble. No es natural. Y como dije antes, todo resulta muy forzado, incluso cuando queremos creer en ellos.

La película es ambivalente como esta reseña. Me gusta, no me gusta; contagia cosas, no contagia nada; me hace reír, no me hace reír; emociona hasta las lágrimas, no me mueve nada a nivel emocional. ¿Será esa la búsqueda? ¿O seré simplemente yo que estoy roto? Como les dije antes, el verdadero fuerte de Anyone But You son Sydney Sweeney y Glen Powell. Aún con un guión completamente imperfecto, saben tomar lo más puro de su relación y hacernos creer que hay amor entre sus dos personajes. Ella pasa desde la frialdad absoluta al amor incondicional solo con una mirada. Él se derrite cada vez que la mira. Hay algo en sus ojos. Hay algo palpable entre lo que se está formando, con todos los miedos e inseguridades que aparecen en tono de comedia, que se siente real. No les puedo decir de forma concisa, qué me pareció la película. Pero sí puedo asegurar, como seguramente se habrán dado cuenta, que me resultó una montaña rusa de emociones con una bandera a medio vuelo. Es como si no terminara nunca de despegar y se quedara en una zona de confort. Quizás lo único que importe sea dejarse llevar.

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