Sé que a veces puedo ser muy detallista, fijarme en cosas que van un poco por fuera del eje central. Sé que a veces hago la vista gorda con cosas que quizás, para otros, pueden ser muy importantes. Para mí, esa vara se va moviendo dependiendo de lo que me contagia cada historia. Me considero, de la misma forma, una persona que creció con la tecnología y que se siente, de alguna forma, parte de la misma. Mi padre ha sido víctima de algunos fraudes telefónicos, el famoso “cuento del tío”, y suele caer en algunas “inocencias”, por así decirlo, en todo lo que tiene que ver con Internet. Por ende, si de verosímil hablamos, no hace falta ser un experto en estos mundos para que todo el inicio de esta película te haga un poco de ruido.

Los tenemos a Jason Statham, con su carisma tan particular y su presencia, que por más que te digan que trabaja abrazando mariposas y colibríes, vos sabes que te puede moler a palos. Está en sus genes, en su mirada, en la forma en la que se para. Es un tipo que ya tiene 56 años y sigue teniendo el mismo porte de cuando tenía poco más de 20. No sabemos nada sobre él en esta historia, más que trabaja con abejas y con su miel. Hay una señora que le dio acogida, que le abrió los brazos, al parecer, por primera vez, y él lo siente como algo importante. Hay una conexión entre ellos. Pero a ella le hacen una estafa, y él reacciona haciendo lo que mejor sabe hacer.

The Beekeeper (2024) | Director: David Ayer

Hasta acá, ninguna sorpresa. ¿El problema? Toda la pantomima alrededor del fraude. Hay una decena de personas, muchas computadoras, un showman al mejor estilo Jimmy Fallon que miente y aclara que son mentiras. ¿Para sus colegas que seguramente lo escucharon hacer lo mismo 2000 veces? No, para la cámara, porque para nosotros, es la primera vez que presenciamos tal show. Y ríe, y actúa, y se mueve como si fuese el presentador de un programa alemán donde los participantes esquivan plataformas, saltan, se arrastran y se caen al agua. Todos vitorean, alzan las manos. El “hacker” carilindo y con rasgos de modelo se sale con la suya.

Cuando aparece Josh Hutcherson uno se termina de dar cuenta que es todo una gran parodia. Se cierra el círculo del tono irónico respecto a las empresas modernas, todo lo que tiene que ver con el new age, las nuevas generaciones, y la nueva forma de ganarse la vida detrás de una computadora, con los crypto bros y los adictos a los NFT. El contraste entre la vieja escuela y la mirada más moderna se pone en juego. El macho alfa contra la generación de cristal. El problema, en este aspecto, es que la crítica social, todo eso que engloba a la parodia y a la ironía, no cala profundo y queda a medias tintas. La crítica no se siente como tal, y la parodia y la ironía no generan ni una sonrisa. Pero ahí está él, Jason Statham, pateando traseros con frases grandilocuentes.

Otra review de un héroe de acción que sí tiene sentido de existir: The Equalizer 3 (2023)

Me cuesta creer que detrás de esta película haya un director como David Ayer. Porque, sí, el tipo hizo Suicide Squad (2016) y eso es algo que no va a poder borrar, pero también hizo genialidades como Sabotage, Fury o The Tax Collector. Pero en esta película nada convence. Es como esos futbolistas que patean 100 veces al arco en un partido y todas las pelotas van afuera. Algunas pegan en el palo, pero nada más. Las ideas detrás de esta cinta son prácticamente eso, ideas sueltas que no tienen fuerza, ni criterio. Los personajes, todos sobreactuados y exagerados. Las situaciones, tiradas de los pelos. ¿La acción? Buena, pero más cercana a la fantasía que a una buena coreografía. El carisma de Jason Statham es alto, pero no alcanza solo para llevar la historia.

Tenemos un grupo de enemigos y ninguno tiene fuerza, ni construcción, ni motivaciones reales. Son todos una manga de imbéciles que no sirven para nada. Los policías, casi lo mismo. Ninguno te interesa. La historia va escalando, uno lo nota en la narrativa, pero te da lo mismo que nuestro protagonista esté luchando contra una organización criminal o con un puñado de calamares gigantes. Bueno, está claro que la segunda opción sería mucho más interesante. El punto es que en algún momento, todo se convierte en verlo a nuestro querido Statham rompiendo gente. Así como se venera la vieja escuela con la postura del protagonista, lo mismo pasa con la película en sí: si vamos a las bases, tenemos a un Charles Bronson en potencia vengándose de algo. Un Liam Neeson rescatando a su hija. Un John Wick dejando en claro el amor por su perro. Es todo eso, pero al mismo tiempo no es nada. No está a la altura. No cierra por ningún lado. Y yo te banco, Statham, somos calvos y orgullosos de serlo. Tenía muchas ganas de que The Beekeeper me guste, pero lamentablemente, no me hizo sentir nada positivo.

Otra review de un tipo duro que pelea por los suyos, pero en una buena película: Road House (1989)

Josh Hutcherson es como ese compañerito que tenías en el colegio que era un idiota porque el papá tenía plata (o quizás ese eras vos, así que podrías generar empatía con el personaje). El padre (no es exactamente el padre, pero la verdad que no importa a estas alturas), interpretado por el gran Jeremy Irons, solo hace llamados telefónicos. Hay algunos diálogos entre los dos policías de turno que, les juro, he visto películas porno con mejores textos. Y es que la película está rota desde su base. Si los cimientos no son fuertes, es complicado armar algo sobre esa coyuntura. Las motivaciones del protagonista, la investigación detrás, la repartija de villanos. Bien, los villanos. Vayamos a ese punto. Primero, aparecieron unos jefes de seguridad para interponerse en el camino de nuestro héroe, nada grave. Después, matones a sueldo. Se deshizo de ellos con una facilidad sorprendente. Rápidamente, llaman a la villana más peligrosa de la película. La elimina sin siquiera transpirar. De ahí en adelante, todo lo que pongas frente a nuestro protagonista pierde el sentido. Tenés que traer, mínimo, a un Transformer. Y aún así, no sé si sería parejo.

Uno ve que las escenas pasan, pero tienen la magia de no importar. Nunca termina de quedar bien en claro hacía dónde va la historia o cuál es la búsqueda de la narrativa. Hay decisiones sin sentido, deducciones arbitrarias, personajes intrascendentes, villanos sin peso, motivaciones tiradas de los pelos, y mucha dosis de acción, pero completamente desdibujada. Mil cosas no tienen sentido, incluso se dejan muchísimas preguntas abiertas porque realmente a nadie le importa responderlas. No me extrañaría que estén pensando en una secuela, no tanto por la película en sí, sino porque, como dije en un principio, el carisma y la forma de pelear de Jason Statham es lo único que importa. Lamentablemente, en este caso eso no alcanza ni apagando el cerebro a la hora de sentarse a verla.

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King of Thorn (Ibara no O – 2009)