Nocebo (2022)

“Se denomina efecto nocebo en medicina, fisioterapia, veterinaria y psicología al empeoramiento de los síntomas o signos de una enfermedad por la expectativa, consciente o no, de efectos negativos de una medida terapéutica. Nocebo es un adjetivo que se usa para calificar a las respuestas o reacciones dañinas, desagradables e indeseables que manifiesta un sujeto al administrarle un compuesto farmacológicamente inerte, de tal manera que las respuestas orgánicas del sujeto no fueron generadas químicamente (como resultado directo de la acción del fármaco), sino más bien como consecuencia de las expectativas pesimistas propias del sujeto al pensar que el fármaco le causaría efectos dañinos, dolorosos y desagradables“. Si tenemos en cuenta la definición del nombre de esta película, todo va a resultar más ameno a la hora de analizarla.
Lo bueno de ciertas propuestas cinematográficas es que no siguen las reglas establecidas en el resto del cine comercial que solemos ver. Hay una forma de contar historias que se basa en los datos claros. Sabemos el cómo, el por qué, y el dónde. Sabemos quién es cada personaje, su intención. Y no está bien ni tampoco está mal, es solo una forma y encontramos obras de arte que mantienen esta premisa. Pero también hay otra forma de contar las cosas, rompiendo las reglas y estructuras conocidas. No se explica nada, no sabemos bien quién es cada personaje, ni su búsqueda ni sus intenciones. Y si bien parece caótico este desenlace, no lo es: hay una armonía tácita en el hecho de no entender lo que está pasando, hasta que todo comienza a fluir.
Nocebo tiene esa estructura. Toda la propuesta nace desde un detalle onírico: no sabemos si fue real o producto de la imaginación de la protagonista, aunque tiene consecuencias reales. De ahí en adelante, todo es demasiado raro, pero no por impericia del director sino, justamente, como parte de una búsqueda. Hay pistas, podemos ir deduciendo o intentando deducir lo que viene pasando, pero durante los dos primeros actos es todo misterio y un permanente desconcierto.
Quizás lo primero que me desconecta de la película, y algo que no me permite ni generar empatía ni inmersión en la historia, es que justamente ese caos controlado muchas veces rompe la barrera del sentido común. Y es muy personal esto. Yo suelo vivir las películas con mi propia idiosincrasia, con mis propios parámetros. Y hay cosas que son tan tiradas de los pelos que me cuesta creerlas, porque parecen más una necesidad del guión, que una consecuencia del mismo. Estas cosas me separan de la intención del director en contar una historia, y la propia historia en sí.
Nocebo tiene mucho de eso: pasan cosas que si bien se las tilda de extrañas, no tienen consecuencias. Solo están para marcar la incomodidad de la escena, pero es como si los protagonistas no tuvieran una reacción coherente para con dicha situación y después, todo queda en el olvido, como si nunca hubiese pasado. Y sí, cuando hablo de coherencia, la mido con mi propia vara. Es mi reseña, mi propio sitio de reseñas. No hablo por todos, ni por una minoría: hablo desde mi propio punto de vista.
Nocebo se trata de una coproducción entre Irlanda, Reino Unido, Estados Unidos y Filipinas, y la película, de alguna forma, cae en el estigma de estereotipar, justamente, a este último país. Una cosa es mostrar la cultura y cómo ésta misma impacta en las costumbres cotidianas (un gran ejemplo es el cine turco con sus películas de terror) y otra cosa es, como dije, estigmatizar a la cultura por sus creencias religiosas -sea cual sea la religión de turno- solo para usarlo como recurso sobrenatural. Un claro ejemplo, quizás para ahondar más en lo que quiero decir, es la saga Paranormal Activity. En uno de sus exponentes, la persona que sabía lo que estaba pasando era la señora de la limpieza, de origen mexicano, porque claro, si es mexicana la mujer seguramente es creyente y por ende, sabe de espíritus, fantasmas, demonios y rituales.
A pesar de estos que vengo remarcando, el tercer acto cambia toda la ecuación. Todo eso que los dos primeros actos no me habían podido dar, el tercer acto lo remedia. Aparece la empatía, un mensaje inmenso de trasfondo y un hecho puntual que, de saber la historia en la que se basa esta película, te arruinaría toda la sorpresa, como me pasó a mí. Si bien el cierre es muy convincente y se sigue atando a lo religioso/sobrenatural, saber de antemano lo que iba a pasar hizo que, de entrada, pueda descubrir toda la motivación de uno de los personajes. Sin embargo, es algo que se va cociendo a fuego lento, y si se ignora el hecho real, se deja disfrutar mucho más. No soy alguien que se destrone frente a los spoilers, así que saber esto de antemano no me arruinó la experiencia por completo, porque más allá de la vuelta de tuerca, el director se encarga de darle más importancia al camino recorrido que al paraje final. En ese trayecto, regala algunas ideas muy interesantes, algunas imágenes poderosas a nivel místico y visual, y termina de redondear una película que, aunque imperfecta, sabe encontrar su propio rumbo, extraño y oscuro.
Aún así, no estamos frente a una película de terror propiamente dicha. Tiene algunos condimentos del género, pero no reposa sobre él. Eva Green (Casino Royale, 300: Rise of an Empire, Penny Dreadful) siempre es espléndida y gran parte de la credibilidad de todo lo que pasa recae en su actuación. Mark Strong (Sunshine, Kick-Ass, Kingsman: The Secret Service), otro que siempre funciona, acompaña bastante bien, aunque con un personaje casi sin peso. El director es Lorcan Finnegan, conocido por Vivarium, otra película bastante caótica en su concepción. Nocebo no es una película que se rija estrictamente bajo las reglas de lo comercial, pero aún así, con sus fallas, incongruencias y errores, termina siendo un exponente que se deja ver, dependiendo las expectativas que tengas y lo que sea que estés buscando.