The Exorcist – Primera Temporada (2016)

The Exorcist (conocida como El Exorcista en su traducción al español), dirigida por el recientemente fallecido William Friedkin y basada en el libro homónimo de William Peter Blatty, no es solo una de las películas de terror que más me gustan, sino que también está considerada entre las mejores películas de terror de la historia. Con este perfil, todo lo que venga después es muy difícil que logre cumplir con las expectativas del público, sobre todo cuando constantemente se hace mención a dicho clásico.
Y, precisamente, ese es el error que, en lo que a mí respecta, comete la serie. En los títulos, leemos un texto que grita “Inspirada en la novela de William Peter Blatty”. Con el mismo criterio, cualquier película o serie de exorcismos se podría colgar de dicha premisa. Es verdad que, en cierto punto de la historia, hay un “acercamiento” a la historia original (que no voy a mencionar para no hacer spoiler) pero, considerar eso como “inspiración” en la obra original, sería como que yo escriba un libro sobre una invasión zombie en Turdera, Adrogué y Llavallol y ponga “inspirada en la película de George A. Romero”.
Esto lo expuse ya varias veces, en diferentes notas y reseñas: el género de exorcismos llegó a un punto donde innovar se siente muy complicado, y las aristas para entregar un producto convincente son muy pocas. Esta primera temporada de la serie de El Exorcista adopta como propios a varios de los clichés del género. Una familia creyente, que se mantiene unida cómo puede luego de dos situaciones traumáticas bastante importantes para dos de sus integrantes. Una de las hijas, que sufre un accidente automovilístico y pierde a su mejor amiga, y el padre, que tuvo un problema a nivel cerebral y está intentando recomponerse.
Entre todo ese embrollo, tenemos como protagonista a Geena Davis (Thelma & Louise, The Fly, Beetlejuice), quien es la madre de la familia y tiene que lidiar con todas esas problemáticas que mencioné anteriormente. Además, luego de varios sucesos sobrenaturales, comienza a intuir que su hija está poseída por un demonio. De esa forma se acerca al padre Tomas Ortega, interpretado por Alfonso Herrera (Sense8, Ozark, Amar te duele), quien dirige una iglesia de barrio de forma humilde, mientras lucha contra un amor prohibido que lo expone de lleno contra sus propias creencias.
Una vez que la serie establece que hay una posesión, y que se necesitan exorcistas, entra en juego otro personaje: el padre Marcus Keane, interpretado por el actor Ben Daniels (Doom, House of Cards, Rogue One). Aunque un poco estereotipado, el padre Marcus es el personaje más interesante de toda la serie. Se trata de un hombre con un pasado completamente escabroso, que se convirtió en cura y fue una leyenda entre los exorcistas. Sus métodos poco ortodoxos lo llevaron a que la iglesia lo expulse de entre sus fieles, y si bien constantemente pone en evidencia su resentimiento hacia Dios, la fe en la gente y el hecho tácito de haber combatido tantos años contra demonios, es lo que lo mantiene en el buen camino, por así decirle.
Entre los dos, van a hacerle frente al caso de exorcismo que le da vida a la serie, y de a poco los dos exorcistas (uno experimentado, otro novato), van tomando el mismo protagonismo que Geena Davis. Dicho todo esto, pensemos en cuestión de métricas: ¿cuánto tiempo a nivel fílmico nos puede llevar un exorcismo? ¿Tiene sentido concentrar todo en un solo hecho en una serie que tiene que entregar 10 capítulos de entre 40 a 50 minutos de duración cada uno? Claro está que no, por eso mismo la narrativa de la serie se expande no solo al desarrollo de varios de los personajes, sino también a una trama secundaria.
Esta segunda trama, que se desarrolla de forma paralela a la principal, y que mete de lleno a otros personajes que cobran importancia de a poco, habla sobre los demonios en la tierra preparando el terreno para la llegada del anticristo, o como quieran llamarlo. Y acá es donde se siente que todo se les va un poco de las manos. Caen en ese error tan poco pragmático de darle poderes a los demonios, pero que solo los utilizan cuando le conviene a la trama porque, de lo contrario, todo sería demasiado simple y nuestros héroes de turno no tendrían chance contra el mal en la tierra. Al mismo tiempo, todo un “ataque” que parece tener años de preparación, cientos y cientos de personas involucradas, rituales, ceremonias, y un sinfín de prácticas relacionadas con el satanismo, se siente demasiado tirado de los pelos. La propia narrativa no intensifica estos momentos, quedan un tanto relegados si los comparamos con la trama principal, y su resolución es apresurada y un tanto absurda. Era demasiado para abarcar, para la poca importancia y trascendencia que se le da desde lo argumental.
Algo que podría haber sido de mucha importancia, incluso para darle forma a un universo que gire alrededor del eje central de la propuesta, queda en la nada. Para explicarlo un poco mejor, voy a tomar como comparación a la película John Wick. Su trama principal es la de un ex asesino a sueldo al que le matan a su compañero canino y, sin nada más que perder, sale a eliminar a cualquier que se le interponga en su camino para vengar dicha muerte. Pero, detrás de eso, se cuece todo un intrincado mundo de poder, de hoteles, de asesinos. Algo que se expandió de forma magistral en las secuelas, y que incluso va a tener su propia serie. En El Exorcista, se nota esa intención, existe el potencial, pero su propia narrativa hace que todo se sienta como relleno.
Hacía la mitad de la temporada, hay un giro de tuerca por lo menos interesante, que intenta meter (de forma muy forzada a mi gusto) a la serie en el canon de las películas. Es un giro que, como tal, desencadena un cambio de enfoque en los personajes pero que, lamentablemente, conduce hacia un desenlace extraño, un final que rompe varias de sus propias reglas y que, incluso, comienza a caer en el absurdo. Situaciones sin mucho sentido y decisiones que toman algunos personajes que resultan inexplicables, todas en beneficio de un guion que, como dije anteriormente, había perdido su rumbo. Quizás uno podría esperar alguna crítica firme a la religión, o a las sectas, o no sé, a algo, pero nada se desprende de esta historia, por más análisis que se le quiera hacer.
La segunda temporada, de la que ya haré una reseña, de alguna forma se olvida del planteo de esta primera parte, y decide tomar la historia de otra forma, esta vez, completamente alejada del clásico de William Peter Blatty. La primera temporada de El Exorcista, para ir terminando, me dejó un sabor amargo. Tiene algunas cosas que la hacen interesante, pero en general, se siente un poco sosa. Como serie de terror (abrazando al concepto del terror en su definición más pura) deja bastante que desear, y como un exponente parte del universo de lo que ya conocemos, tampoco funciona demasiado. Sin embargo, hay que ser sinceros: The Exorcist 2: The Heretic (1977) y Exorcist III: Legion (1990), no estuvieron ni cerca de la obra original. Exorcist: The Beginning (2004) fue un fracaso absoluto y si bien Dominion: Prequel to the Exorcist (2005) era un poco mejor, tampoco le hacía honor a la cinta de Friedkin.