Cosas como las que envuelven a esta película son los motivos por los que, muchas veces, me alejo un poco de la reseña de películas populares. Si bien siempre encaré con mayor entusiasmo ese tipo de cine más alejado de la masividad, soy amante del cine en su totalidad y suelo ver todo lo que me genera curiosidad. No soy de los que reniegan del cine de superhéroes, no tengo nada que ocultar. Pero las constantes comparaciones, la lucha entre Marvel y DC, esa imposición de que hay que tomar un bando sí o sí, el concepto de lo “bueno y lo malo”, e incluso el discurso de las verdades absolutas, me terminan cansando. Superman, la nueva película de James Gunn, se tiene que ver -al menos para mí- como una nueva película, una nueva visión. No hay que contraponerla contra nada. ¿A vos te gustó? Está bien. ¿No te gustó? Está bien también. No tenés la necesidad de tomar el camino de ningún bando, podés disfrutar Marvel y disfrutar DC, podés disfrutar Star Wars y también Star Trek. No te dejes llenar la cabeza por el fanático que tiene más ganas de criticar que de abrazar.

Luego de esta introducción, vamos directo a la película en cuestión. En lo personal, quienes me conocen saben que no me terminan de convencer los personajes que tienen la magia como poder. ¿Por qué? Porque generalmente la magia se usa a favor de las conveniencias del guión. Al ser un poder que no entiende de límites, esa propia abstracción ayuda a los guionistas a que, por momentos, el personaje pueda utilizar su poder prácticamente para todo lo que necesite la trama y, por el otro lado, no funcionar cuando el guión necesita que no funcione. En esta nueva versión de Superman, gran parte de la incoherencia narrativa la sustentan personajes que, “mágicamente”, están ahí con poderes abstractos que sirven para ayudar -tal como dije antes-  a las necesidades de una historia que, al menos a mí, se me hizo bastante arbitraria.

No necesito que me cuentes nuevamente el origen del personaje, pero en términos de estructura e hilo conductor, me dio la sensación de que entré al cine con la película ya empezada. Y, de nuevo, no porque no haya visto los orígenes del personaje, sino porque el “setting” de la historia no tiene ni cómo ni porqué. Simplemente existe. Y esto hace que, por ejemplo, todos los motivos de Lex Luthor parezcan un simple capricho de una cheerleader enojada porque la chica nueva tiene más popularidad que ella. Y creo que todo es parte del tono de James Gunn. Creo que Gunn es un gran contador de historias, de esas que logran convencer a todo el mundo porque tienen un poquito de cada cosa. En ese sentido, la nueva entrega de Superman propone algo directo que no intenta -para nada- esconder, y es esa intención de volver a poner en pantalla al héroe como un faro de esperanza, limpio de la oscuridad mitológica que dominaron interpretaciones recientes. Esa decisión, noble en intención (sobre todo para separarse de la mirada de Zack Snyder), define todo lo que la película logra hacer bien, y todo lo que deja a medias. La cinta funciona en lo superficial (espectáculo, referencias al cómic, papelitos de colores) pero se queda corta donde más importa: la coherencia dramática y la profundidad narrativa.

Como dije antes, me parece perfecto que el director haya querido plasmar su propia mirada sobre uno de los personajes más conocidos del mundo de los cómics. Me parece perfecto, también, que haya querido despegarse de la impronta más mitológica que tuvo Snyder, tratando a Superman como un Dios, como si los superhéroes fueran la nueva mitología de la humanidad. En esta versión, se le intenta dar una postura mucho más humana al personaje, más empática. Superman podría ser cualquiera de nosotros, es lo que parece decir el mensaje. Incluso el propio personaje se lo dice a su enemigo en una diálogo que, al menos a mí, me terminó de destruir el tono. Superman reacciona cansado y como haciendo un berrinche frente a Lex Luthor, diciéndole que él también sufre, se enoja, y las cosas le cuestan, como al resto de las personas de Metrópolis. Spoiler: Superman no es como el resto de los humanos.

Otra review de una película basada en un cómic que tiene mucha fuerza en su premisa, pero se pierde en su realización: Hellboy: The Crooked Man (2024)

Pero ese es James Gunn, un hombre que empezó en Troma y viene de construir películas que mezclan humor, emoción y un trabajo claro de personajes, pero que pretenden no tomarse en serio. Un hombre que, así como los Red Hot Chili Peppers se dieron cuenta de que su álbum Californication fue un éxito y comenzaron a repetir la fórmula, vio el éxito con Guardians of the Galaxy y siguió repitiendo la fórmula. Su objetivo con Superman parece ser devolver al personaje a su raíz optimista, mostrando que ya no es un dios incomprendido, sino un vecino con capa, alguien que inspira y que se conecta, una suerte de Peter Parker sin ninguna de las falencias emocionales de este personaje. Esa búsqueda de volver al “corazón” del kriptoniano, orienta las decisiones narrativas y estéticas clásicas de Gunn, como planos más cercanos y menos épicos, colores vivos sin saturación y paletas más cálidas, y un tono que privilegia la claridad emocional por sobre la épica sombría. La pregunta es: ¿realmente privilegia la claridad emocional?

Esa elección es válida y a la vez problemática, al menos a mi parecer. Al priorizar la accesibilidad y el afecto (todo el tema en torno a sus padres biológicos, la discusión con Lois Lane, y dejemos de contar), la película evita el dramatismo filosófico que dio a otras versiones una tensión moral interesante. En vez de plantear dilemas complejos que cuestionen el lugar de un ser superhumano en la Tierra (algo que aunque no se exteriorice, es un tópico que la película termina abordando), opta por un relato que quiere ser reparador y amable. Pero, ¿recuerdan que en algún momento dije que ver Superman se sentía como entrar al cine con la película ya empezada? Bueno, todo este aspecto reparador y amable, empático y terrenal, lo intentan justificar con una Lois Lane emocionalmente irresponsable y unos padres biológicos que tienen intenciones más similares a la de un nacional socialista desde 1933 hasta 1945, que a las de un kryptoniano (puntualmente, los padres del mismísimo Kar-El). Y sobre esos dos puntos intenta reposar el peso emocional de la historia. ¿El resultado? Se recupera la ternura del personaje (principalmente gracias a su relación con Krypto), pero se pierde un filo narrativo que genere preguntas duraderas.

Otra review de una película basada en cómics que tiene que sostener lo bueno que tuvo su primera parte y proponer algo nuevo, aunque no lo logra: Aquaman and the Lost Kingdom (2023)

En lo técnico también se ve el mensaje. La cámara está con la gente, no por encima de ella. Esto convierte a Superman en alguien cercano y aleja la sensación de sacralidad. La elección de no abusar de efectos ostentosos y de mantener la iluminación nítida ayuda a reforzar el tono de cómic clásico que la película pretende evocar, sin caer en lo solemne o en la epicidad. Esa decisión (que, de nuevo, se sustenta a base de gustos, no es ni mejor ni peor que otras miradas) toma fuerza como contraposición directa a la estética pictórica y a la mirada de Snyder, que utilizaba el slow motion como herramienta tácita para hacer de algo pequeño algo magnánimo y así enfatizar ciertos momentos, al igual que los filtros desaturados y encuadres mucho más amplios. James Gunn renuncia al dramatismo visual extremo para intentar ganar legibilidad emocional. Busca generar empatía con el público eligiendo tener una pérdida en la grandeza icónica.

En ese vaivén de elecciones, uno de los problemas recurrentes que encontré fue la gestión del tiempo. Como ya mencioné, la película arranca en medio de la acción y pasa el primer acto explicando (entre texto o diálogos) sucesos importantes que nunca se muestran en pantalla. Esa decisión de “contarlo” en vez de “mostrarlo” debilita el impacto dramático porque, al menos para mí, rompe con la estructura clásica y no en el buen sentido. Otro de los pecados que (de nuevo, al menos para mí) comete James Gunn es hacer alarde del “yo no te cuento los orígenes ni los “por qué” de las cosas”, pero narrativamente en algún momento se tiene que aferrar a eso, sino no existirían ni motivos ni motivaciones para ninguno de los personajes. Es lógica pura: si una interferencia internacional o una batalla clave marcan la evolución del héroe, es relevante querer presenciarla, porque lo que estamos viendo ahora, es consecuencia de otra cosa. Acción-reacción. Causa-efecto. En Avengers: Infinity War (2018), para presentar Los Acuerdos de Sokovia, primero te muestra el hecho, las acciones, y después la consecuencia.

Otra review de una película basada en cómics que se estrena en un momento donde Marvel perdió el control de lo que quería contar, y se nota sobremanera: Captain America: Brave New World (2025)

Superman de James Gunn me hizo pensar mucho en la rebeldía por el mero hecho de la rebeldía. Entiendo que el director tenía que hacer algo que marque un camino opuesto al de Zack Snyder, no por tener algo personal contra su mirada, sino porque está claro que las cosas no terminaron bien en todo ese escándalo de egos entre el director de Men of Steel, Warner Bros. y DC. Se nota el toque de autor (entre muchísimas comillas) de James Gunn en esta película, pero también muchos detalles que se sienten forzados y parecen ser más víctimas de un capricho que de una búsqueda. Es Superman, es una película basada en comics (que ya tienen su propio formato), pensada para un público masivo. Hay reglas a respetar (en el traspaso del comic al cine, en la búsqueda de generar taquilla, en la intencionalidad de convencer a ejecutivos), con las que Gunn decide jugar un poco. Intenta iniciar un universo conectado, claramente (Rick Flag Sr. ya apareció en Creature Commandos). Presentar personajes, subtramas y hasta equipos de héroes. La ambición es comprensible desde la necesidad, pero genera sensación de sobrecarga hasta por motivos lógicos: no le da el tiempo de construir todo lo que quiere construir en una sola película, y ahí volvemos al comienzo del párrafo anterior y esa cuestión de “gestión de tiempos” de la que hablaba. Al querer colocar demasiado worldbuilding y personajes en el primer intento, algunas subtramas están bien, otras quedan esbozadas sobre líneas difusas, y otras aparecen como meros conectores hacia futuros proyectos. El mismo pecado por el que los fanáticos criticaron al DCEU.

En consecuencia de todo esto que vengo argumentando, algo que queda fuera de plano es la construcción de los personajes. Superman (y por ende, Clark Kent) se humaniza más que en otras versiones. No es el titán inalcanzable; tiene vulnerabilidades emocionales y límites como muchos de los fanáticos enojados con la versión de Snyder venían reclamando. Sin embargo, gran parte de su arco queda estático y le quita protagonismo. Por momentos, parece estar en la película más como símbolo que como motor activo del relato, dándole un espacio mucho más relevante a Lois Lane, a quien la película le da un rol central y la transforma en pieza narrativa clave. Esa revalorización es interesante, pero la caracterización oscila entre autoridad periodística desmedida, casi sin alma y corazón, mucho menos humana que su contraparte amorosa, con una irresponsabilidad emocional bastante importante y una limitación sentimental que evita las contradicciones y errores humanos que vuelven a un personaje memorable. A mi gusto, le falta mucha textura. Intenta ser un personaje complejo pero termina accionando un poco por capricho por la falta de contexto, tal como le pasó al villano principal de esta historia.

Otra review de una película basada en cómics que, sin soltar el manto de Zack Snyder y su construcción, intenta darle un aire fresco a DC, pero no lo logra: Blue Beetle (2023)

Hablando de Lex Luthor, hay algo que queda claro y es que, actoralmente, se siente potente y tiene algunos momentos muy altos (Nicholas Hoult se luce), pero como dije antes, sufre de motivaciones simplificadas, ya que el resentimiento contra Superman y la lucha por la reputación están presentes, pero su plan y su relación con la ciudad (Metrópolis) a veces se sienten inconsistentes. Y frente a sus actos, es donde retomo lo que decía sobre la magia en los primeros párrafos: la arbitrariedad de los sucesos y lo conveniente de ciertos personajes que tienen poderes que encajan con las necesidades de la trama. Por culpa de esto, se crean muchas situaciones absurdas, algunas demasiado erráticas, tiradas de los pelos, donde el tono que manejan se siente demasiado inverosímil incluso siendo parte de una película de superhéroes. En Guardians of the Galaxy el absurdo funciona porque ninguno de los personajes es coherente, todos funcionan en base a la comedia e, incluso cuando hay emocionalidad, la irreverencia está presente. Con Superman, busca la empatía, un sentimiento que se siente complejo como para abrazar un aspecto tan contrario como la irreverencia o el tono absurdo.

Y es que a grandes rasgos, la película quiere celebrar la bondad, hacer hincapié en la aceptación, y sinceramente lo consigue en muchos pasajes, sobre todo cuando aparecen los padres adoptivos de Clark Kent. La idea central, al menos para mí, es que la grandeza de Superman reside menos en su fuerza y más en su capacidad de conectarse, en su elección de ser bueno. Superman podría ser malo, e incluso cuando su legado se rompe, sigue eligiendo el mismo camino, porque él es quien es y no quiere salir de ese lugar. Esa apuesta moral es un acierto y no solo adapta muy bien al Superman en el que James Gunn principalmente se basó, sino que es un lindo respiro dentro del cine en general, donde últimamente se premia el cinismo, la oscuridad y el “derecho” a hacer lo que sea porque se puede, sin mirar hacia los costados y sin importar cuáles sean las consecuencias de nuestros actos. Esa búsqueda, esa mirada sobre Superman, es lo que -al menos a mí, como digo siempre- más me gustó de esta versión.

Otra review de una película basada en cómics que terminó siendo el fondo del abismo, el punto más bajo en cuestiones narrativas y cinematográficas: Madame Web (2024)

Pero no todo queda ahí. En ese acto de contar y no mostrar, la película se siente superficial sobre el conflicto entre dos naciones y la intervención del héroe, algo que desencadena gran parte del eje de la historia y lo que pone a Superman en la mira de todos. El tratamiento de la guerra y sus consecuencias roza lo alegórico y se opta por simbolizar en vez de protagonizar. Pero lo más polémico de todo, viene de la mano y termina siendo un elemento narrativo crucial: un mensaje de los padres kryptonianos que cuestiona la relación de Superman con la humanidad, que funciona como detonante emocional para el personaje, pero su resolución social es nula. Algo que pone en jaque la razón de existir del propio personaje y cambia la estructura completa del ADN de la película, sólo tiene un breve desarrollo de un par de minutos y se lo deja de lado. Al igual que los sentimientos de Lois Lane, la gente en un momento odia a Superman y al instante lo ama, sin mayor dilema y profundidad. La película privilegia el viaje personal sobre las implicaciones colectivas, algo que no me parece mal, pero aún así, no es ni profunda cuando quiere mostrar profundidad, ni tiene sentido de pertenencia cuando quiere mostrar empatía entre los humanos y el superhéroe.

La película deja, obviamente, la puerta abierta para expandir el universo: cameos, algunos anuncios que ya se conocían y la aparición de otros personajes que sugieren continuidad (no, ni pienso hablar de la actitud de influencer que le dieron a ese personaje que aparece en el final). En términos narrativos, la propuesta de James Gunn es clara y tiene mucho de ese cine que a él le gusta construir. Quiso devolver a Superman al lado Jedi de la balanza y que sea un símbolo de esperanza por lo que elige ser, y no por lo traumado que está. Esto le da una emocionalidad reconocible y fiel al cómic, un punto donde acierta con frecuencia. Pero esa bondad coreográfica choca contra una estructura que no siempre sostiene la ambición de relanzar no sólo a un personaje, y mucho menos a un universo. El resultado entretiene, celebra lo mejor del cómic, pero renuncia -con demasiada frecuencia- a desplegar el conflicto profundo que justificaría su propia existencia en la pantalla y todo eso que uno ya conoce sobre el personaje. Es un paso en una dirección plausible; no es, sin embargo, la reinvención radical que intenta ser. Todo lo que muestra ya lo vimos, se siente repetido y desgastado, carente de sorpresa. No está mal, pero siento que los puntos flojos son, y pesan mucho más, que sus aciertos.

Ant-Man and the Wasp: Quantumania (2023)

Bad Boys: Ride or Die (2024)

Blue Beetle (2023)

Captain America: Brave New World (2025)