No One Will Save You

Suelo ser un poco reticente frente a la venta de una película mediante ciertos aspectos que no tienen que ver con la historia o su narrativa. Entiendo que esto tiene un amplio espectro de posibilidades dado que las herramientas para contar una historia pueden ser muchas, pero me pasa lo mismo que me pasa con los videojuegos, por ejemplo. Si lo más comentado de un videojuego son sus gráficos o su elevada dificultad, dejando de lado otros aspectos que, al menos para mí, son importantes, alguna alarma se prende dentro de mi propia contextualidad. Puedo estar equivocado, eso no está en discusión. Pero al menos, una alarma me suena, porque me hace entender que lo destacable del juego atraviesa una particular arista que, al menos a mí, no me llama la atención. Como siempre digo, una mera cuestión de gustos. No One Will Save You (Brian Duffield, 2023) aparecía con el lema de “la película que casi no tiene diálogos”. Bien. Permítanme explayarme sobre esta afirmación.

Solo para generar sustento en mi opinión, Buster Keaton, Charles Chaplin o Harold Lloyd hacían lo mismo en los años 20, no como una elección propia sino por la carencia de la tecnología necesaria. Lo que quiero decir es que, como mínimo, me falta algo más como excusa de venta, todavía no compro. Porque la pregunta que se genera en este caso sería si la película realmente necesita diálogos. ¿Es un guión construido para que los diálogos sean parte de su narrativa, o es una historia que tranquilamente puede funcionar sin líneas de diálogo? ¿Es realmente una proeza a destacar que una película no tenga diálogos, teniendo como principal medio de comunicación la imagen que entra por nuestros ojos? Si una producción está pensada, estructurada, guionada y dirigida para que no tenga diálogos y funcione igual, ¿entonces es algo a destacar la carencia de los mismos?

Otra review de una película que carece prácticamente de diálogos pero no hace alarde de ello, sino que lo justifica con su historia. O al menos lo intenta: Azrael (2024)

Y otra cosa para analizar y tener en cuenta: ¿Qué es lo que delega la película en pos de la falta de diálogos? Creo que, en este caso, la atención debería estar puesta en otro lugar. Por ejemplo, la protagonista. La actriz Kaitlyn Dever (Them That Follow, Booksmart, The Last of Us) se ve impulsada a ser lo más expresiva posible por el famoso “no-hay-diálogos”, y nos regala una variada gama de sonidos, desde una fuerte respiración, gemidos, sollozos, pequeños gritos, resoplidos, y más trucos mediante el uso de las variables respiratorias. Si somos positivos, es como una película con ASMR, algo que muchos veneran pero que otros encuentran molesto. De hecho, hay estudios que afirman y explican el porqué muchas personas se sienten incómodas frente a este tipo de práctica. Muchas de las escenas de mayor tensión, muy bien lograda desde lo visual y lo sonoro, se ven acentuadas (o no, depende el caso) con los sonidos guturales o vocales de la protagonista.

A mi gusto, entender y parecer, todo lo que tiene que ver con los “no-diálogos” y sus consecuencias, es de lo más flojo de la propuesta. Y es que se vuelve presa de recursos cuestionables, presa de la arbitrariedad. De los “por qué” y los “para qué”. Se ata a casualidades y pequeños detalles que rompen el verosímil de su propio universo por intentar ser atractivos antes que funcionales a lo que se pretende contar. En contraparte a esto, la linealidad de la historia es bastante caótica, no tiene una estructura clara ni actos bien definidos. Es como si su avanzar fuera consecuencia de los actos al azar, y eso la hace impredecible en algún sentido. No me dejó en ningún momento saber hacía dónde podía ir, ya que abierta a la creatividad más pura por no autodefinirse, la narrativa se va construyendo segundo a segundo, sin caer en los vicios de una cinematografía triste y desgastada. Lo común, lo mainstream, lo que siempre solemos ver, queda lejos en esta producción. Y eso sí es algo para destacar. Te puede gustar o no gustar, pero al menos se trata de algo original.

Otra review de una película que se pierde en su propio mensaje, por intentar contentar a todos los públicos sin jugarse realmente por lo que quiere contar: Leave the World Behind (2023)

Visualmente tiene ideas muy interesantes, y construye algunas escenas, desde la composición, que son realmente geniales. No busca explotar a los alienígenas desde el lado de la ciencia ficción, sino que los convierte en asesinos seriales, como si se tratase de un slasher (¿es un slasher en el fondo?). Hacia el final, rompe las ataduras del género y comienza a barajar otras premisas, más dignas del terror elevado si se quiere, donde lo onírico, lo emocional e incluso lo metafórico se dan la mano para terminar de contar la historia de la protagonista. De ser una película donde una joven escapa de seres de otro planeta, pasa a ser una oda a la redención, al perdonarse a uno mismo y entender que no podemos castigarnos durante toda la vida. Que muchas veces los errores que cometemos de chicos o adolescentes son propios de seres incompletos, faltos de experiencia, y no se pueden juzgar desde un plano adulto.

Entiendo que acá -quizás- es donde las aguas se dividen. Más allá de si, como a mí, te convenció o no ese trazo marketinero de la ausencia de diálogos, el tramo final es tan disruptivo que carece de grises. Es blanco o negro, sin nada entre medio. Este cambio de paradigma que comentaba en el párrafo anterior se hace tan relevante que, literalmente, se siente como si perteneciera a otra película. Es de esos momentos donde hay que aceptar o no aceptar la premisa, y cualquiera de las dos posturas van a ser completamente válidas. 

Otra review de una película donde los protagonistas son perseguidos por unos seres de ¿otro mundo?, pero lejos está de parece un slasher: The Gorge (2025)

Y es que de alguna forma, la película también habla de los problemas de comunicación, de cuando no decimos lo que sentimos, de cuando no se es transparente con nuestras intenciones. De esta forma, el que está del otro lado puede tomar nuestro silencio como mejor le parece, y todo puede convertirse en una confusión gigante. El diálogo, en cualquier tipo de relación, es el eje fundamental de saber qué quiere el otro, qué necesita, qué busca, hacia dónde va. Qué le gusta y qué no le gusta. Y si no tenemos esa información, no somos dueños de comprender siempre las pretensiones ajenas. Frente a esta falta de información, podemos responder como nos sale, según nuestras propias experiencias, según nuestros miedos, nuestros ideales, nuestros prejuicios o, simplemente, según el día que estemos teniendo. En una estructura comunicativa, el emisor puede enviar un mensaje X, que el receptor lo puede tomar como Y si este no es claro.

Hay una lectura de este tipo como mensaje, más allá del suspenso y todo lo que tiene que ver con la ciencia ficción. De que no podemos juzgar la reacción del otro cuando nosotros no somos claros con lo que queremos decir o con lo que sentimos; o no nos sabemos hacer entender, o simplemente el idioma o las costumbres se manifiestan de formas distintas. En esa diversidad, donde justamente las diferencias son las que nos representan, los sentimientos son los que verdaderamente nos van a definir. Aquellos que se manifiestan sin filtros, ni tapujos, ni miedos. Y de alguna forma compleja y retorcida, el director Brian Duffield (Spontaneous) abraza todos estos conceptos y los plasma de una forma que, seguramente, no a todos les llegue de la misma forma.

Otra review de una película que sin ser un slasher, toma mucho de la premisa del subgénero y lo plasma en la acción de su metraje: Abigail (2024)

Párrafo aparte, tenemos el final de la película, que resulta ser completamente anticlimático. Esos últimos segundos que pueden definir el todo, vuelven a caer en ese caos de no saber definir su búsqueda y la ambigüedad se expande ahora hacía atrás, haciendo tambalear a todo el metraje que vimos anteriormente. Entiendo el punto. Antes, en el viejo y querido cine de terror, esos últimos segundos hacían que (antes de los títulos) un enemigo o villano abatido moviera uno de sus dedos, o abriera los ojos mirando a cámara. Esto nos hacía entender que no estaba realmente muerto, y todos gritábamos de emoción. Tanto por dejar una puerta abierta, como por el simple hecho de la sorpresa que eso generaba por ese pequeño detalle.

Los tiempos cambiaron, esa emoción ya no genera nada nuevo frente a la constante estimulación de los espectadores, y en la búsqueda por generar algo más, aparecen estos finales, que contradicen exponencialmente todo lo que construyeron con anterioridad. No es simplemente comunicar que alguien que parecía estar muerto en realidad está vivo. Esto es, literalmente, decirte que todo lo que viste en realidad no es así. ¿Está bien? ¿Está mal? No lo sé, ni soy quién para responderlo. Solo creo que este tipo de arrebatos son manifestaciones dignas de los tiempos que corren, donde el cine tiene que ser más que cine, y estar preparado para viralizarse desde otros cánones de venta, como el propio concepto del “no-diálogos”.

Warrior (2011)

Vampyres (1974)

Underwater (2020)

Two Witches (2022)