Wolf Man

Es complicado a veces decir qué subgénero del terror me gusta más, o qué tipo de personajes prefiero. Hay ejemplos de todos los tipos y para todos los gustos, y no creo que Wolf Man (Leigh Whannell, 2025) sea uno de ellos. En la tesitura clásica del género, si tenemos en cuenta las grandes producciones tanto de la Universal como de la Hammer, podría decir que no soy amante de ninguna de las dos miradas. Y antes que salgan con los tapones de punta, permítanme explicarme mejor: cuando hablo de monstruos clásicos me refiero puntualmente a lo que estas empresas hicieron con personajes como Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, El fantasma de la ópera, La momia, El hombre invisible o El monstruo de la Laguna Negra. He visto la gran mayoría porque todas ellas son obras fundacionales, pero ninguno de estos personajes me atrae como tal. Amo las peripecias que han hecho actores como Bela Lugosi, Boris Karloff, Lon Chaney Jr., Peter Cushing o Christopher Lee. Sin embargo, las cosas que el cine y la literatura han hecho dentro de los universos de estos seres, alejándose de los conceptos básicos, sí que supieron llamar mi atención, sobre todo en lo que a vampiros y hombres lobo se refiere.

En cuanto a vampiros, la cantidad de barajas que tenemos en nuestras manos es mucho más amplia: hay muy buenas películas que representan a estos personajes. The Lost Boys (1987), Fright Night (1985), Cronos (1993), Stake Land (2010), 30 Days of Night (2007), From Dusk Till Dawn (1996), The Hunger (1983), Let the Right One In (2008), Near Dark (1987), Afflicted (2013), Underworld (2003), incluso la saga Blade. La lista sigue y es inmensa, porque con diferentes directores, escritores y por ende, narrativas, el ser nocturno por excelencia supo encontrar su propio camino, muchas veces alejándose de la noche, de lo gótico, del placer, e incluso de la sangre. Sin embargo, cuando volteamos a ver a los hombres lobos, podemos ver que no corrieron con la misma suerte.

Hay ejemplos, obviamente. Pocos pero soberbios, espectaculares. Alguien podría preguntarse: “¿Para qué más?”. Y la respuesta es simple: “Para satisfacer nuestra sed de consumo cinematográfico”. El cine es entretenimiento y, casi por antonomasia, uno de sus cometidos es entretener. Si pensamos en exponentes de estos seres que se abren paso en aquellas noches de luna llena, podemos nombrar a The Company of Wolves (1984), Silver Bullet (1985), Bad Moon (1996), The Howling (1981), Ginger Snaps (2000), Dog Soldiers (2002) y, por supuesto, An American Werewolf in London (1981). ¿Quizás me esté olvidando de alguna más? Puede ser, pero no son muchas más. El resto de los exponentes no son de esos que quedan marcados en la historia del subgénero, ni serán recordados por nada en particular.

Es verdad. Que una película no esté dentro de “las mejores del género” no hace que no sea divertida, ni la hace menos entretenida. Ni tampoco pretendo que todas las películas tengan que romper esquemas. Solo digo que en un subgénero complicado como lo es el de los hombres lobo, caer con un exponente tan débil como Wolf Man no tiene mucho sentido. Leigh Whannell es el director de esta película y también escritor, cumpliendo este último rol de la mano de Corbett Tuck, en su ópera prima como guionista. Whannell tiene algo más de experiencia: como director, estuvo detrás de Insidious: Chapter 3 (2015), Upgrade (2018) y The Invisible Man (2020). Como guionista, nos regaló varias entregas de la saga Saw, junto a varias entregas de la saga Insidious, además de Dead Silence (2007) o Cooties (2014) entre otras. Su amistad con James Wan (Saw, Insidious, The Conjuring) y varios aciertos, lo llevaron a estar al frente de esta nueva inmersión dentro del subgénero de los hombres lobo. 

Otra review de una película que tiene un comienzo sólido pero que con el paso de los minutos comienza a perder fuerza a causa de sus instrumentos técnicos: MadS (2024)

En esta apuesta, Leigh Whannell intenta dar un giro más estilizado y atmosférico al personaje clásico, apelando a la emocionalidad del protagonista, pero el resultado es una película que, aunque visualmente atractiva y con buenos momentos de tensión, se siente incompleta y desaprovechada. Hace poco, en otra reseña, hablé sobre las películas que confunden “construcción de personaje” con “historia”. A veces, poner el foco en el desempeño de un personaje no es suficiente para contar una historia. Sobre todo cuando, a pesar de tener buenas ideas, la cinta pretende ser única y, en realidad, es algo que ya vimos varias veces. De hecho, sin ir más lejos, An American Werewolf in London, del gran John Landis, cuenta prácticamente lo mismo: la historia de un hombre que es mordido o “infectado” por un hombre lobo, mientras vemos los cambios físicos y personales mientras la emocionalidad del personaje fluctúa y se pone en juego por tener a gente cercana por la que siente cosas fuertes. Ginger Snaps, de John Fawcett, de alguna forma maneja los mismos ingredientes, con una búsqueda similar, pero logrando su cometido.

Es verdad que lo que mencioné antes es la mirada más simplista del asunto. La película juega un poco con la idea del hombre lobo como una metáfora del trauma generacional, explorando cómo los pecados y los problemas no resueltos de los padres pueden transmitirse a sus hijos y ellos, habiendo crecido con el ejemplo de lo que no quieren ser, pueden volver a cometer los mismos errores. Lamentablemente, por más benevolente que resulte esta búsqueda, nunca se desarrolla por completo, tiene muy poca profundidad. Lo que comienza como una historia intrigante sobre la herencia del miedo y la violencia masculina como parte de un esquema geográfico y obviamente cultural, termina perdiéndose entre jumpscares predecibles y escenas de acción nocturnas filmadas con muy poca luz. No quiero aferrarme a los extremos, pero me hizo recordar a Aliens vs Predator – Requiem (2007).

Otra review de una película que comienza con una gran premisa, pero presa de su propia narrativa diluida, comienza a perder el rumbo hacia el final: The Watchers (2024)

Algo que quiero rescatar es que, visualmente, Wolf Man es impresionante en sus primeros minutos. Los paisajes, envueltos en neblina y una inmensa soledad, crean un escenario perfecto para cualquier película que se desarrolle dentro de un bosque. El director demuestra una destreza muy técnica en la creación de climas de tensión, con escenas que despliegan toda su grandeza directamente en nuestra mente y aprovechan el silencio y la incertidumbre de lo que acecha entre los árboles, algo que está ahí, en cualquier parte, y nunca llegamos a ver. Hay breves secuencias que resultan brillantes, pero luego todo se disuelve. La historia de la película nos lleva a la gran ciudad, luego vuelve al bosque, pero ya nada es lo mismo. Ese efecto magistral que se nos regaló en los primeros minutos se olvida. Por momentos respiré esa sensación de desamparo completo que también sentí con Antlers (2021), The Hallow (2015) o The Monster (2016), pero el camino fue otro completamente diferente.

Porque a medida que la historia avanza, la atmósfera inquietante se diluye. Todo recae en la emocionalidad del personaje principal mientras se convierte en un hijo de la luna llena, pero como ya mencioné, la construcción del personaje es bastante pobre e intenta convencernos desde lo visual. El tercer acto, que -justamente- debería ser la culminación aterradora de esta transformación, se vuelve confuso y narrativamente opaco, no se logra entender hacía dónde quiere ir el director con muchas de las decisiones que toma. Como ya dije también, la cinematografía y la fotografía excesivamente oscuras hacen que muchas de las escenas sean difíciles de seguir, restando impacto. Hay una muy buena idea que también quiero rescatar, son algunas pequeñas escenas cuando la cámara intenta ponernos en la subjetiva de los humanos y en un mismo movimiento, en la del hombre lobo, mostrando cómo cambia el entorno audiovisual para cada uno. Aplausos para ese pequeño detalle.

Otra review de una película que maneja una premisa y un concepto completamente atrapante, pero no sabe mantener el rumbo del interés y se pierde hacia el final: Leave the World Behind (2023)

El actor y protagonista Christopher Abbott (It Comes at Night, Poor Things) nos regala una interpretación sólida logrando ser lo mejor de la película, transmitiendo angustia y desconcierto en un hombre que ve cómo su propia humanidad se le escapa de las manos y lo aleja por completo de su familia, por más que él haga fuerza para seguir siendo fiel a su “manada”. Julia Garner (We Are What We Are, Sin City: A Dame to Kill For, The Assistant), por el contrario, se limita a reaccionar a las cosas que pasan, como un streamer de los tiempos que corren. Ella es una buena actriz, lo ha demostrado en varias ocasiones, pero el guión de esta película la deja ahí, inmutable frente a todo y poco reaccionaria, como si fuese un espectador más. 

Y ahí, al menos yo, terminé de comprender que el problema radica en que Wolf Man quiere introducir ideas como si fuesen nuevas, frescas e interesantes, pero no solo terminan siendo algo que ya vimos, sino que ni siquiera intenta desarrollarlas por completo. Hay destellos de una propuesta mucho más profunda sobre la naturaleza de la violencia y la identidad, algo que tranquilamente podría haber funcionado como un drama de terror al estilo A24, pero esto es Blumhouse y las cosas son diferentes. Todos estos intentos de “terror elevado” (detesto el término, pero para que se entienda) se ven opacados por una narrativa que se siente apresurada, banal y hasta aburrida. El proceso de transformación de nuestro protagonista, que tenía todos los condimentos iniciales para haber sido un viaje lleno de simbolismo, termina siendo solo una floja excusa para mostrar un par de momentos de terror, rompiendo con cualquier progresión emocional.

Otra review de una película que, como mínimo, es imposible de definir. De nuevo, mantiene una gran premisa pero todo lo que sucede en el transcurso del metraje la termina apagando por completo: La mesita del comedor (2023)

Wolf Man no es un fracaso, pero termina siendo una película del montón. Buenas ideas que muchas veces quedan en la nada, actores desaprovechados y una construcción esquemática que comienza muy bien y se pierde por completo, terminando en la nada misma. Dejando de lado algunos escasos detalles que ya destaqué, el resto de los apartados queda a medias tintas, producto de una película que tiene muchísimo menos para contar de lo que pretende. Wolf Man termina metiéndose en la bolsa de otros productos flojos de Blumhouse como The Boogeyman (2023) o Night Swim (2024), que de otros exponentes más dignos como Black Phone (2021) o Black Box (2020).

Underwater (2020)

Two Witches (2022)

Twisters (2024)

Trap (2024)