Twisters (2024)

A veces es complicado entender las fórmulas dentro de las fórmulas de Hollywood. Está claro que, al retomar un clásico como Twister (Jan de Bont, 1996), y al tener a un productor de la talla de Steven Spielberg, Twisters (2024) iba a ser producto de ciertas fórmulas que encajonan a estos títulos para que triunfen más allá de los nombres que pueda tener. La protagonista, Daisy Edgar-Jones (Fresh, Where the Crawdads Sing, War of the Worlds) se podría decir que es una actriz en ascenso, pero su coprotagonista es uno de los hombres más deseados de la industria: Glen Powell, quien lo demostró con Top Gun: Maverick (2022), Hit Man (2023) y Anyone But You (2023).
Dicho esto, al menos a mí, me surge una pregunta: ¿Quién es Lee Isaac Chung, el director de esta secuela? Si uno mira su expediente, lo más significativo que tiene es haber dirigido un solo capítulo de la serie The Mandalorian. ¿Es suficiente? La respuesta, en realidad, poco tiene que ver con estas preguntas. Twisters es uno de esos productos que nacen para ser los hijos estrella de una industria que ya ha perdido su corazón. El peso de un productor como Spielberg, de empresas como Universal Pictures o Warner Bros. hacen que la posición del director sea más la de un soldado que cumple órdenes que la de un cineasta que tiene peso propio. Acá se busca dopamina para nuestro cerebro, diversión asegurada sin que la mente intente funcionar demasiado.
A diferencia de su predecesora, que de alguna forma revolucionó el género de los desastres naturales y sigue siendo reconocida por su aporte al mundo de los efectos especiales, esta versión moderna de los domadores de tornados no ofrece nada nuevo, ni llamativo, ni siquiera emocional. Es una historia simple, con un desarrollo simple y una resolución simple, que se sustenta en sus increíbles efectos especiales y en el carisma de su protagonista masculino.
Kate (Daisy Edgar-Jones) es una brillante joven que, desde pequeña, tiene un amor incondicional por todo lo que tenga que ver con la meteorología. Habiendo nacido en un pueblo donde los tornados son recurrentes, enfoca su carrera con la intención de poder aplacar estos fenómenos naturales y salvar la mayor cantidad de vidas posibles. En la primera parte, la intención era entenderlos, estudiarlos, recolectar información para poder predecirlos con mayor antelación. Aquí, con la tecnología avanzada y gracias a esos descubrimientos precursores, existe la posibilidad de anular un tornado antes de que genere caos y destrucción.
En esa búsqueda, y luego de un parate emocional tras un accidente, nuestra protagonista vuelve al ruedo con un viejo amigo y conoce a Tyler (Glen Powell), un cazador de tormentas y figura de las redes sociales que, aunque aparenta ser engreído, soberbio y egoísta, es mucho más de lo que aparenta. Obviamente, esta herramienta narrativa de “juzgar por las apariencias” va a generar uno de los ejes de la relación entre ambos protagonistas, cuando ella se de cuenta de que aquel hombre que parece tallado por diferentes dioses griegos, en realidad es un alma bondadosa.
Sí, la fórmula de la que venía hablando se da en todos los aspectos. La idea de Twisters no es arriesgar, sino ir a lo seguro. Ambos protagonistas gozan de una hegemonía palpable, aunque el mundo nos quiera vender lo contrario. Hay una historia de amor que nunca se concreta, aunque está constantemente a la vista, y una pequeña moraleja sobre las apariencias. El resto es una ecuación matemática. El primer acto presenta personajes, problemáticas y disparador. El segundo acto desarrolla el eje que motiva a los personajes y los pone a prueba. Mientras que el tercer acto los hace brillar, los hace redimirse y todo cierra con una mirada dulce y acaramelada entre ellos frente a un día soleado.
Hay que destacar el apartado visual, sin duda alguna. La forma en la que se captura la magnitud y el poder de destrucción de los tornados es realmente asombrosa, y muchas veces el sentimiento de inmersión está logrado a la perfección. Es verdad, también, que muchas veces las situaciones que ocurren resultan ser víctimas de las casualidades, pero pedir algo distinto sería un error como espectadores, teniendo en cuenta lo que vinimos a ver. La química de ambos personajes se ve potenciada en estas secuencias, siendo algo que habla muy bien de las cualidades actorales de ambos.
A diferencia de las tantas películas de desastres naturales y tornados que estuvieron saliendo en los últimos casi 30 años, Twisters mantiene los pies en la tierra. Todo el caos está muy bien plasmado, sin sentirse excesivo en ningún momento. Juega todo el tiempo en el delgado límite entre la fantasía y la realidad, pero siempre elige mantener la veracidad como eje central, transmitiendo la sensación de peligro constante y urgencia que caracteriza a las películas de desastres. Al igual que Twister, busca que nos encariñemos y logremos empatizar con los personajes principales, y si bien caen simpáticos, no logran el impacto que en su momento regalaron Helen Hunt y Bill Paxton.
Twisters termina siendo una mezcla de acción vertiginosa, tensión, y un rejunte de fórmulas predecibles y clichés desgastados con un guión que se siente plano y por demás simple. Sin embargo, es entretenida y eso no se puede negar. Tiene un buen equilibrio entre el desarrollo de personajes, donde la narrativa baja un poco su intensidad, y los momentos más altos, donde los tornados se convierten en protagonistas. No creo que esté mal decir que esta nueva versión es un buen homenaje a la película original, y sin ser memorable ni proponer nada nuevo ni relevante, cumple con su cometido: entretener. Adrenalina y nostalgia en un subgénero vapuleado, que Roland Emmerich (Independence Day, The Day After Tomorrow, 2012) desgastó y Anthony C. Ferrante con Sharknado (2013) puso de nuevo en boca de todos, guste o no te guste.