Bad Boys: Ride or Die

Soy de aquellos que están del lado Michael Bay de la vida. Hace poco intercambiaba mensajes con una amiga hablando de este tópico, y le decía que seguramente, no es un director que pondría en una lista de “mejores directores”, pero no voy a negar que su cine siempre fue una grata compañía. The Rock (1996), Armageddon (1998), The Island (2005), Transformers (2007), Pain & Gain (2013) o 13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi (2016), entre otras que, nobleza obliga, son flojas. Pero hay dos películas, dos “buddy movies” que siempre sentí subestimadas: Bad Boys (1995) y, sobre todo, Bad Boys II (2003), que a mi gusto y parecer, es una película de acción como pocas. ¿Qué pasa con Bad Boys: Ride or Die, entonces?

Esta cuarta entrega tiene el mismo desplome que la anterior: carece de identidad. Bad Boys for Life (2020) se convirtió en una película genérica. Lejos del estilo de Michael Bay, los directores Adil El Arbi y Bilall Fallah construyeron un tono bastante distante a lo que solía mostrar la saga. Los protagonistas siguen en Miami, pero es un Miami descorazonado por la impronta latina del star-system. Lejos quedaron los barrios bajos y los villanos pesados, con renombre. En su lugar, vemos una ciudad tomada desde drones, donde las mujeres con poca ropa y los autos lujosos tienen la misma importancia que en la saga The Fast and the Furious. Pasó de ser una película de acción a un muestrario de poder, dinero y lucecitas de colores. El típico “bling bling”.

Pero quizás el primer indicio que me dio Bad Boys: Ride or Die fue el hecho de que, el mismísimo comienzo, se ve marcado por la espiritualidad. Desde ahí nace todo y, con todo el respeto, no la puedo tomar en serio, más allá de su acercamiento a la comedia. Así como sabemos que en el cine de terror todo se termina cuando llevan a los personajes al espacio (guiño, guiño), cuando la espiritualidad (y, de nuevo, con todo el respeto que me merece) entra como puntapié de una película de acción, algo está fallando. No me molesta el tópico de enfrentar al paso de los años. Luego de la saga The Expendables, comenzó a ser algo recurrente, sobre todo cuando los héroes de acción dejaron de existir y hubo que recurrir a los actores clásicos para darle sabor al género. El problema no es el “qué”, sino el “cómo”.

Una de las cosas más duras de ver en una “comedia”, es la comicidad sin efecto. Martin Lawrence nunca fue un actor de mi agrado y mucho menos me resulta gracioso cuando está actuando frente a una cámara, pero al menos en las primeras dos películas, él era un complemento de Will Smith, quien era el que llevaba la batuta por su simple presencia y carisma. Era su contraparte, y todos los gags o las situaciones hilarantes que se generaban tenían, mínimamente, una construcción. En Bad Boys for Life, Lawrence se convirtió en el meme del meme de sí mismo, una suerte de parodia olvidable de lo que fue en algún momento. Su rol como productor le da un peso específico más relevante como protagonista, y eso es algo que en esta cuarta entrega sale, demasiado, a la luz. Y no brilla, no causa gracia.

Otra review de una película que podría haber sido mejor, pero las elecciones del propio director la llevaron al olvido: The Beekeeper (2024)

Otro detalle trillado es el enemigo maloso que necesita demostrar su crueldad. En alguna otra reseña (ahora no recuerdo cuál, sepan disculpar), hablé sobre este tipo de personaje. Es ese matón que necesita ser muy malo para convencernos de su propia maldad. Es despiadado, comete actos atroces y se regocija de ellos para que el espectador diga “uy qué malvado” y su muerte sea más espectacular y justificada. Y toda esa construcción de manual se amplifica cuando aparecen los típicos hackers que hacen cosas mágicas, la tecnología a disposición del guión, y los sucesos espontáneos. En muchos momentos la línea argumental salta de hecho en hecho sin demasiada conexión y sin consecuencias. Las cosas ocurren “porque sí” y aún con toda una estructura detrás, nuestros dos protagonistas logran hacer lo que tienen ganas cuando conviene, y se ven imposibilitados cuando, nuevamente, es necesario para el guión.

Sí, sé que a simple vista suena redundante generar una crítica blandiendo el argumento de las necesidades del guión, porque justamente es el guión quien le da forma a una película, por así decirlo. Me refiero a todo aquello que se siente forzado, a la falta de sentido común, a las reglas tácitas que se rompen cuando es necesario. ¿Por qué Gandalf pelearía con una espada si puede hacer magia? ¿Por qué hace magia en ciertos momentos y en ciertos otros no? Ese tipo de detalles son los que, al menos para mí, rompen con una narrativa coherente porque responden únicamente a quiebres de cintura que necesita hacer el guionista para unir puntos ciegos. 

Otra review de una película de acción diferente, que no llega para cambiar las reglas pero se siente fresca y es divertida: Boy Kills World (2024)

Sí, es hilar fino, lo sé. Es ser meticuloso, lo sé. ¿Pero es buscarle el pelo al huevo? Claro que no. Como en cualquiera de mis análisis, intento exponer todo aquello que creo que enaltece o derrumba a una película. ¿Un ejemplo recurrente de esta producción? En una escena, se establece que no hay que matar a Mike y Marcus. Argumentan por qué, todo tiene sentido. A la escena siguiente los quieren matar sin justificación alguna. El guión está preso, encadenado a lo arbitrario y a las casualidades. “No hay que confiar en nadie”, dicen. Próxima escena, no confían ni en sus más cercanos. Bien. ¿La siguiente escena? Le cuentan todo a sus más cercanos, para que el villano se entere. Creo que ya entendieron el punto.

No puedo irme sin hablar de la música de la película, porque tampoco destaca. Mientras Bad Boys II portaba nombres como Puff Daddy, Lenny Kravitz, Pharrell Williams, Dr. Dre, Jay-Z, Beyoncé, Snoop Dogg, Mary J. Blige, Justin Timberlake, 50 Cent y otros grandes de la industria, esta cuarta entrega intentar estar “a la moda” con Black Eyed Peas, El Alfa, Becky G, BIA, J.I.D, ScarLip, Myke Towers, Papatinho, Sean Paul o Trueno y, como dije en un principio, no tiene personalidad. Todos los temas se sienten iguales, ninguno destaca. Sobre gustos, colores, dicen por ahí. 

Otra review de una película de acción impecable, con un protagonista inigualable y una contundencia única como exponente: The Equalizer (2014)

Seguir escribiendo sobre esta película sería redundar sobre lo mismo que expuse en los párrafos previos. No hay nada nuevo, no hay sorpresas, todo se rige bajo el mismo criterio que baja la vara muchísimo, no sólo como parte de la saga, sino como película de acción y como comedia. Es un rejunte con cosas que ya vimos pero sin mucha gracia, con un guión muy tirado de los pelos que no funciona en ningún momento por culpa de dos responsables: Adil El Arbi y Bilall Fallah. El tono en general es bastante confuso. La edición tiene detalles muy raros, tiende a ser como un videoclip de la era dorada de MTV, pero con algunos detalles que lo hacen ver como un video de cumpleaños de 15. Hay algunos cameos que te dejan descolocado por el sinsentido propio, y muchas veces las cámaras y los encuadres parecen decisión de estudiantes de primer año de cine. Tiene dos escenas muy interesantes a nivel técnico, una pelea muy buena y un sólo momento que te quita una sonrisa. El resto es para el olvido. Volvé Michael, la saga te necesita.

Twisters (2024)

There’s Something Wrong with the Children (2023)

The Watchers (2024)

The Void (2017)